Arantza Portabales: «En la vida es muy necesario el sentido común y cada vez se aplica menos»

‘El hombre que mató a Antía Morgade’ es el nuevo caso de Abad y Barroso

09 agosto 2023 08:26 | Actualizado a 09 agosto 2023 10:00
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Tras el éxito de Belleza roja y La vida secreta de Úrsula Bas, Arantza Portabales llega con un nuevo caso de Abad y Barroso, El hombre que mató a Antía Morgade, publicado por Lumen. En esta ocasión, la trama arranca en Santiago de Compostela en 2021, cuando seis amigos acuden a una cena de reencuentro tras más de dos décadas sin verse. Durante el espectáculo de fuegos artificiales previos a la festividad del Apóstol, un disparo a bocajarro acaba con la vida de uno de ellos. Pronto quedará patente que la clave del asesinato se remonta a lo sucedido en el piso de menores tutelados que compartieron de adolescentes: el suicidio de Antía Morgade después de que uno de sus educadores, Héctor Vilaboi, abusara de ella.

Trata un tema alarmante en la sociedad como es el del suicidio adolescente.
En todas mis obras he tocado la enfermedad mental y el suicidio, dos temas que la pandemia ha puesto encima de la mesa. Yo vivo en el norte y aquí la nube y la ausencia de luz pesa mucho. El suicidio es un tema real, solo el año pasado hubo más de 4.000, por lo que me parece que no está de más darle una visibilidad. Estoy totalmente en contra del ‘efecto llamada’. Nadie se va a suicidar por haber visto en un periódico que otra persona lo haya hecho.

¿La falta de luz afecta?
Estoy totalmente convencida. El estado depresivo tiene mucho que ver con la energía y creo que está demostrado. Cuando alguien está deprimido y todo alrededor es oscuridad y ausencia de vitalidad, al final, el entorno ayuda. Hay una conjunción y, evidentemente, son importantes los contextos sociales, los momentos de crisis... Todo tiene que ver.

Ha cambiado la burguesía en esta novela.
Me encanta porque damos por hecho que en las novelas negras tiene que salir todo lo desfavorecido. Y siempre digo que la esencia es idéntica. Después, en determinados ámbitos, las cosas se viven de otra manera pero la gente que es mala en esencia, siempre lo es; el maltratador es maltratador, esté casado con alguien con muchísimo dinero o sea una persona que lleve veinte meses en el paro.

La cambia por los jóvenes con graves problemas.
Necesitaba que estuvieran indefensos. Por eso elegí el tema de los menores tutelados para esta novela. Es una historia de miedo porque se va estrechando el cerco sobre los chavales, van a por ellos justamente por su pasado. Y si ellos, ya adultos, tuvieran recursos suficientes, se defenderían de otra forma. Pero son gente que viene muy lastrada, muy dañada, que ya el sistema les falló muchas veces en el pasado cuando eran menores, cuando pusieron al lobo a defender a las ovejas. Ahora saben que son potenciales víctimas y los tratan como sospechosos.

Un accidente le destruye el futuro a uno de sus protagonistas, que lo tenía todo para vivir una buena vida.
Es el caso más terrorífico. No quiero decir que no sea terrorífico que nunca nadie cuide de ti, pero es terrible que tengas una vida estable y normal y de repente todo se caiga y te quedes desvalido y solo. Siempre lo comparo con quedarse ciego de mayor. La gente que es ciega de nacimiento no ha conocido otra cosa, pero el resto que pierde la vista es plenamente consciente de todo lo que está perdiendo. Esto es un poco lo mismo y por eso esta realidad de los chavales tutelados, la construcción psicológica de los personajes me pedía eso y creo que los libros están para poner sobre la mesa todo lo que tenemos alrededor.

