Un árbitro en el azar, el Crupier en el Casino de Tarragona

Les lanzó bola a la mítica familia Pelayo en Lloret. En el templo de la suerte, este juez de mesa controla lo que sucede en la ruleta, el blackjack y el póker Es el intermediario entre la banca y el jugador. Entra entre las 18 h. y las 20 h. y la jornada se alarga hasta la madrugada. ´Viene gente de clase media´, dice José Luis César Crupier en el Casino de Tarragona

19 mayo 2017 17:03 | Actualizado a 21 mayo 2017 16:00
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Dentro del frenesí luminoso de un casino, José Luis César, juez de mesa y crupier en Tarragona, pone la calma y el sosiego. Lleva 31 años en un oficio eminentemente nocturno. Su jornada suele empezar entre las 18 h. y las 20.00 horas, cuando arrancan los torneos, y finaliza bien entrada la madrugada, a veces más allá de las 4.00 horas. «Yo me centro en tres juegos: el blackjack, el póker y la ruleta americana», cuenta. José Luis gasta cortesía y elegancia. «Hay que mantener la distancia siempre con el jugador y llamarle de ‘usted’ y ‘señor’, aunque en los últimos tiempos el fenómeno del póker nos ha hecho usar el nombre de pila», apunta.

Aunque suene contradictorio en este santuario de la suerte y el azar, él es una especie de árbitro que vela por el correcto funcionamiento de cada juego. «Tienes que estar pendiente de todo lo que pasa en la partida. Si te hacen preguntas, debes responder con precisión y ver que se está aplicando el reglamento. Somos vigilantes de los procedimientos», narra.

En la ruleta, hay que vigilar jugadas como la caída o no apostar nunca después del ‘no va más’. En los juegos de cartas, él reparte como un intermediario entre los participantes y la banca. «La transparencia es total. Hay que estar concentrado al hacer los pagos. Al fin y al cabo estás tratando con dinero». En tres décadas de profesión, ha aprendido tacto y psicología: «El buen jugador debe tener claros sus límites. Tienes que venir a disfrutar porque esto no es más que una forma de ocio». En el póker, casi una cuestión de estrategia, hay que saber interpretar situaciones. En el blackjack, donde pueden intervenir hasta siete jugadores, el deber es atender a por dónde van los rivales. «Mi favorito es la ruleta. Debes estar atento a los sectores que salen y de alguna manera intuir. Luego la suerte decide. Me parece un juego completo, con múltiples formas de apuesta y eso es lo que lo hace interesante». Sostiene que por el Casino de Tarragona pasa mucha gente de clase media, sin grandes fortunas ni glamour ni postureo impostado, a pesar de la mitología cinematográfica en filmes como Ocean’s Eleven: «Vienen personas que pueden disponer de un dinero en un momento dado y quieren divertirse. No lo hacen de una manera continuada».

José Luis llegó a probar como jugador, aunque su entrada en el gremio fue distinta. «Había acabado la carrera de Relaciones Públicas. Me enteré de que en el casino de Lloret de Mar necesitaban a gente. Fui a probar e ingresé en la escuela, donde te forman. Es el filtro para poder trabajar después. Yo no había entrado antes en un casino». En Lloret, y luego más tarde en Tarragona, tuvo que lidiar con prejuicios: «El aspecto negativo del juego está cambiando. Cuando vine a Tarragona noté lo mismo que había visto en Lloret, donde el juego era algo no muy bien visto. Eso está desapareciendo. Cada vez se ve más como una forma de divertirse».

También hay leyenda en torno a la familia Pelayo, los míticos saqueadores de casinos que ganaban siempre a la ruleta, una historia que luego fue libro y película. «Les estuve tirando bola un verano en Lloret. Aprovecharon una cuestión de mantenimiento de los cilindros. Por entonces no se revisaban tanto. Ellos detectaron que tenían tendencias, que un número salía con más asiduidad que otros. Hoy eso ha cambiado y no sería posible hacer algo así», cuenta José Luis. Fuera de su trabajo, él ya ha dejado de jugar. Cuando visita otros casinos es sólo para ver cómo se trabaja, casi «como una deformación profesional». Confiesa, eso sí, un inocente vicio con el azar: juega a la Primitiva.

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