Lullo, el velero que gobierna Bruno Llordachs, tiene 8 metros de eslora (longitud) y no llega a los dos meteros de manga (anchura). Este viernes salió desde el club Nàutic de Tarragona hacia la Arrabassada, donde pretendía pasar la jornada con su hijo de seis años y su amigo Joan Daniel Brotons.
Al mediodía, mientras navegaban a la altura de la Punta Grossa del Miracle, Joan Daniel vio una aleta oscura a unos cien metros del barco. "Pensábamos que sería un delfín, aunque el color no terminaba de convencernos", explica.
El velero se acercó lentamente y a medida que se aproximaban vieron que aquello no era un delfín. "Era un ejemplar de ballena, pero hasta la noche no me hice la idea de que sería un rorcual común", explica Bruno. Lo cierto es que el cetáceo subía a la superficie para calentarse y nadaba de forma pausada. Durante los meses de primavera, los rorcuales comunes (Balaenoptera physalus) se acercan a las costas para alimentarse.
Las fotos hechas por el patrón de Lullo se hicieron a 100 metros de la orilla y con el fondo de la silueta de Tarragona. "Hubo un momento en que vimos la aleta dorsal a 25 metros de nuestra popa y entendimos que el ejemplar podría estar debajo y si se le ocurría emerger podía dañar al velero", explica.
Entonces, la embarcación retomó su camino hacia la Arrabassada y dejó que el cetáceo siguiera su rumbo hacia al sur, hacia el Cap de Salou.