Cuando en desgracia ante la fortuna y en los ojos de otros, solitario mi exilio lloro, Y turbo al sordo cielo con mis inútiles gritos; y me miro a mí mismo y maldigo mi sino, Queriendo para mí ser uno en esperanza rico. Con la presencia de aquel, con amigos como el otro. Deseando de un hombre su talento, de otro el rango, Con lo que más disfruto apenas me contento.
Mientras con estos pensamientos me desgasto. Felizmente pienso en ti y entonces mi alma -como la alondra al romper el día vuela de la morosa- la tierra, canta himnos a las puertas del cielo. Pues es tal la riqueza que me trae tu dulce amor así recordado, que entonces declino cambiar con reyes mi riqueza.
William Shakespeare, es junto a Homero, el más completo escritor de la Historia. Harold Bloom afirma que estamos ante la invención de lo humano. Difícil encontrar una emoción cuya disección no haya sido practicada por Shakespeare. En él los perfiles psicológicos se desarrollan camino a su individualidad, creando voces extremadamente diferentes, aunque coherentes consigo mismas. Más de cien personajes principales, varias centenas de secundarios. Es el universo de lo humano. «Nadie hay tan contrahecho que no halle mil ejemplos con los que consolarse», decía de él Montaigne. Este es su Soneto núm. 29, mi preferido.