Niños vs. perros, la lucha por un solar en el Parc Francolí de Tarragona

Unas vallas rodean la que iba a ser la primera zona de Agility (un circuito donde entrenar las habilidades de los perros) en el centro de la ciudad. El monte ha vuelto a ocupar su lugar entre los coloridos obstáculos en el solar ubicado al lado de la Llar d’Infants Cèsar August, el colegio del mismo nombre y el Parc del Francolí.

El equipamiento, cuya instalación formaba parte de un proyecto de reforma de la zona sur del parque (todo el proyecto costó 195.510 €) y que encargó el gobierno anterior, nunca se llegó a utilizar, pese a que llevaba meses terminado. El Ayuntamiento anunció en febrero que lo reubicaría por «las demandas vecinales y de la escuela y Llar d’Infants... Por considerar de grandes dimensiones el espacio dedicado a los perros tan próximo a los centros escolares».

Las obras de reubicación, que lo trasladarán a 200 metros del sitio actual, comenzarán la semana que viene y tendrán un coste de 17.998 euros.

La decisión municipal es solo el penúltimo capítulo de una lucha por el espacio que bien podría titularse, simplificando mucho, niños vs. perros. Para entenderlo nada como pasearse por allí. Vemos a un hombre y una mujer hablando animadamente y les preguntamos qué les parece la decisión. Ella, que tiene a su perro en el pipican que está al lado, dice que «es una tontería, con lo chulo que había quedado», pero él responde que «¿a quién se le ocurre poner un parque para perros en una zona donde hay tanto chiquillo?». Nos vamos y los dos siguen discutiendo.

Más adelante, en la plaza que está a la salida del colegio, Ángeles y Teresa, madre y abuela de dos alumnos de P5, explican que la zona infantil que hay en la plaza se ha quedado pequeña para tanto niño, «tendría que ver cómo se pone esto cada tarde... Cuando el terreno (donde está el Agility) estaba vacío al menos jugaban allí».

Pero eso no quiere decir que la solución haya dejado a todos contentos. Varios vecinos, especialmente los de los edificios que dan a la plaza, están enfadados. «A nosotros nadie nos ha consultado», explican Jordi y Maria, quienes además son dueños de un perro. Ellos también están descontentos con los pipicanes: «Faltan espacios, y los que hay están sucios, en parte por el incivismo, pero también porque no hay mantenimiento».

Pero insisten en que el incivismo no es solo de quienes tienen mascotas. Aseguran que padres y niños dejan desperdicios en la plaza y en sus portales cada día y que tienen que soportar balonazos contra sus casas hasta la noche. Además les toca lidiar con algún padre que deja el coche mal aparcado impidiendo la entrada y salida del parking.

Por lo pronto, el solar de la discordia volverá a la situación inicial, es decir, volverá a estar vacío. Un vecino inició una recogida de firmas para construir una instalación deportiva, pero la idea tampoco suscita consenso. «Solo eso nos faltaba; que la pongan debajo de su casa», dicen Jordi y Maria.

Y un dato para sembrar la discordia: en 2021 se compraron o adoptaron 1.403 perros en la ciudad. Ese mismo año nacieron 1.050 niños.