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El Barça engulle al Reus

El despliegue físico azulgrana se impone en la final ante los de Garcia, que no aprovechan su momento al inicio

09 mayo 2022 14:43 | Actualizado a 09 mayo 2022 14:55
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La final de Copa volvió a evidenciar que el Barça es un auténtico huracán físico. Hasta el día definitivo se había pasado por el torneo bajo un rostro discreto, aunque no necesita demasiado para solventar los partidos. Ante el Reus, en una nueva edición del clásico, recuperó su terrible despliegue físico para terminar con la resistencia rojinegra. Los de Edu Castro condicionan a los rivales con algo que no se les presume a las estrellas, el compromiso. El Barcelona actual no te avasalla con juego, pero sí te engulle por desgaste. Aprovecha su inacabable fondo de armario para intimidar cualquier ataque enemigo con una presión a toda pista asfixiante. Del resto se encarga su dominio extraordinario de los detalles. Si le perdonas, te castiga y el azulgrana no resulta un castigo cualquiera; te envía directamente a la enfermería.

Le pasó al Reus en la puesta en escena, cuando Marc Julià, extraordinario durante toda la competición, provocó la primera pena máxima de la final. Gelmà dispuso de dos opciones para superar a Sergi Fernández, el arquero rival, pero careció de tino. Esa acción había consolidado un arranque prometedor del Reus, agresivo y entusiasta, ayudado por el arsenal de hinchas que comparecieron por Lleida. El reclamo de este equipo no admite sospechas, cuando hay fiesta grande, sus fieles vuelven a juntarse en masa, sea donde sea.

El Barça confirmó su capacidad para agrandarse en los resquicios cuando, como el Reus, disfrutó de la primera pelota parada de la tarde. La diferencia se encontró en el acierto. Joao Rodrigues mandó el tiro directo a la valla, pero el rechace cayó dulce y puntual en su stick. En la segunda oportunidad no falló ante Càndid Ballart, ayer titular en la portería reusense. Del penalti de Gelmà al de Rodrigues apenas se consumieron varios segundos. No es lo mismo empezar con ventaja la final que sin ella. Y más ante un enemigo tan poderoso y cirujano.

Querer y no poder

Por aquel entonces, Edu Castro ya había mandado a su equipo a presionar a campo abierto, consciente de que su banquillo le ofrece, incluso, mejores opciones de las que tiene en pista. La rotación azulgrana marca diferencias con el resto de clubs de casi todo el mundo, incluido el Reus, que a pesar de todo compitió sin complejos. Mientras el marcador no le indicó gesta utópica, probó con frecuencia a Sergio Fernández, pero para perforar al meta del Barcelona se precisa ojo clínico y stick preciso. No hubo.

Resulta conmovedor ver cómo un grupo con exceso de talento enseña tanta solidaridad cuando le toca recuperar la pelota. En eso, el Barcelona ha creado patente, un sello de identidad. A veces, sus figuras celebran más un robo o una cobertura defensiva que un gol. El compromiso lo ha considerado como rasgo innegociable su entrenador. Parece que el mensaje ha convencido a sus chicos.

A pesar de la asfixia que le imprimía su rival, el Reus no le perdió la cara a la final. Lo ha hecho durante la Copa, se ha mantenido firme, rebosante de personalidad, siempre que le han incomodado. Aunque esta vez el resultado no le da razón, el equipo y su entrenador han encontrado un espejo interesante para la evolución. Su actuación en el Onze de Setembre durante los tres días de competición ha resultado notable. Poco reprochable. Con esa actitud intentó el Reus hallar caminos para dañar la guarida azulgrana, sobre todo con el manejo maravilloso de Aragonès y la técnica individual para el mano a mano de Julià. Faltó la contundencia de horas antes.

Para la efectividad levantó la mano Matías Pascual, que prácticamente cerró la final a un suspiro del intermedio. Arropado en dos destellos, el primero de ellos sin peligro aparente. El segundo, a milímetros de la bocina. Otra característica del Barcelona; parece distraído pero no lo está. Se lo hace. Sin avisar dominaba la final con un 3-0 terrible.

El dolor psicológico de ese resultado tan abultado no permitió a los jugadores de Jordi Garcia creer en la épica, en cambio, el Barça caminaba firme, reforzado por su plan. De hecho se permitió la licencia de cambiar a los porteros en el descanso, un aspecto poco influyente en su caso. Sergi Fernández o Aitor Egurrola, sinceramente da lo mismo. Quizás estamos hablando de dos de los cinco mejores guardaredes del Mundo.

El cuarto gol de Nil Roca quedó en anécdota porque el desenlace estaba escrito, hasta el punto que el segundo episodio cayó en una inercia hasta de bostezo. El Reus lo intentó espoleado por su gente, pero amenazó poco y hasta decidió no desnudarse demasiado. Normal en un escenario tan desfavorable. El 4-0 de Roca cayó cuando todavía restaban 15 minutos. Eso sí, no hubo más sangre y sí una paz interina. Hasta el próximo clásico.

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