Aniversario reivindicativo

Olga Xirinacs cumplía 85 años el día que presentaba su libro 85, en un acto en el que se pidió el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes

12 mayo 2021 06:14 | Actualizado a 12 mayo 2021 07:05
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El calor de los tarraconenses arropó el martes 11 de mayo a Olga Xirinacs en su 85 aniversario, un emotivo cumpleaños que coincidía con la presentación de su último libro, Una bomba al jardí, también el número 85 de su dilatada trayectoria. Todo un vestíbulo del Teatre Tarragona no fue suficiente para acoger al público que se acercó hasta el auditorio para acompañar a la escritora. Un control de reservas en la puerta aseguraba a los presentes que las medidas contra la Covid-19 se cumplían.

Y por todo ello se disculpó Pitu Rovira, de La Capona, establecimiento organizador, aunque nadie fuera culpable, «por no haber podido realizarlo en la librería, donde tocaba». La presentación corrió a cargo de Pau Ricomà, alcalde y concejal de cultura del Ayuntamiento; del filólogo y también escritor Francesc Roig, así como del editor de Stronberg Editorial, quien acudió en lugar del reusense Jordi Cervera, director de la colección Stronberg Zura, ausente por motivos personales. Y con la colaboración de la Casa de les Lletres.

«Olga es una persona generosa. Nunca ha tenido un ‘no’. es también una militante y una activista cultural»
Pitu Rovira. La capona

«No es un libro de añoranza, sino de actualidad. No es un refugio, sino un deseo de fuerza para seguir adelante», dijo la reputada escritora y poeta. Sin embargo, Una bomba al jardí sí es una mirada a esa infancia lejana, a esos olores y esos sabores que todavía vienen a los sentidos. Pero, sobre todo, son unos versos que vuelven una y otra vez a ese compañero que ya no está. A ese beso que no encuentra unos labios. A ese abrazo que no consigue estrechar. A esa pareja de vida, siempre presente en la ausencia. «Soy la primera persona de mi familia que ha cumplido 85 años, pero también soy la primera que vive sola», sentenció Xirinacs, quien agradeció las muestras de afecto. 

Francesc Roig se detuvo en algunos de los versos, que abrieron boca entre los presentes. Recordó también la vivienda familiar, La casa de los explosivos, como se le había bautizado, una vivienda desaparecida, muy a pesar de la escritora. «Ahora no tenemos el encanto del jardín, pero la bomba existe y todavía se podría recuperar», apuntó. Un artefacto de la Guerra Civil que, sin peligro de detonar, hacía las veces de una mesita. Vaig créixer amb la bomba. A vegades hi posaven la geladora, que algú feia rodar fins a quallar el gelat. Llavors la bomba ja era útil, cuentan los versos.

«Olga es una persona generosa. Nunca ha tenido un no. Es también una persona crítica, cuando ha convenido. Una militante y una activista cultural, de las primeras presidentas de Òmnium Cultural», señaló el Pitu, quien reclamó para ella, sin nombrarlo, el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes, el único que le falta «y a alguien se le debería caer la cara de vergüenza». Sí le puso palabras Francesc Roig, que también lo reivindicó. 

Mientras, la homenajeada animaba a adentrarse sin miedo en la poesía. No ya en la suya propia, sino en la de los jóvenes, «que por suerte hay muchos». Flores de manos de Rosa Maria Codines, la presidenta de Òmnium Tarragonès, y una larga cola esperando el estampado de su firma cerraban la tarde.

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