El laberinto más grande del mundo se encuentra en Fontanellato, en la provincia de Parma. Es una locura que salió de la mente de Franco Maria Ricci, el último hombre del Renacimiento a pesar de que era del siglo XX, al que debemos maravillas como la colección de la Biblioteca de Babel, editada por Jorge Luis Borges, que también le ayudó a diseñar el laberinto de Fontanellato. Son siete hectáreas de senderos hechos con bambú. Las catedrales también tienen sus laberintos, como el de San Vitale de Ravena del siglo VI o el archifamoso de Chartres. Pero ningún laberinto supera al que fue diseñado por Dédalo para el rey Minos en Creta. En realidad se lo pidió su esposa Pasífae, para poder esconder allí al Minotauro. Luego llegarían Ariadna y su hilo y Teseo que fue un héroe desagradecido (con Ariadna) y algo desafortunado ya que de poco le sirvió matar al toro. Lo curioso de estos artefactos tan inspiradores, tan sugestivos y tan arcaicos es que no sabemos casi nada de la etimología de la palabra. Es decir que el origen del laberinto es un laberinto. No es de origen indoeuropeo. Tampoco es griega, y los expertos creen que tampoco es pre-helénica. No se sabe bien de dónde viene, quiénes fueron los primeros creadores de un laberinto. Alguien dice que deriva de la lengua hablada en Anatolia hace miles de años. De la Edad de Bronce. Es un laberinto el laberinto.
Laberintos
02 mayo 2025 20:35 |
Actualizado a 03 mayo 2025 07:00

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