Nacimientos por los suelos y más muertes que en plena pandemia

El invierno demográfico se agrava tras la Covid. Hay 15 partos y 22 fallecidos en Tarragona al día. En 2022 hay más decesos que en 2020 y 2021. La inflación frenará aún más la natalidad

17 septiembre 2022 20:19 | Actualizado a 18 septiembre 2022 18:00
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Arrecia en Tarragona un invierno demográfico que la Covid-19 y la posterior crisis económica, que galopa sobre una inflación del 11%, no han hecho más que agravar. En la provincia nacen 15 niños cada día y mueren 22 personas, según la media de este año. Hace justo una década la dinámica era prácticamente opuesta: nacían 23 y morían 18. Pero el descenso de la natalidad ya se había iniciado por entonces, en pleno socavón financiero por el estallido de la burbuja. El vuelco se produjo en 2017, cuando ya hubo más muertes que nacimientos en el global del año.

«Estamos ya en un crecimiento natural negativo, de forma que si no hubiera migraciones Tarragona estaría perdiendo población. La Covid ha acentuado aún más este factor de la sobremortalidad», desgrana Joan Alberich, profesor de Geografia en la URV.

Pero no todo empieza en la pandemia. «La dinámica ya lleva tiempo manifestándose. A grandes rasgos, la natalidad baja por factores sociales pero también demográficos», dice Alberich.

Generaciones vacías

Una explicación a este repliegue sin precedentes desde los años 90 hay que encontrarla en la propia pirámide poblacional. «La natalidad depende mucho de la estructura por edades que tenemos. ¿Cuántos padres y madres potenciales tenemos? Ese grupo de jóvenes de entre 30 y 40 se va haciendo cada vez más pequeño, de forma que no tenemos una estructura favorable a tener hijos», cuenta Alberich. La razón hay que buscarla en «esas generaciones bastante vacías, poco numerosas, que nacieron a finales de los 80 y principios de los 90», tiempos de baja natalidad. «Cuando han pasado 30 años y ha llegado la edad de ser padres vemos que son grupos poco numerosos. La demografía es una ciencia bastante cíclica, en la que generaciones más o menos vacías pueden dar lugar a otras relativamente vacías también», dice Alberich.

«Estamos en un crecimiento natural negativo y la Covid ha acentuado esa sobremortalidad», dice Joan Alberich, profesor de Geografía en la URV e investigador del grupo GRATET de Anàlisi Territorial

Pero hay otros factores, fundamentalmente económicos, que han hecho que en 2022 los nacimientos en Tarragona bajen un 9% respecto a 2019 y acumulen un batacazo del 31% respecto a 2012. Es más, ni siquiera en 2021, un año ya con la vacunación contra la Covid-19 extendida y perspectivas esperanzadoras, se mejoraron las cifras del aciago 2020. 6.200 nacimientos en el año de irrupción de la pandemia y 6.116, 84 menos, en 2021. «Puedes tener muchos candidatos potenciales a ser padres y otra cosa es qué deciden hacer. Por eso miramos la tasa de fecundidad pero vemos que está a la baja, va en retroceso por factores como la dificultad para la conciliación familiar y laboral, por la situación económica, el difícil acceso a la vivienda... y nada hace pensar que la natalidad volverá a crecer, más aún si estamos a las puertas de una nueva crisis económica. No es para ser optimistas», cuenta Alberich.

En el análisis mensual de los datos, Tarragona se ha situado este año en baremos bajísimos, casi en la línea del socavón que generó el Gran Confinamiento Domiciliario de marzo a mayo de 2020. Nueve meses después de la reclusión en casa y el primer estado de alarma, no hubo baby boom ni nada parecido por tener más tiempo libre; al contrario, diciembre de 2020 y enero y febrero de 2021 registraron las cifras más bajas en más de 20 años, una consecuencia lógica tras tanta incertidumbre. Si se tocó fondo entonces con 439 nacimientos en un mes, ahora nos movemos en una horquilla entre 423 y 453, según el balance del primer semestre de este año. El resultado es que de enero a junio ha habido 2.813 nacimientos en las comarcas tarraconenses, una cifra inferior a la de 2021 (2.857) y a la de 2020 (2.999). Es el dato más bajo en 23 años. Hay que volver a 1999 para ver otro inferior.

