El urólogo de Vandellòs que fue propuesto para el Nobel

Salvador Gil Vernet fue un referente mundial de la urología a mediados del siglo pasado. Su trabajo, aún vigente

04 septiembre 2018 12:24 | Actualizado a 08 septiembre 2018 15:13
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Salvador Gil Vernet (Vandellòs, 1892 -Barcelona, 1987) fue un apasionado de la biología. De niño, cuando finalizaba el curso escolar en Tarragona y regresaba a Vandellòs, disfrutaba de sus vacaciones de verano clasificando y herborizando plantas con la ayuda de un libro de claves de botánica.

Su gran ilusión era llegar a ser profesor de Ciencias Naturales. Estudió bachillerato en el Instituto General y Técnico de Tarragona. Era un gran estudiante. Y cambió de planes. «Al finalizar el Instituto, y por razones que desconozco, cambió la botánica por la medicina», cuenta su nieto, José María Gil-Vernet (Barcelona, 1957), que acaba de publicar el libro sobre su abuelo The Art of Transforming Science. Salvador Gil Vernet’s modern understanding of Urologic Anatomy.

Salvador Gil Vernet se convirtió en un prestigioso urólogo. En los años 50 y 60 del siglo pasado, el Servicio de Urología del Hospital Clínico de Barcelona, con él a la cabeza, se convirtió en un referente internacional en este campo. «Grandes especialistas de Europa y América iban para aprender nuevas técnicas tanto de laboratorio como quirúrgicas», explica José María, que también es urólogo y tiene su propio centro en la ciudad condal.

La aportación más relevante de Salvador fue el conocimiento preciso de la próstata: estableció, por primera vez, una subdivisión anatómica de la glándula prostática en diferentes zonas o regiones, que sirvió para demostrar que enfermedades como la hiperplasia benigna o el cáncer surgían en áreas distintas.

Sus investigaciones anatómicas supusieron un gran salto adelante en la urología. Tanto es así que varias sociedades científicas, nacionales e internacionales, le propusieron en esa época para lograr el premio Nobel de Medicina.

«Creo que si hubiera llevado a cabo sus investigaciones con amplios recursos y apoyo tecnológico, habría abierto nuevas líneas de investigación en fisiología y bioquímica urogenital y entonces sí hubiera sido un firme candidato al Nobel. Él siempre sintió la falta de apoyo de otras disciplinas básicas que hubieran complementado y potenciado sus estudios», afirma su nieto.

Salvador Gil Vernet fue un médico-investigador al que no le bastó con conocer los entresijos de su especialidad

De hecho, en 1972, el médico de Vandellòs escribió: «Estoy convencido de que si se diera el caso de un profesor de urología que a la vez conociera a fondo la física y la química biológicas, estaría en condiciones de resolver problemas que hoy permanecen sin solución».

Salvador Gil Vernet fue un médico-investigador al que no le bastó con conocer los entresijos de su especialidad, su deseo era sentar sus bases científicas. A los 25 años fue pionero de una técnica de anestesia epidural que, a través del canal sacro, era adecuada para las operaciones de próstata. En su doble condición de anatomista y urólogo, llevó a cabo una profunda investigación en la anatomía microscópica y topográfica de la pelvis y del periné.

«Este conocimiento le permitió descubrir, entre otros hallazgos,  la exacta disposición de los nervios de la erección, así como la estructura precisa de la próstata y del esfínter uretral externo. A partir de ahí, consiguió desarrollar nuevas técnicas quirúrgicas para el tratamiento del cáncer de próstata más eficaces y menos mutilantes, que respetan la erección y la continencia urinaria en lo posible», explica José María.

Era tal el interés que despertaban sus investigaciones que un urólogo italiano de la Universidad de Florencia, el profesor Francesco de Gironcoli, le pidió que escribiera un libro en inglés recopilando sus trabajos sobre morfología y función de la musculatura urogenital. Vio la luz en 1968 y todavía hoy, cincuenta años después, se sigue citando en las publicaciones científicas.

Nombrado presidente de la Sociedad Internacional de Urología

Salvador, además, fue nombrado en 1967 presidente de la Sociedad Internacional de Urología, cargo que ostentó hasta 1973. Es el único urólogo español que ha alcanzado ese honor. El premio Nobel de Medicina estadounidense Charles Huggins le invitó, en 1962, a dar una serie de conferencias en la Universidad de Chicago.

El médico vandellosense triunfó en su profesión, pero ¿cómo era como persona? «Era introvertido, aunque cariñoso con sus nietos. Lo recuerdo como un trabajador incansable, a pesar de que ya estaba jubilado. Pasaba las tardes dedicado a sus publicaciones y dictando los trabajos que mi primo Salvador, también médico y especialista en nefrología y trasplante renal, tecleaba en un vieja máquina de escribir», dice José María.

En su juventud vivió exiliado en Francia e Italia. Al poco de estallar la Guerra Civil, el 19 de agosto de 1936, el gobierno republicano de Manuel Azaña le cesó de sus funciones docentes como catedrático de la Universidad de Barcelona (otros seis compañeros suyos se encontraron en esa situación).

«Es el principio del acoso y derribo de todos aquellos catedráticos que no comulgaban con las ideas del Gobierno de la II República. Después, perseguido por los anarquistas, no tuvo más remedio que huir al exilio. Su hijo mayor, Salvador, un adolescente, fue capturado y llevado a la checa de San Elías para ser interrogado sobre el paradero de su padre», relata su nieto. 

Salvador abandonó Barcelona con la protección de los consulados francés y nicaragüense y se marcó a Francia a bordo del buque francés Cortés II. Vivió en Toulouse y luego se fue a Italia, donde participó en la fundación de la Asociación Mediterránea de Urología.

José María ha seguido los pasos de su padre -también urólogo- y su abuelo, a quien considera su referente. «Es admirable cómo fue capaz de superar todos los obstáculos y limitaciones de su época para enfocar los problemas que planteaba la urología de manera científica», concluye.

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