La circularidad es la clave

01 febrero 2022 15:00 | Actualizado a 01 febrero 2022 15:06
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Que el cuidado del medioambiente, la sostenibilidad y la necesidad de reducir la huella de carbono se hayan posicionado en el centro del debate social es sin duda uno de nuestros principales logros como sociedad. Es imposible que una transformación del calado de la que estamos afrontando pueda tener éxito sin el convencimiento de la mayoría de la población, y ésta ya la tenemos. 

Todos estamos ya familiarizados con conceptos como transición energética, el hidrógeno verde, o azul, la energía fotovoltaica…y estamos acostumbrados a que los vehículos eléctricos sean una realidad que crece a un ritmo de dos dígitos periodo tras periodo. 

Poco a poco vamos consiguiendo que la voluntad política se posicione de forma inequívoca para favorecer este proceso, si bien es cierto, y la reciente cumbre de Glasgow es un ejemplo, que no a la velocidad deseada, ni con la implicación de algunos de los actores principales. 

Tenemos voluntad social y tenemos voluntad política, pero en una sociedad capitalista como la nuestra (seguro que a unos les gusta más que a otros, pero es la realidad en la que tenemos que llevar a cabo esta transformación), hay un tercer poder que es clave, y es el económico. Las grandes corporaciones han evolucionado su discurso, y las políticas de responsabilidad social corporativa han pasado de ser unas pocas páginas en la memoria anual a convertirse en un elemento central de las estrategias de la empresas, al amparo de los principios ESG (Environment, Social & Governance). Blackrock, uno de las principales gestoras de fondos de inversión del mundo, recomendaba recientemente, a través de su Presidente, que los Consejos de Administración de las empresas desarrollen planes de sostenibilidad compatibles con sus estrategias de negocio. Por poner algún otro ejemplo, tenemos un Índice Dow Jones que incluye sólo empresas con una alta puntuación en materia de sostenibilidad, y existen bonos “verdes” para financiar proyectos sostenibles.

Y es que la transición energética, el camino a la sostenibilidad, debe ser sostenible desde el punto de vista económico. No importa que pensemos en las economías domésticas o en las nacionales. Esta transformación requiere cantidades enormes de recursos económicos, requieren inversión en I+D, nuevas infraestructuras productivas, nuevas instalaciones logísticas, requiere en definitiva mucho dinero. 

La palabra transición implica progresividad, y los proyectos de economía circular deben jugar un papel clave en esta transición. De hecho, la circularidad es una de las bisagras entre la sostenibilidad medioambiental y la sostenibilidad económica. 

Por supuesto que el futuro es el hidrógeno verde, y estamos trabajando en ese futuro, pero deberá transcurrir algo de tiempo y muchos millones de euros para que esa energía esté disponible en la cantidad y al precio necesaria, así que mientras tanto podemos pensar en capturar y almacenar el CO2 que hoy emitimos en la utilización del hidrógeno gris, y permitiendo la utilización de ese CO2 en proyectos circulares. Y así reducir nuestra huella de carbono.

Del mismo modo, el desarrollo alcanzado por la nueva generación de ecocombustibles, neutros en carbono, permite seguir utilizando no solo las infraestructuras logísticas actuales, sino también los vehículos actuales. Y de nuevo reducimos nuestra huella de carbono.

Tenemos múltiples ejemplos, algunos en nuestro territorio, de cómo una correcta gestión de los residuos plásticos pueden dar lugar a proyectos sostenibles de obtención de productos químicos o de energía (Waste to Chemicals & Waste to Power). Y volvemos a reducir nuestra huella de carbono al reaprovechar nuestros residuos.

En definitiva, está en nuestras manos hacer de ésta una transición inteligente, equilibrada, en la que criterios como la circularidad y la neutralidad tecnológica estén presentes, en la que seamos capaces de avanzar de manera progresiva, pero desde ya. 

Porque lo perfecto es enemigo de lo bueno, y a veces es mejor empezar a caminar con algo bueno. Porque el calentamiento global es una realidad que no va a esperar a que encontremos la solución perfecta.

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