Los secretos de la Cova Urbana de Tarragona

Crónicas pelacanyes. El centro de la ciudad está horadado por una espectacular cavidad visitable, la Cova Urbana. Se descubrió hace 25 años

05 septiembre 2021 06:30 | Actualizado a 05 septiembre 2021 10:13
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Tarragona es Patrimonio de la Humanidad gracias a sus vestigios romanos. Luce un legado medieval, con la catedral como emblema. Disfruta de playas, gastronomía y una espectacular vista desde el Balcó del Mediterrani. Y cuenta también con un atractivo (casi) desconocido: una enorme cavidad que discurre por el centro de la ciudad y que es visitable, la Cova Urbana.

Todo empezó cuando una excavadora que horadaba un solar en construcción en el 32 de la calle Gasòmetre descubrió un vacío. Era el 22 de noviembre de 1996. Bajo el suelo de la céntrica vía tarraconense había una enorme cavidad, citada ya en ‘Tarragona monumental’, un libro del año 1849. La cueva había pasado desapercibida, al igual que el libro redactado para expertos en una época en la que la mayoría de la población era analfabeta.

Un cuarto de siglo después, con numerosas exploraciones por medio, la Cova Urbana es visitable, con solicitud previa a la Societat d’Investigacions Espeleològiques de Tarragona (SIET). La entidad tiene unos 40 socios y se encarga de guiar a las personas con ganas de aventura y de conocer a fondo las entrañas de Tarragona.

La excursión merece la pena. Transcurre por una estrella galería romana, varios lagos y cuevas enormes. El visitante acaba enfangado casi hasta las cejas pero con una sensación de mayúscula sorpresa de que en pleno casco urbano haya una cavidad así. No hace falta viajar a los Pirineos para practicar espeleología.

El recorrido de la visita se explica al detalle en la página www.siet.cat en la que se incluye un mail y unos teléfonos a través de los cuales se puede reservar la actividad. En total se recorren unos 300 metros de galerías.

En estos 25 años, ha habido visitantes de lujo, como el alpinista Òscar Cadiach, el primer catalán en hollar la cima del Everest. Cadiach, nacido en Barcelona, pero tarraconense de adopción, pasó de alcanzar el techo del mundo a estar bajo tierra.

La lista de anécdotas es larga. Por citar una, la que explica con una sonrisa el presidente de la SIET, Josep Lluís Almiñana. Unos periodistas de Telecinco entraron en la Cova Urbana para hacer un reportaje. Días antes, un miembro de la SIET había llevado a uno de los lagos de la Cova un tiburón hinchable de plástico, bautizado ‘Paquito’, como objeto ‘decorativo’. En un momento dado el reportero pidió a los guías que agitaran un poco el agua. De repente emergió ‘Paquito’. El susto del cámara y el reportero fue mayúsculo. Casi tanto como las risas de los exploradores de la SIET.

No ha sido el único reportaje. También han bajado a la Cova Urbana las cámaras de TV3 (para los programas ‘Batalla monumental’ y ‘Temps d’aventura’) y TVE (‘Aquí la tierra’). Todos estos programas se pueden recuperar con un simple ‘googleazo’.

También se han sumergido en la Cova Urbana cadenas extranjeras. La última: una televisión rusa que filmó un amplio documental en Tarragona el pasado 23 de junio, en el que un par de reporteros recorren la ciudad y tratan también cuestiones políticas como el proceso independentista.

La SIET tuvo que dejar de organizar visitas el año pasado debido a las restricciones de la pandemia. Se han reemprendido con las correspondientes medidas sanitarias. La entidad también se dedica a otras actividades. Está reexplorando cavidades de Tarragona con el objetivo de mejorar las instalaciones para explorarlas. Tiene tres ramas: espeleología, descenso de barrancos y espeleobuceo.

