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Vecina del bloque incendiado: «Si tuviera dónde ir no me quedaría en este edificio»

El edificio de Campclar que sufrió un incendio cumple hoy 17 días sin luz. Precariedad, fraude eléctrico y bancos que se desentienden han creado una situación invivible

08 abril 2024 19:25 | Actualizado a 09 abril 2024 07:00
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«Por lo menos tenemos agua para limpiar», señala la vecina antes de dejarnos pasar al piso que, efectivamente, luce impoluto. Nos enseña las tres linternas con las que se han estado alumbrando estos días ella y sus dos hijos. «Estamos gastando lo que no tenemos en pilas. No usamos velas por miedo a otro incendio», dice. Va camino de la ferretería, a ver si puede comprar un artilugio que le han dicho que funciona con luz solar para cargar el móvil «para no quedarnos incomunicados si hay una emergencia».

Ella es una de las habitantes del edificio ubicado en la calle Riu Llobregat que en la madrugada del 24 de marzo sufrió un accidente en el cuarto de contadores. Desde entonces están sin luz. También se habían quedado sin agua, pero entre todos compraron los materiales e hicieron ellos mismos la reparación.

El informe de ese día de la Guàrdia Urbana «no descarta que se trate de un sabotaje», o lo que es lo mismo, que el siniestro que calcinó el cuarto de contadores fuera causado por empalmes ilegales a la luz. No en vano Endesa tiene identificados una veintena de barrios en Catalunya con una alta concentración de conexiones irregulares y manipulación de instalaciones. Campclar es uno de ellos, y si se revisa la hemeroteca, en los últimos cinco años ha habido al menos cuatro incendios graves en el barrio que acabaron con los vecinos sin suministro durante varios días.

El caso es que ni siquiera hay fecha para comenzar la reparación porque 15 de los 24 pisos que hay en el edificio son propiedad de bancos y, de momento, ninguno ha pagado. El resto son de particulares que tendrán que desembolsar en torno a 1.800 euros por casa.

No se sabe exactamente cuántos de los pisos están ocupados, pero en varios hay puertas blindadas y pegatinas de servicios de vigilancia.

Miedo a la ocupación

La vecina que nos abre la puerta reconoce que está ocupando el piso de manera ilegal, algo que, asegura, no sabía cuando llegó a vivir allí con un familiar. Se enteró más tarde, cuando aquel familiar ya no estaba. «Yo solo pido un alquiler social que pueda pagar con mi trabajo. Si tuviera dónde ir con mis hijos no me quedaría en este edificio». De momento está sin apenas ingresos a la espera de que comience la temporada en el sitio donde trabaja.

15 de los 24 pisos del bloque son de bancos. No se sabe cuántos se encuentran ocupados

Explica que a raíz del incendio desde Serveis Socials les ofrecieron ir a una pensión durante tres noches para dormir. «Pero sinceramente tengo miedo de que si nos movemos entre alguien. Tenemos pocas cosas pero son nuestras cosas». Le preocupa, además, el hecho de que no podría llevar a su perrita.

La situación en casa es complicada. Nos enseña la olla que calienta para duchar al hijo pequeño, que tiene 10 años, antes de ir a clases; la bombona que han tenido que buscar para cocinar al día porque no hay nevera (en el edificio también están sin gas ciudad)... Lo que más le preocupa, no obstante, es la situación de su hijo menor, sumido en una depresión profunda. «Ha traído su colchón a mi habitación. Tiene mucho miedo de otro incendio. Como madre me siento muy impotente al verlo así».

Alquileres imposibles de pagar

Consultados respecto a la situación, fuentes del Institut Municipal de Serveis Socials de Tarragona explican que se han entrevistado con todas las familias y ninguna ha aceptado la ayuda ofrecida, que es un alojamiento de urgencia provisional.

Otra vecina que nos abre la puerta relata lo mismo que la anterior. En su caso tiene dos hijos de dos y cuatro años. «Nos han ofrecido tres noches solo para dormir, no podemos ni cocinar ni lavar la ropa allí. No nos parece una solución», asegura.

Cuenta que ayer fue a la carnicería y hoy todo lo que compró ya está dañado. «Con los niños pequeños no me da la vida para lavar tanta ropa a mano y que se seque... Y me da vergüenza ir por todos lados pidiendo que me carguen el móvil», señala. Las tardes sin televisión ni nada con lo que entretener a los pequeños se hacen eternas, dice.

En su caso, paga un alquiler de 300 euros y está dispuesta a marcharse, pero no encuentra dónde. «Lo menos que te piden son 700 euros y nosotros somos cuatro con una sola nómina». Se desespera al ver que la situación se alarga, «es indigno, nos sentimos como si no existiéramos».

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