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    «Me duele que mi primera vivencia amorosa fuera tan traumática»

    La violencia machista entre jóvenes ha crecido un 87% en cuatro años, según un estudio de la Fundación Anar que también revela que siete de las 10 llamadas no terminan en denuncia

    03 noviembre 2023 08:54 | Actualizado a 06 noviembre 2023 07:00
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    Tiene 17 años y es una adolescente que vive en la provincia de Tarragona. No quiere aportar más datos porque aún tiene el miedo instalado en el cuerpo, aunque accede a contar su experiencia «por si puedo ayudar a alguna chica a que no pase el infierno que he vivido yo». Con la palabra infierno se refiere a su primera relación amorosa, cuando tenía 14 años y se ennovió con un chico de 16 de su mismo instituto.

    Cuando comenzó con él, «enamorada hasta los huesos», no podía imaginar que toda aquella ilusión derivaría en una situación de maltrato. «Al principio era una relación normal, pero fueron pasando los meses y él empezó a tener una actitud muy posesiva, muy controladora. Era muy celoso y pensé que eso significaba que yo le importaba, que me quería».

    «Él me decía que necesitaba saber dónde estaba en todo momento, con quién, y si tardaba en responderle algún mensaje se enfadaba mucho. Insistía en que él tenía que ser la primera prioridad para mí, que si me llamaba tanto era porque se preocupaba por mí. Incluso me pidió la clave de mi móvil porque decía que entre nosotros tenía que haber confianza, y miraba todos mis mensajes. Si veía alguno de otro chico se enfadaba y me insultaba».

    El control pasó del móvil a la ropa. «No me dejaba ponerme minifalda ni camiseta de tirantes; decía que ya no tenía vestirme como una puta, que ya tenía novio y no tenía que hacer nada que pudiera interpretarse como que buscaba gustar a otros. Y me obligaba a tener sexo siempre que él quería, sin importar que yo le dijera que no me apetecía. Y yo accedía; pensaba que era porque le gustaba y me quería y me deseaba».

    Al principio era una relación normal, pero empezó a tener una actitud muy posesiva

    «Mis amigas me decían que tenía que dejarle, que aquello no era amor. Incluso un día se enfrentaron a él. Entonces me prohibió volver a estar con aquellas chicas, mis amigas de toda la vida. Y yo dejé de hablarme con algunos familiares y amigos porque me decían una verdad que yo me negaba a ver. Para mí, mi novio era maravilloso y los demás eran horribles porque me querían separar de él. Creo que sufrí una especie de síndrome de Estocolmo».

    Y tras el control y el aislamiento llegó el maltrato físico. «La primera vez que me pegó fue porque me vio sentada en un banco con un compañero de clase. También quiso pegarle a él, pero se lo impedí. Luego me pidió perdón y me dijo que me quería mucho y que pensaba que le estaba engañando. Le perdoné y me hizo llegar a pensar que la culpa era mía».

    «Luego hubo más golpes, al final por cualquier cosa». Fue entonces cuando abrió los ojos, en parte porque el compañero de clase con el que estaba sentada en aquel banco habló con sus amigas y éstas lo hicieron con sus padres. «En un primer momento me sentí traicionada por ellas, pero luego me di cuenta de que era víctima de maltrato».

    Mis amigas me decían que tenía que dejarle, que aquello no era amor

    «Un día le dije a mi madre que no podía más y me llevaron a un psicólogo. Estuve unos meses deprimida. Él me seguía llamando y escribiendo, pero yo no contestaba a sus mensajes, cada vez más violentos y amenazantes. Hasta que un día, acompañada de mis amigas, me enfrenté a él en la calle y le dije que si recibía un mensaje más suyo le denunciaría. Me insultó, me llamo de todo, pero ya no volvió a escribirme».

    Ahora, tres años después, esta joven ha iniciado otra relación con un chico. «Me costó mucho volver a salir con alguien y confiar en otro chaval. Pero es otra cosa. Después de aquella relación tan tóxica, la que tengo ahora es sana y me siento libre, sin que él me agobie ni me quiera controlar. Y he recuperado a mi familia y a mis amigas, pero he sufrido mucho. Me duele que mi primera vivencia amorosa fuera tan traumática».

    El maltratador, en seis de cada diez ocasiones el propio novio, tiene una edad similar a la víctima

    El caso de esta joven no es, ni mucho menos, único. Los datos así lo refrendan. La Fundación ANAR ha publicado un estudio recientemente que impacta porque sus números asustan. ¿Hasta dónde vamos a llegar? El estudio -Evolución de la violencia contra las mujeres en la infancia y adolescencia en España (2018-2022)- dice que se ha incrementado la violencia machista hasta casi duplicarse -87 por ciento-, que la violencia sexual y la violencia contra niñas y adolescentes aumentaron casi un 40 por ciento. Terrible.

    Los duros datos van a más tras el estudio publicado. De entre los otros tipos de violencia que analiza el estudio, la doméstica representó el 18,6% de los casos atendidos, la sexual el 11,7%, mientras que otros tipos de violencia física y/o psicológica el 15,9%. La violencia sexual, tras la de género, fue la que presentó mayor incremento en este período, con un aumento del 39,4%.

    La víctima tipo es una chica de 16 años que vive con sus padres. El maltratador

    Del total de llamadas atendidas por cualquier causa de violencia contra las mujeres, el 70,1% de los problemas fueron considerados de gravedad alta, un 52,8% de urgencia alta, un 53,7% de frecuencia diaria y un 62,6% de duración de más de un año. A raíz de este nivel de gravedad y urgencia, desde la Fundación ANAR se realizaron 108.562 derivaciones a recursos sociales de infancia y adolescencia de todo el país y 4.327 intervenciones.

    ¿Cuál es el perfil del joven que sufre violencia machista? La víctima tipo es una chica de 16 años que vive con sus padres. El maltratador, en seis de cada diez ocasiones el propio novio, tiene una edad similar a la de la adolescente, pero hasta en un tercio de ocasiones ya es mayor de edad.

    Él actúa desde una posición de poder, utilizando la dependencia afectiva. Normalmente empieza con un control machista suave pero creciente -no te juntes con otros chicos, no te maquilles para ir a clase, no te vistas así-, que se extiende a todos los aspectos de la vida y que en bastantes casos incluye el maltrato físico, el chantaje, la reclamación de imágenes o vídeos íntimos e, incluso, las agresiones sexuales.

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