¿Esenciales?

Hace tres años estábamos confinados. Fueron tiempos duros en los que aplaudíamos la valentía de los sanitarios que luchaban en primera línea contra un virus letal y desconocido y en los que valoramos la importancia de unos trabajadores que se hicieron –siempre lo han sido, pero muchos lo descubrieron entonces– esenciales. Reponedores y cajeros de supermercado, limpiadores, transportistas... disfrutaron de un reconocimiento que la sociedad siempre les había negado. E, ilusos, llegamos a pensar que ahora sí, que serían tratados como corresponde a unas tareas tan cruciales. Pero nada, su gozo –y el de quienes consideramos de justicia su reconocimiento y dignificación–, en un pozo. Un informe de la Organización Internacional del Trabajo revela que el 29% de los empleados en esos sectores clave están mal pagados (cobran un salario inferior a dos tercios de la media), y que en promedio ganan un 26% menos que los demás trabajadores. Además, casi uno de cada tres trabajadores esenciales tiene un contrato temporal y un 46% padece un horario excesivamente prolongado, de más de 48 horas semanales. Un agravio para unos trabajadores que, por su mayor exposición al virus, sufrieron tasas de mortalidad más elevadas que la media. Fuimos muchos los que en algún momento pensamos que de aquella experiencia tan traumática saldría un mundo mejor. Pero nada. Es duro comprobar cuán desmemoriados, ingratos e injustos somos. Y eso que son ‘esenciales’.