A los futuros bailarines y bailarinas les diría que crean en el talento, pero sobre todo en el trabajo, que es más garantía de éxito». Han pasado dos décadas desde que Aleix Mañé (La Canonja) decidiese presentarse al Premi Internacional de Dansa Roseta Mauri, del que quedó finalista.
Corría el año 2002 cuando, recuerda, «decidí participar por mi cuenta, ya que me llamó la atención el jurado y la posibilidad de acceder a alguna de las becas internacionales».
Hoy volverá a pisar el escenario del Teatre Fortuny en la X Gala Premi Internacional Roseta Mauri que se celebrará a partir de las 20.30 horas. Las entradas -cuyo precio oscila entre los 10 y 30 euros- se pueden adquirir a través de la web www.teatrefortuny.cat.
Al respecto, la directora artística del certamen de carácter bianual, Cristina de Anciola, asegura que «esta décima gala es especial porque cerrará una etapa, ya que hemos invitado a bailarines y bailarinas que en su día fueron concursantes y finalistas».
En este sentido, destaca que «algunos de ellos y ellas están trabajando en compañías de prestigio después de ser concursantes del Premi Internacional de Dansa Roseta Mauri, una experiencia que ha supuesto un impulso a sus carreras».
En particular, Aleix Mañé es un ejemplo. «En 2006 ingresé en la Compañía Nacional de Danza bajo la dirección de Nacho Duato, donde he estado durante 16 años. Ahora, desde septiembre, combino mi carrera como bailarín y coreógrafo freelance, con la coordinación pedagógica y artística del Taller Coreográfico del Real Conservatorio Profesional de Danza», explica el tarraconense, quien hace hincapié en su «vocación innata por la danza desde que era pequeño, y mis padres, en todo momento, me han apoyado porque entendieron que la danza era el único camino que podía seguir».
En la gala de hoy se subirá al escenario en dos ocasiones, una para presentar en solitario Puñal, y, otra, acompañado de Aida Badia, en la coreografía NauJ. «Esta última es una pieza intimista de lenguaje neoclásico que trata las relaciones humanas, el desapego, el distanciamiento y la cercanía, las grietas y las heridas del alma», describe el coreógrafo.
Del mismo modo, Raúl Izquierdo (Barcelona), ganador de la última edición del certamen, sintió su vocación por la danza de manera precoz. «A los doce años decidí que quería dedicarme a la danza de forma profesional, porque disfrutaba muchísimo y era especial», afirma el joven bailarín, quien está a las puertas de cumplir 18 años.
Por ello, se presentó al certamen «motivado por el hecho de que si ganaba algún premio, podía ir a estudiar al extranjero». Así, ahora está estudiando en Ámsterdam. «En mi carrera, ganar el primer galardón, del décimo Premi Internacional de Dansa Roseta Mauri, ha significado poder estudiar en Ámsterdam, por lo que cuando acabe los estudios, podré audicionar para una compañía y, con suerte, bailar profesionalmente», afirma Raúl Rodríguez.
Espíritu humano
Por esta razón, poder actuar este fin de semana en el Teatre Fortuny es una oportunidad para «compartir con el público lo que me gusta, que es bailar», afirma y añade que «mis expectativas a largo plazo son dedicarme a la danza en una gran compañía como bailarín principal y, con suerte, lo conseguiré».
Fundado en el año 2022, por iniciativa de la Fundació Privada Teatre Fortuny y la colaboración del Consorci del Teatre Fortuny, por el Premi Internacional de Dansa Roseta Mauri han pasado 285 concursantes, de 21 nacionalidades diferentes.
«El concurso es una experiencia tanto profesional como personal. Por un lado, los participantes tienen la oportunidad de convivir con otros y otras jóvenes de su misma edad con quienes comparten los mismos objetivos, y, por otro lado, es un intercambio de conocimientos con el profesorado y el jurado. En definitiva, el premio y las becas les enriquecen en muchos aspectos», afirma la directora artística. En cuanto al eco internacional del certamen, Cristina de Anciola dice que «lo hemos logrado picant molta pedra, es decir, posicionándonos como un certamen de primer nivel, a través de las clases eliminatorias y del jurado».
Si bien, la misma subraya que «no nos interesa solamente que los participantes salgan reforzados a nivel técnico, sino que también lo hagan a nivel humano». En otras palabras, «a pesar de la exigencia técnica, que es inevitable, fomentamos la humildad, el trabajo, el sacrificio y el rigor bien entendidos, a través vínculos afectivos entre todos los participantes».