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‘El hombre que mató a Antía Morgade’... Se sabe que es un hombre, a priori.
Es la novela con más espóilers. Ya sabemos que se muere Antía y que es un hombre su asesino. Luego, es una novela mía por lo que evidentemente, los lectores dudarán. El título lo escogí porque la novela habla mucho del duelo y de la culpa y todos los personajes necesitan culpar a alguien de la muerte de Antía Morgade. Todos focalizan su odio y su sentimiento de liberación y de redención a través de ese hombre, especialmente Carlos Morgade. Necesitan culparlo a él para sentirse ellos menos culpables, pero no lo consiguen.

¿Porque todos lo son un poco?
Creo que sí. Hay una frase clave cuando se dice que «son chicos de la rabia, acostumbrados a mirar hacia otro lado». Es algo que, en general, también nos pasa a nosotros. Es una realidad que tenemos ahí, pero también miramos hacia otro lado. Igual que cuando vamos al supermercado y vemos a alguien en la puerta pidiendo y avanzamos sin hacerle caso. Pensamos que querrá el dinero para drogas o alcohol, que seguramente no lo necesitará tanto. Y realmente, todas esas cosas nos las decimos para sentirnos bien, para no dar la vuelta porque sabemos que no podemos hacerlo con todo el mundo. Esos mecanismos de defensa ellos también los tienen y saben que tendrían que haber hecho algo. Es más fácil culpar a otro, al abusador. Igual la culpa también es de ellos por no haber denunciado el abuso si lo sabían.

Hábleme de los policías. También tienen su historia.
Los libros son autoconclusivos, se pueden leer perfectamente porque son casos distintos. Pero la vida en comisaría evoluciona desde el primer volumen y Santi Abad lo resume muy bien: Primero fuimos compañeros de trabajo, después fuimos pareja, después fuimos amantes y ahora ya solo somos amigos. Ellos hacen saltar por los aires todos los ítems canónicos de las relaciones pero no es ni más ni menos que lo que está pasando en la calle. La gente no se conoce y va a pasear los domingos y al cine para hacerse novios y casarse por la Iglesia. Entonces, han evolucionado mucho porque en el primer libro Ana Barroso tiene 27 años, es madre de un hijo de 11, es policía, vive en un mundo de tíos y se abre paso a codazos. Y él es un tío que tiene un episodio de malos tratos con su mujer y es consciente de que el problema está en él, que es un poco lo que lo diferencia del resto de maltratadores, sin dejar de ser él un maltratador.

Tiene un problema de violencia en general.
Efectivamente, no solo con su mujer, sino con todo el que le lleva la contraria. Tiene que lidiar con la conciencia de que debe superar al monstruo que lleva dentro y ella, en esta evolución de su relación, al principio no sabe cómo es él, luego le teme y ahora se encuentra en este punto en que se conocen de verdad, pues hablando dos años en la distancia por whatsapp igual se puede conocer a alguien mucho más que trabajando día a día codo con codo porque a veces a la cara no se dicen según qué cosas. Me siento cómoda con ellos porque en esta entrega, por ejemplo, me gusta mucho cómo crece profesionalmente Ana Barroso: tenemos dos líneas de investigación claras, una del comisario y otra del inspector y a ella en el medio en un triángulo personal, pero también profesional en el que pone siempre un punto de sentido común. En la vida es muy necesario el sentido común y cada vez se aplica menos. Nos estamos agarrando tanto a la literalidad de las palabras que estamos perdiendo sentido común.

¿Los matarán a todos? Es la gran pregunta de la novela.
Es como un Titanic. Sabemos, desde el principio, que va a haber un iceberg y que se va a hundir. Entonces, vamos acompañando en el hundimiento. No había casi redención posible para ellos.

¿Eso no es muy duro?
Más o menos a lo largo de la novela comienzan a redimirse, solo que no tienen oportunidad. Es una novela negra y yo soy más de finales abiertos, no tanto de finales felices. Cuando la vida continúa no tiene punto y final y cuando algo es posible que suceda, generalmente sucede.

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