Illa gana pero el independentismo suma

Máxima igualdad. El PSC venció en las insólitas elecciones de la pandemia pero será ERC quien elija entre otro Govern soberanista con Junts o un tripartito de izquierdas. Irrupción de Vox y batacazo de Cs

15 febrero 2021 09:08 | Actualizado a 15 febrero 2021 10:10
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El efecto Illa prosperó, solo en parte, y llevó al PSC a ganar las elecciones de la pandemia tras un pulso ajustadísimo y vibrante en votos y escaños con Junts, pero sobre todo con ERC. Pero, de la misma manera que sucedió en los últimos comicios, en 2017, con la victoria estéril de Cs, las fuerzas independentistas suman lo suficiente para reeditar gobierno tras este envite electoral insólito, marcado por ese empate técnico entre los primeros partidos, el azote de la Covid-19, las fuertes medidas higiénicas de seguridad y, por encima de todo, el buen desenlace de una organización electoral que se antojaba todo un reto. A pesar de las excepcionales circunstancias, las mesas pudieron constituirse sin apenas incidencias y tanto el escrutinio como la publicación de resultados fueron como los de anteriores ocasiones. Eso sí, la participación en tiempos del virus se resintió notablemente. Fue solo del 53,5%, la más baja de la democracia. 

El paralelismo con 2017
Los 33 escaños de ERC, segunda fuerza, los 32 de Junts, tercera, y los nueve de la CUP, son suficientes para alcanzar la mayoría absoluta (74 diputados, seis más de los 68 necesarios) y hacer baldía esa progresión meritoria de los socialistas, que pasan de los 17 diputados de la anterior cita a los actuales 33. Por lo tanto, igual que ocurrió cuatro años atrás, las urnas dibujan un escenario factible de composición de gobierno en esa dinámica soberanista, no demasiado alejado del que ha estado mandando en minoría hasta ahora. ERC y Junts necesitarían ese apoyo de los crecidos cupaires para alcanzar una mayoría que les facilitara la gobernabilidad. La CUP sería decisiva para dar apoyo a la investidura, algo nada sencillo, ya que los anticapitalistas exigen una hoja de ruta mucho más ambiciosa con el procés. 

El otro horizonte, a priori mucho menos probable, es un pacto de izquierdas, integrado por el PSC, ERC y Comuns, que conseguiría también 74 diputados, suficientes para configurar un ejecutivo que arrancara el mandato. Esta opción es mucho más complicada, después del explicitado veto de los republicanos a Salvador Illa durante la campaña. ERC ha firmado un documento junto al resto de formaciones independentistas en el que se compromete a no pactar el Govern con el PSC, mientras que Illa apuesta por hacer coalición con los comunes y no gobernará con ningún partido que priorice la independencia. O, dicho de otro modo, los de Oriol Junqueras tienen en su mano elegir aliado para formar gobierno, apostando de nuevo por una coalición independentista o por un tripartito de izquierdas. 

En clave independencia, la correlación de fuerzas en uno y otro grupo ha cambiado. En el bloque unionista, el exministro de Sanidad Illa se ha erigido en el principal estandarte del constitucionalismo, con una victoria que, eso sí, puede ser amarga porque no le servirá para llegar a la presidencia. Su resultado alberga un paralelismo claro con el de Cs en 2017: por entonces, tras el 1-0 y la aplicación del artículo 155, el partido de Inés Arrimadas ganaba las elecciones como reacción de todo el unionismo a la deriva independentista. Ayer el partido naranja, encabezado por Carlos Carrizosa, consumó su anunciado batacazo, al pasar de 36 escaños a seis –en Tarragona ha perdido cuatro de sus cinco parlamentarios– y de ser primera fuerza a séptima. 

Pero desde el prisma independentista también se ha dado un vuelco de jerarquías. ERC se impuso en votos y en escaños –aunque solo por uno– a Junts, en un cerrado mano a mano, y desbancó a los postconvergentes, que en 2017 habían ganado 34 a 32 de forma también muy reñida, sellando un ‘sorpasso’ que no es solo simbólico sino que esconde nada más y nada menos que la llave para gobernar. 

Más allá de esas dos formaciones, el 14-F deja una gran victoria y una gran derrota en el independentismo. La CUP ha sacado provecho de las divisiones soberanistas del último gobierno para pasar de cuatro diputados a nueve –de cero a uno en Tarragona– y elevarse a quinta fuerza en el Parlament. Sonoro aunque esperado fue el traspiés del PDeCAT, víctima de la escisión provocada por el procés en el convulso universo convergente. Los de Àngels Chacón se quedan sin representación en el hemiciclo catalán. 

En suma, el independentismo ha conseguido superar el 50% del sufragio, uno de los objetivos marcados. Con el 98,09% del voto escrutado, han alcanzado el 51,11% de los apoyos. 

«El PDeCAT fracasa víctima de la escisión postconvergente  y se queda fuera. Vox se erige en cuarta fuerza y supera en escaños a Cs y PP juntos»

En el unionismo, otro vencedor incontestable de la noche fue Vox. La ultraderecha, en su progresiva irrupción en las instituciones de los últimos años, rubrica una entrada sólida en el Parlament no solo por esa cosecha de golpe de 11 diputados –dos de ellos en Tarragona, un resultado por encima de lo esperado– sino por ser cuarta fuerza y por destrozar sin miramientos al resto de la derecha. Ese saldo de escaños supera con solvencia la suma de Cs (seis) y del PP (tres). Los populares, que ya venían de un resultado desastroso, se hundieron un poco más, al pasar de cuatro diputados a tres, y parecen no tocar fondo. 

Quienes parecen mantenerse ajenos a este vaivén de cambios y conservan la lealtad de un electorado fiel son los comuns, que consiguen revalidar sus ocho asientos en la cámara y, en Tarragona, aguantar el diputado que ya tenían. Podrían ser decisivos en caso de que se abriera la puerta a un gobierno progresista. Un Govern entre ERC y En Comú Podem, con los votos externos de PSC, o un ejecutivo amplio a favor de la autodeterminación y la amnistía para los líderes independentistas presos (ERC, Junts, CUP y Comuns) son otras fórmulas, pero altamente improbables.

Estas elecciones dejan un Parlament un poco más fragmentado, con hasta ocho partidos y un panorama incierto en el que la repetición electoral no sería nada descabellado. Si la CUP no alcanza un acuerdo con ERC y JxCat y, por otro lado, los vetos mutuos de republicanos y socialistas frustran una alternativa de izquierdas, se abrirá esa posibilidad. 

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