Pau Miret, profesor colaborador de los estudios de arte y humanidades de la UOC e investigador del Centre d’Estudis Demogràfics, confirma que sin prosperidad no habrá nacimientos al alza: «En el primer semestre de 2021 hubo un repunte, pero respondía solo a los nacimientos planificados que no se llevaron a cabo en 2020». Pero más allá de eso, «la tendencia es de caída, porque el futuro económico no pronostica nada bueno». Miret detalla que «no hay ningún tipo de política familiar que pueda facilitar tener hijos» y, además, «la natalidad va paralela a las fases económicas». «También tiene que ver con los niveles de emancipación, con el precio de las cosas básicas, y ahí la vivienda es fundamental, y todo eso influye en un contexto tan negativo», añade.

Un breve respiro en 2021

El otro índice a analizar es la mortalidad. La Covid-19 disparó anómalamente las puntas de fallecimientos en 2020 y 2021, sobre todo en las olas más virulentas. La vacunación permitió amortiguar esa dinámica, y ya el año pasado el número de muertes globales en Tarragona descendió ligeramente, de 8.063 a 7.581, según los registros del INE.

«La estructura de la población por edades cada vez está más envejecida», diagnostica Pau Miret, sociólogo y profesor en la UOC

A pesar de que una pandemia de esa magnitud desestabiliza la demografía, las muertes siguen siendo elevadas –ya lo eran en 2019– una vez se ha dejado atrás lo peor del virus. Y lo son por factores estructurales. «Tenemos más fallecimientos porque la estructura está cada vez más envejecida. Por decirlo de alguna forma, tenemos más gente mayor, más candidatos a morir. Aunque la tasa de defunciones no necesariamente tenga que subir, sí que hay más muertes a nivel absoluto», indica Alberich. «Los del baby boom, los nacidos en los años 60, son la población más numerosa de la historia, así que estas generaciones que llegan a edades avanzadas están cada vez más llenas, la estructura por edades está cada vez más envejecida», añade Pau Miret.

Hacia un aumento en el futuro

La estadística experimental del INE, que permite conocer las defunciones con apenas un mes de desfase, muestra que hasta la semana 34 del año (aproximadamente de enero a agosto) hubo 5.265 defunciones en la provincia, un 6% más que en el mismo periodo de 2021 (4.962), y un 1,7% más que en 2020 (5.175), en un intervalo que ya incluía la primera ola de coronavirus, uno de los momentos más letales.

A pesar de que la pandemia está controlada gracias a la vacunación y de que aquellos picos de mortalidad no se producen, en el global de esta primera parte del año las muertes han registrado cifras históricas. Y eso que la Covid-19 se ha logrado contener: en 2021, de enero a septiembre, hubo 534 fallecimientos en Tarragona. Este año han sido 321, según la cifras oficiales del Departament de Salut.

La esperanza de vida todavía no se ha recuperado en Tarragona de la Covid-19

¿Qué está ocurriendo entonces? «En los siguientes años vamos hacia un incremento de las defunciones por la propia estructura de la población», asegura Alberich. Es más, la Covid-19 no ha hecho más que poner de manifiesto un problema sociodemográfico: cada vez hay más población vulnerable y el ritmo de envejecimiento no se detiene. Esto último entronca con otro indicador demográfico que se ha visto impactado por el virus y que, de hecho, aún no se ha recuperado. La esperanza de vida ha caído en Tarragona tan bruscamente como con la Guerra Civil. El impacto ha sido tan grande en un indicador demográfico que, en general, se mueve poco pero que en esta ocasión sí se ha visto modificado y de manera ostensible, hasta retroceder a registros de hace una década.

La esperanza en un indicador estable, que necesita fuerzas muy potentes para sufrir cambios, y que venía creciendo a cada año. Pues bien, este concepto, que muestra que la gente cada vez vive más tiempo, aún no se ha recuperado en Tarragona, aunque mejora. La Covid hizo que en 2020 bajara de 83,3 años a 82,2, la cifra más baja desde 2012. En 2021 hubo un repunte claro, según datos del INE, hasta los 82,9 años. Es una cifra que sigue aún por debajo del dato de 2019 (83,3).

«La bajada de la esperanza de vida era algo esperado pero nos ha sorprendido la contundencia, en el sentido de que esta sobremortalidad haya quedado tan claramente reflejada», apunta Àngel Belzunegui, director adjunto de investigación del CIS, y profesor de Sociología de la URV en comisión de servicios.

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