Volvamos 25 años atrás. La Cova Urbana en concreto y Tarragona por extensión tuvo la suerte de que el promotor del edificio en construcción en Gasòmetre fuese un apasionado de la arqueología, Josep Maria Forné. Lejos de intentar ocultar o minimizar el hallazgo, ayudó económicamente a los miembros de la SIET para que exploraran la Cova. Los primeros en entrar fueron miembros del CE Olivella ya que uno de sus integrantes era amigo de David Camps, el arquitecto del edificio.

Casi inmediatamemente se incorporaron diversos espeleólogos tarraconenses, como Josep Estivill y Francesc Virgili a los que posteriormente, se sumarían Marisa Piedra, Jesús Antoranz, Tomás Merin y Josep Mª Plana.

Camps hizo un detallado estudio y comprobó que el edificio podía construirse. Posteriormente se habilitó un local para los visitantes de la Cova. El inmueble es el situado junto a la Abacus.

Almiñana recuerda que «a lo largo de las primeras semanas, se hallaron diversos espacios los cuales configuran el eje de avance de la cavidad. El Llac CEO, el Llac Benso, La Platja, la Sala dels Blocs y la sala Maginet fueron descubiertos hasta llegar a una marmita de unos 2,5 metros de diámetro llena de agua que mostraba indicios de que por allí la cavidad podía tener una continuación».

Meses después, falleció Josep Maria Forné. Almiñana rememora que «su muerte nos dejó la sensación de estar huérfanos y faltos del extraordinario apoyo que nos prestó en todo momento. Desde su despacho, Forné fue el verdadero artífice e impulsor de nuestras exploraciones. En su honor decidimos cambiar el nombre de la Sala dels Blocs por el de Sala Josep Maria Forné. En cualquier caso, el apoyo que nos siguieron prestando su viuda, Marina, y su hija Maite han hecho posible que las exploraciones continúen».

La investigación permitió descubrir la extensión de la Cova. Va desde la calle Gasòmetre hasta la Soler, la Cooperativa Obrera y las calles Cervantes y Fortuny. En su día hubo un proyecto para unir los dos parkings de la Rambla (el que llega hasta la Imperial Tarraco y el de más arriba). Si se construyese una conexión, pasaría justo sobre la Cova Urbana.

Continúa Almiñana: «Mientras los exploradores analizaban cómo se podría progresar mas allá de la marmita, se fueron descubriendo más galerías y salas. La Galeria del Fang, la Galeria Virgili, las galerías Viral y Perviral así como la Galeria Perona, que transcurre por el techo de la Sala Forné, aumentaron el recorrido».

Fue clave la intervención de cuatro buceadores, Sergi Pérez, J. Alberto Pradillo, Ramón Canes y Antonio Cabezas, que hallaron otra sala: la Rivemar.

Almiñana, el único que queda dentro del SIET entre los exploradores iniciales de la Cova, sigue recuperando la historia de la exploración: «Tiempo después, en el interior de la Sala Rivemar, se descubrieron unas galerías con aire que fueron exploradas en detalle y topografiadas por Almiñana, Pradillo y Ángel Samaniego. Se bautizaron como Galeria Alprasa y Galeria dels vuits».

«También se hizo una incursión en una mina que se encuentra en el recinto de la antigua fábrica de la Chartreusse. El resultado fue negativo. No había posibilidad de continuación. También descendimos al pozo que se encuentra en la ultima planta del parking de la Plaça de la Font. Tras bajar sus 30 metros exploramos una diaclasa que se estrechaba tanto que fue imposible avanzar por ella», rememora el espeleólogo.

¿Hay más Cova por descubrir? «En la actualidad, se efectúa alguna exploración puntual en galerías que han quedado accesibles a causa del descenso de nivel de agua que desde hace algún tiempo experimenta la Cova. También se efectúan de forma puntual incursiones de espeleobuceo en la Sala Rivemar para determinar sus dimensiones y, si existe, localizar alguna posible continuación», responde Almiñana.

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