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De ruta por Tarragona: Los secretos del bosque de Poblet

Exploraremos el mirador de La Pena mientras nos sumergimos en la historia del lugar gracias a ‘El Bosc de Poblet al llarg del temps’, el libro de Manel Martínez i García, natural de Vimbodí

22 mayo 2024 19:13 | Actualizado a 23 mayo 2024 07:00
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Extendido como un manto verde a caballo entre las Muntanyes de Prades y la Conca de Barberà, el bosque de Poblet es un lugar cargado de misterios donde aún encontramos huellas del pasado. Desde el monasterio se articulaba una red de caminos que unía el templo con las granjas que explotaban la riqueza del territorio donado por el conde Ramón Berenguer IV a mediados del siglo XII. En la ruta de esta semana, exploramos aquella parte del bosque que conduce al mirador de La Pena mientras nos sumergimos en la historia del lugar gracias a El Bosc de Poblet al llarg del temps, el libro de Manel Martínez i García, natural de Vimbodí.

Dificultad de la ruta

Determinar la dificultad de una ruta ya es de por sí una dificultad. Por suerte, existen escalas de graduación que establecen la dureza a partir de factores observables. El Método SENDIF, creado por la Taula de Camins de l’Alt Pirineu i Aran, sostiene que la dificultad de un itinerario de senderismo depende, por una parte, del esfuerzo físico que este supone y, por otra parte, de los obstáculos del camino. Desde el punto de vista de la dificultad, esta ruta es de dureza exigente debido a sus 11,28 kilómetros de distancia y 579 metros de desnivel positivo o subida. Si bien el único obstáculo son las pendientes pronunciadas, el ascenso total que ha de salvarse en la ida es desafiante. Por lo tanto, conviene apoyarse en los bastones de senderismo y moderar la marcha cuando aumente la inclinación.

Instrucciones de la ruta

Estacionamos en el aparcamiento del monasterio de Poblet y pasamos junto a la Font de l’Abat Siscar hasta llegar al panel de dirección que señala el camino al Tossal de la Creu, junto al Punto de Información de la Font de la Magnèsia. Tomaremos el sendero del Gran Recorrido (GR) 171.4, de bandas rojas y blancas, hasta el Mirador de La Pena. La vuelta, no obstante, la llevaremos a cabo por la senda de Colom. Tan pronto estemos en la fuente del mismo nombre, seguimos por el camino que conecta con la pista forestal del Camí de l’Argentada, que nos devolverá al punto de información.

El bosque de Poblet es un lugar mágico en el que advertiremos los vestigios de su pasado

Las granjas de Poblet

Repartido entre la Conca de Barberà y las Muntanyes de Prades, el bosque de Poblet, hoy Paratge Natural d’Interès Nacional (PNIN), ocupa una extensión de 2.256 hectáreas. En 1152, el conde Ramón Berenguer IV ofreció a la orden del Cister las tierras de Poblet para fundar en él un monasterio. Así las cosas, un grupo de religiosos procedentes del monasterio de Fontfreda se instalaron en la granja Mitjana. En este bosque, que debemos entender como una gran fuente de riqueza que sería motivo de disputa entre los monjes y los vecinos de los municipios aledaños por su aprovechamiento, encontramos los edificios de antiguas granjas de Poblet, entre las que se encuentran, La Pena o Castellfollit.

Estas unidades de territorio estaban conectadas mediante una red de caminos cuyo punto central era el monasterio, de manera que abrazaban el territorio donado por el conde. Si bien su epicentro era la casa o masía, donde los trabajadores disponían de sus dependencias, las granjas contaban en su haber con almacén y establo, ahora bien, en ellas no vivían los monjes en tanto que residían únicamente en el templo. La producción del conjunto, además, variaba en función de la ubicación de la granja. Por ejemplo, las situadas en el bosque eran, por lo general, menores que las del llano y solo practicaban la agricultura de subsistencia.

La incógnita del bosque

El bosque de Poblet es un lugar mágico en el que, si prestamos atención, advertiremos los vestigios de su pasado, como el castillo imposible de la Torre del Moro, cerca de la granja de Castellfollit. En el itinerario que nos ocupa nos topamos con un edificio enigmático que se nos presenta como un pozo de hielo, sin embargo, su interior no se corresponde con una construcción destinada a ello. ¿Por qué? Nos es desconocido su origen exacto, pero el que sería el pozo de mayor diámetro de estas montañas figura en un grabado de 1798, tal y como apunta Manel Martínez i García. En realidad, este edificio fue aprovechado en el siglo XX como casa forestal. No es necesario que nuestra imaginación lo reconstruya, dado que encontraremos una descripción del lugar en una publicación del Cuerpo Nacional de Ingenieros de Montes: «es un edificio que consta de planta baja, destinado a depósito de herramientas [...]. El piso principal destinado a albergue de obreros, capataz para 40 personas, y una habitación para el Ingeniero, y Auxiliar, y de una terraza destinada a secadero». Su historia no acaba ahí. En los años setenta, el ingeniero Julio de Mateu Navarro presentó un proyecto de restauración que proponía convertir el pozo en un museo en honor a Josep Reig, impulsor de los trabajos para reforestar el bosque.

Distancia: 11,30 km

Desnivel positivo: 579 m

Duración: 3 horas

Dificultad física: exigente

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