Poner patas arriba nuestra democracia

14 agosto 2020 07:50 | Actualizado a 14 agosto 2020 08:36
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Cuidado con jugar con nuestra Carta Magna, que diría cualquiera de los siete ponentes de la Constitución, (Cisneros, Fraga, Sole Tura, Pérez Llorca y Peces Barba, ya fallecidos, y Roca Junyent y Herrero de Miñón que continúan entre nosotros).

Ellos bien sabían cuánto costó llegar a un consenso para conseguir aprobar la Ley de Leyes en las Cortes Generales un 31 de octubre de 1978 que más tarde fue sancionada por el pueblo en referéndum el 6 de diciembre, con la abrumadora mayoría del 87,78%, sentando las bases legales para el funcionamiento del nuevo estado democrático, dándose la circunstancia de que en ninguna de las cuatro provincias catalanas se votó por debajo del 91%.

Es bueno recordarlo sobre todo para las jóvenes generaciones.

Transcurridos casi 42 años de convivencia y asumida la legalidad constitucional de cada gobierno, fuere del signo que fuere, todavía hay quien tacha de franquista nuestro sistema de monarquía constitucional, considerándolo opresivo frente a las pretensiones y ensoñaciones secesionistas del Govern de la Generalitat, que aun disponiendo de unas cotas de autonomía superiores a Escocia, los länders alemanes o Quebec, y gozando de competencias extraordinarias en el sistema educativo, policía autonómica, radio y televisión pública y oficinas o institutos internacionales «embajadas» para la difusión del relato independentista; pretenden romper unilateralmente la unidad de España al margen de las reglas democráticas contempladas en la propia Constitución.

Estas herramientas de que dispone la Generalitat han hecho su labor, y no es de extrañar que las jóvenes generaciones, escolarizadas con programas propios de la conselleria, sientan cierta aversión frente al Estado central y los tribunales de justicia que condenan a sus líderes como «presos políticos».

Pero esta obsesión por deslegitimar nuestra democracia no es pretensión exclusiva de los gobiernos autonómicos catalanes, el Gobierno del Estado, y particularmente su socio, es decir la izquierda comunista Unidas Podemos y su líder Pablo Iglesias, un leninista disfrazado de demócrata, están en la labor de erosionar el sistema democrático aprovechando cualquier coyuntura para atacar el orden constitucional con la complicidad silenciosa de Sánchez.

Algunos ejemplos de las declaraciones de Iglesia antes de acceder al poder nos ilustrarán de la hipocresía, cinismo y falsedad de este individuo, hoy vicepresidente del Gobierno: «compañeros hay que vivir ocupando… tenéis que convertir vuestra propia vida en una experiencia revolucionaria».

«La clave del poder no está en las instituciones, aquí está en nuestras manos, está en la calle».

«Y el servicio de orden no está solamente para repeler una agresión fascista, está para defenderse de la Guardia Civil cuando vengan a desalojarnos, si nos pegan no vamos a ir a un Juzgado o a un Cuartel de la Guardia Civil, esa institución burguesa que protege los intereses de la clase dominante, nosotros hacemos política machista, con dos cojones».

«Se avecina una crisis final del capitalismo y tendremos que estar preparados para tomar las armas».

«Este rollo de los políticos que viven en Somosaguas, que viven en chalets, no saben que es ir en transporte público, a mi es que me ofende mucho que alguien lleve un traje que cuesta lo que un trabajador tarda cinco o seis meses en ganar».

«Yo me adapto a lo que sea, pero si puedo elegir elijo mi barrio». «Es la historia de España. Monarquía es símbolo de corrupción». «Yo no puedo utilizar la bandera rojigualda».

Como cambian las cosas cuando ha pasado a formar parte de su cacareada «casta».

Desde luego Iglesias, no ha perdido la oportunidad de atacar no solo al Rey emérito, también a Felipe VI con el ánimo de dañar la institución, pero en ese sentido es muy ilustrativa la exposición del Catedrático de Derecho Penal, Juan Felipe Higuera Guimerá en su artículo publicado en este mismo medio el pasado día 3 bajo el título Los malhechores del Bien.

Ojalá que su sabio dictamen tenga la repercusión que merece entre sus homónimos e influya en imbuir un poco de sensatez a la sociedad, aunque algunos partidos se empecinen en intentar implantar una república, con expectativas de alcanzar a imponer regímenes poco democráticos, especulando con que un presidente de república es prioritario para nuestra democracia, ignorando que nunca garantizaría la lealtad y neutralidad política demostradas por el Rey emérito y su sucesor Felipe VI.

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