8-M: echar la vista atrás para coger impulso

Varias feministas históricas españolas recuerdan cómo vivieron sus primeras protestas tras la dictadura de Franco y destacan que muchas de sus reivindicaciones aún siguen vigentes

07 marzo 2022 19:20 | Actualizado a 08 marzo 2022 06:27
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«Ni una mujer en la cárcel», «ni una mujer sin trabajo», «igual trabajo igual salario» o «aborto libre» fueron algunas de las reivindicaciones de las primeras marchas en España del 8 de marzo una vez muerto el dictador, que supusieron el germen de la explosión en las calles que se vive cada año en esa fecha en España.

Varias de esas proclamas aún siguen muy vigentes hoy en día: las mujeres cobran menos que los hombres y el desempleo las golpea con más fuerza, pero también se ha avanzado mucho y en poco tiempo, tal y como señalan varias feministas que recuerdan cómo vivieron esas primeras protestas tras la dictadura, a finales de los años 70.

Coordinación en acciones comunes

La primera manifestación autorizada en Madrid por el 8 de marzo tras la Guerra Civil fue en 1978, pero un año antes ya se celebró un acto en el Pozo del Tío Raimundo, en Madrid, en el que se dio un mitin, convocado por la plataforma de organizaciones feministas, recuerda la catedrática emérita de Historia Contemporánea de la madrileña Universidad Complutense, Gloria Nielfa. Ella no acudió a ese acto pero sí participó en una acción que tuvo lugar la madrugada del 8 de marzo de 1977, organizado por el Frente de Liberación de la Mujer al que pertenecía.

Esa acción consistió en colocar globos en estatuas, farolas, también de los árboles de los que colgaban pancartas con distintos lemas. Fueron protestas que brotaron fruto de las semillas que casi dos años antes pusieron cerca de 500 mujeres en Madrid en diciembre de 1975, días después de la muerte de Francisco Franco, cuando cerca de 500 mujeres se reunieron de forma semiclandestina en un colegio de Madrid para plantear «montones de reivindicaciones». «No se anunciaron públicamente en ningún sitio, no se dijo tampoco por teléfono el lugar donde se iban a celebrar porque todas teníamos miedo por si lo teníamos pinchado», señala la catedrática y activista feminista, que califica esas jornada de «hito importante» para el feminismo.

8 de marzo de 1978

Llegó el 8 de marzo de 1978. La primera marcha en la capital fue convocada por la plataforma de organizaciones feministas pero fue la autoridad gubernativa la que eligió el recorrido: en el Paseo de Pintor Rosales. «No era en un barrio en absoluto amigo, más bien al contrario, de hecho, acabaron apareciendo los fachas e intervino la Policía, tuvimos que salir corriendo», recuerda Justa Montero, que entonces tenía 20 años, estudiaba en la universidad y formaba parte de la Asociación Universitaria para el Estudio de los Problemas de la Mujer.

Subraya que la dictadura había supuesto la negación de los derechos a toda la población y rompió la continuidad de la lucha por la igualdad que hubo durante la República y la Guerra Civil. Esas feministas de entonces «fueron silenciadas, encarceladas asesinadas o se tuvieron que ir al exilio y se quedó como un vacío», afirma Montero, con lo que «se tuvo que empezar casi de cero».

Nielfa, señala que para esa manifestación del 78 se redactó un manifiesto que insistía en la necesidad de que las mujeres tuvieran «un puesto de trabajo sin discriminación» y en que «a igual empleo, igual salario».

Amnistía para las presas por delitos específicos

Pero también exigían la amnistía para las que se encontraban presas por los llamados «delitos específicos», como por aborto, adulterio o prostitución. Y es que había unas 350 mujeres privadas de libertad por esos delitos, además de las que se encontraban en la cárcel por pertenecer a asociaciones ilícitas o sindicatos, las consideradas presas políticas.

«El adulterio se penalizaba de forma distinta si era el hombre o la mujer. Al hombre había que pillarlo in fraganti, en la casa conyugal con otra persona, pero a la mujer se la podía denunciar por la simple sospecha y hubo juicios a mujeres por eso. Veníamos de una situación terrible en la concepción de los derechos de la mujer, el mandato era ser madres y esposas», expone Montero.

Emoción y alegría

Para las feministas españolas, poder marchar ese 8 de marzo supuso una gran emoción, una alegría. «Recuerdo sobre todo la sensación de poder, con muchísima fuerza de saber que éramos muchas aunque en esa primera manifestación no éramos tantísimas, pero teníamos por delante muchísimo por hacer y conquistar y no sentíamos con la fuerza colectiva para hacerlo», continúa Montero.

En Barcelona, la protesta tuvo lugar en un escenario donde ya se habían reunido antes las feministas, frente a la cárcel de Mujeres de La Trinidad, según recuerda la activista Montse Cervera. «Ya en 1976 hicimos protesta frente a la cárcel a la que fueron cientos de mujeres, y volvimos en el 77, cuando nos reunimos 2.500 personas», señala Cervera, quien estuvo en la cárcel del 73 al 76 por ser militante de la Liga Comunista Revolucionaria y por eso siempre dice que se perdió los primero años del inicio del movimiento.

Desde entonces, no ha habido año, salvo por la pandemia, que las mujeres españolas no hayan salido a la calle en defensa de sus derechos, para celebrar lo conseguido por las abuelas, por las madres y para dejar un mundo mejor a las hijas e hijos.

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