Remite 'Gran Hermano'

El abandono escolar duplica la media europea y nuestros adultos están a la cola de la OCDE

19 mayo 2017 23:32 | Actualizado a 22 mayo 2017 11:38
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Todo el mundo anda al corriente –supongo– de que Belén Esteban, ‘la princesa del pueblo’, está participando en el reality Gran Hermano VIP de Telecinco. Pero no estoy tan seguro de que hayan leído la carta que desde la casa de Guadalix envió a sus compañeros de Sálvame (Kiko y compañía). Pues merece la pena. Reúne todos los lugares comunes de cuando se escribían cartas a casa desde el internado o a la novia desde la mili y, también, a los amigos después del veraneo: «Cómo me acuerdo de..; no imagináis cómo, mando besos a..; me imagino que..; os quiero mucho no lo olvidéis» y ese inevitable arranque tan poco imaginativo: «Hola qué tal estáis espero que muy bien. Yo por aquí también». Solo le falta G.D.(o sea, el olvidado ‘gracias a Dios’) Hasta ahí un carro de vulgaridades con el impostado ramillete de sentimientos todos propios del encierro en el colegio, en el cuartel o en la casa de Gran Hermano. Pero es más ilustrativo reparar en la versión que circula en la red corregida por un catedrático de lengua porque las faltas de ortografía y puntuación destacadas con el temible lápiz rojo ofrecen el reflejo de un cuadro tan abstracto como los recuerdos gramaticales de la autora y, presumiblemente, de una parte importante de los adultos de su generación.

Claro que cuando te apoquinan 50.000 eurazos a la semana por zanganear entre cuatro paredes y dejarte filmar en pijama estampado practicando el deporte nacional del cotilleo, no creo que le importe mucho a la autora esa colección de tachaduras en rojo ni se le vaya a caer la cara de vergüenza. Además ya lo apunta en su misiva: «Escribir no se me da nada bien». El problema no es ella que con la audiencia que consigue para la cadena se gana sobradamente el sueldo. El problema son esa legión de adultos a medio formar producto de un abandono escolar indecente para un país que en otros baremos se ajusta sobradamente a la media de los más desarrollados. Aquí la escolarización hasta los 18 años no alcanza ni el 70%, el abandono escolar duplica la media europea y nuestros adultos están a la cola de la OCDE en comprensión lectora y numérica. Cientos de miles de alumnos huyeron de las aulas el día que un profesor les devolvió el dictado con más correcciones que la carta de Belén. Y, con la complicidad de los progenitores («no le gusta estudiar») se buscaron la vida en la burbuja inmobiliaria.

El dictado, de toda la vida, ha sido uno de los pilares de la formación porque enseña el camino de la lectura, de la memoria, de la atención, de la lengua. Pero con siete leyes de educación en los últimos 30 años, una (Logse) de infausto recuerdo y otra (LOCE) que no llegó ni a entrar en vigor nos ha lucido bien el pelo. Eso sí, periódicamente, encontramos un chivo expiatorio (¡pobre Wert!) y seguimos, como ahora, pidiendo tan cínica como inútilmente un pacto de Estado por la educación.

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