«¡Barrera! A pagar unos céntimos o no pasas». Esta es la más que particular tradición que conserva Torredembarra para el 28 de diciembre. Una costumbre antigua. Se desconocen sus orígenes. Los estudios apuntan a que se remonta a la edad medieval o, incluso, a la paleocristiana.
Hoy, Día de los Inocentes, en el ocaso del 2024, aún persiste. Generación tras generación, de bisabuelos a abuelos, padres y nietos, los niños y niñas torrenses sacaron a relucir ayer sus palos para continuar este ancestral legado, por fortuna, recuperado.
Barreras listas y a cobrar
La Regidoria de Cultura i Biblioteca de La Torre ha apostado por visibilizar más esta costumbre organizando un taller dedicado. De la mano del Club de lectura Follets, la Biblioteca Mestra Maria Antònia acogió la primera fase de la actividad. Más de una decena de infantes, acompañados de madres, padres y familia, preparan los palos que usarán de barrera. Los adornan de todos los colores, con lazos, cuerdas e hilos.
Sobre las 11.30 ya lo tienen todo listo. Abandonan la biblioteca listos para cobrar peaje. Pero antes, se hacen una foto de grupo al grito de «¡barrera!». Algunos chicos juegan e imitan al Ball de Pastorets; otros, sujetan sus palos mutuamente para crear una barrera lo más grande posible. Llegan a la calle Pere Badía, donde emprenden el recorrido que atravesará todo el centro del pueblo, hasta llegar al Castell.
Ahora sí: ¡Barrera! Bloquean el paso a las primeras ‘víctimas’. Si quieren retomar la marcha, tienen que pagar a los chicos. Madres e hijos celebran y aplauden cada vez que un vecino les deja unas monedas, que van directas a su roja hucha. Para ser más eficientes, deciden separar el grupo en dos y poder cubrir cada lado de la acera.
Unos acceden a pagar este peaje, pero muchos se niegan. La sanción es que se cuelgue una ‘llufa’ a sus espaldas. Algunos lo tienen bien claro, no van a aflojar el bolsillo: «Pues que me cuelguen la ‘llufa’, ¡yo no pago!». Hay un largo repertorio de excusas: «Ya hemos pagado, tendríais que dar un recibo». No falta la de «no tengo suelto». Mala suerte. Del monigote no se libran. Se les desea un feliz Día de los Inocentes, mientras se quitan y arrugan la ‘llufa’.
Otros niños también salen a probar suerte por su propia cuenta e intentar rascar «algún centimillo». «Tenemos que parar a quien tenga cara de simpático», ayudan los padre a preparar las estrategias. También les toca explicar la tradición de ‘fer barrera’ a los foráneos sorprendidos de ver cómo unos niños les retienen y ‘chantajean’. Se lo toman con sentido del humor y, en el mejor de los casos les dan unas anheladas monedas.

Hace un buen día y muchos han salido a pasear y comprar por el centro. Sobre todo por la peatonal calle Antoni Roig. Aquí la cosa cambia. Los viandantes son presa fácil, no se pueden librar. Los chicos con sus palos se frotan las manos. ¡No tienen escapatoria!
¿De dónde vienes?
Hay varias teorías, como se ha dicho, para establecer una causa y origen de esta curiosa tradición invernal. Peajes medievales, parodiar las medidas del gobierno, el intento del pueblo llano de emular la recaudación de impuestos... ¡Qué más da! Lo más importante ahora es que esta ancestral tradición vive, siglos o milenios después. Torredembarra podrá decir que, como si se detuviera el tiempo, sus niños y niñas mantienen vivo este recuerdo inmutable de eras pasadas, como ya hicieron sus padres y sus abuelos.