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    Antoni Gaudí, un ‘trencadís’ global de origen calderero

    Arquitectura. El máximo representante de los edificios modernistas inspiró algunas de sus grandes obras en unos antecedentes esenciales y únicos de su entorno natal

    22 mayo 2022 08:10 | Actualizado a 22 mayo 2022 08:20
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    La ciudad de Reus no puede presumir de tener un «Gaudí» ornamentando sus calles y, lejos de los debates «natales» el Ayuntamiento decidió hacer un homenaje a su Fill Il·lustre más conocido, incluso, a nivel mundial. Desde 2002, en el mismo barrio en el que se supone que debía jugar de niño, instalaron la escultura El Nen, Gaudí d’adolescent, una obra del reusense Artur Aldomà i Puig que recuerda de forma «simpática» al arquitecto.

    Aunque no construyó ningún edificio en la capital del Baix Camp, Antoni Gaudí contribuyó a la apertura de la calle Hortensi Güell, que hoy en día une el arrabal de Sant Pere y la calle del Hospital, pues cedió una propiedad que había heredado y permitió su derrumbamiento para ello. Y es que, en realidad, la trayectoria de Gaudí tiene mucho que ver con Reus. «Hay cosas que se adquieren de pequeño», señala el arquitecto Anton Pàmies para poner de ejemplo los paisajes y la flora –especialmente, la planta del margallón– que le acabarían inspirando en posteriores obras.

    Es más, apunta que «empezó a hacer sus pinitos intelectuales en aquella época», en su infancia, pues empezó a observar la naturaleza en las excursiones y rutas que hacía por la zona. Muchas de ellas, además, las compartió con sus amigos Eduard Toda i Güell y Josep Ribera, con quienes creó un periódico casero, El Arlequín, cuyos ejemplares estaban escritos e ilustrados a mano. Juntos, también, visitaron las ruinas del Monasterio de Poblet y soñaron con su restauración, aunque, cuando terminaron los estudios, se separaron y no volvieron a verse.

    De hecho, Gaudí se fue de Reus antes de acabar el bachillerato porque su hermano estudiaba Medicina en Barcelona y, entonces, él mismo acabaría matriculándose en la Universidad Literaria y obtuvo el título en 1878. Aquellos años fueron claves para el reusense, pues le impulsaron en el mundo de la arquitectura y llegó a trabajar con José Fontseré i Mestre, Francesc Berenguer i Mestres, Domènech Sugranyes i Gras y, así, hasta contactar con Francesc de Paula Villar, el autor inicial de la Sagrada Familia.

    Lo que pudo haber sido

    Aunque ya estaba muy ocupado con encargos importantes en Barcelona y otros puntos de la península, el reusense más famoso de su historia podría haber dejado huella en la ciudad. Como describe Pàmies, «la agrupación que vela por el mantenimiento del Santuari de Misericòrdia le encargó que hiciese una reforma de la fachada» y Gaudí hizo una propuesta que incluía también el paseo homónimo, se trataba de «un croquis que cambiaba completamente el estilo del templo del siglo XVII», añade.

    Esos bocetos de lo que no llegó a ser fueron reemplazados en 1911 por la obra de Pere Caselles, que no suponía tanto «obstáculo» para los vecinos.

    Contrariamente, el arquitecto intervino en la capilla del Colegio de Jesús y María, en la calle Méndez Núñez de Tarragona. «Es una de sus obras menos conocidas, pero también es una referencia» apunta Anton Pàmies, porque, además, fue una casualidad derivada del internamiento de su sobrina en dicho centro.

    Un sello inconfundible

    Barcelona es prácticamente la capital de Gaudí, gracias a ese ‘trencadís’ tan conocido y fotogénico que decora numerosos edificios que son, desde hace décadas, un icono de la ciudad y la cultura barcelonesa. Si se analiza al detalle, más allá de la experimentación natural que aprehendió de niño, el oficio familiar marcó claramente su estilo arquitectónico.

    Giralt-Miracle señala que la profesión de calderero «le ayudó a dominar las manualidades y controlar los materiales, además de estimular su capacidad para comprender el espacio y todo lo relacionado con los volúmenes».

    Otro aspecto que constituye el sello del reusense es la simbología, especialmente, la religiosidad con la que se había criado. «Que muchos de sus inmuebles estén coronados por cruces de cuatro bracos no deja de ser un signo explícito de su voluntad de acabar sus obras con el emblema más característico del cristianismo», describe el historiador.

    La ciudad de Reus no puede presumir de tener un «Gaudí» ornamentando sus calles y, lejos de los debates «natales» el Ayuntamiento decidió hacer un homenaje a su Fill Il·lustre más conocido, incluso, a nivel mundial. Desde 2002, en el mismo barrio en el que se supone que debía jugar de niño, instalaron la escultura El Nen, Gaudí d’adolescent, una obra del reusense Artur Aldomà i Puig que recuerda de forma «simpática» al arquitecto.

    Aunque no construyó ningún edificio en la capital del Baix Camp, Antoni Gaudí contribuyó a la apertura de la calle Hortensi Güell, que hoy en día une el arrabal de Sant Pere y la calle del Hospital, pues cedió una propiedad que había heredado y permitió su derrumbamiento para ello. Y es que, en realidad, la trayectoria de Gaudí tiene mucho que ver con Reus. «Hay cosas que se adquieren de pequeño», señala el arquitecto Anton Pàmies para poner de ejemplo los paisajes y la flora –especialmente, la planta del margallón– que le acabarían inspirando en posteriores obras.

    Es más, apunta que «empezó a hacer sus pinitos intelectuales en aquella época», en su infancia, pues empezó a observar la naturaleza en las excursiones y rutas que hacía por la zona. Muchas de ellas, además, las compartió con sus amigos Eduard Toda i Güell y Josep Ribera, con quienes creó un periódico casero, El Arlequín, cuyos ejemplares estaban escritos e ilustrados a mano. Juntos, también, visitaron las ruinas del Monasterio de Poblet y soñaron con su restauración, aunque, cuando terminaron los estudios, se separaron y no volvieron a verse.

    De hecho, Gaudí se fue de Reus antes de acabar el bachillerato porque su hermano estudiaba Medicina en Barcelona y, entonces, él mismo acabaría matriculándose en la Universidad Literaria y obtuvo el título en 1878. Aquellos años fueron claves para el reusense, pues le impulsaron en el mundo de la arquitectura y llegó a trabajar con José Fontseré i Mestre, Francesc Berenguer i Mestres, Domènech Sugranyes i Gras y, así, hasta contactar con Francesc de Paula Villar, el autor inicial de la Sagrada Familia.

    Lo que pudo haber sido

    Aunque ya estaba muy ocupado con encargos importantes en Barcelona y otros puntos de la península, el reusense más famoso de su historia podría haber dejado huella en la ciudad. Como describe Pàmies, «la agrupación que vela por el mantenimiento del Santuari de Misericòrdia le encargó que hiciese una reforma de la fachada» y Gaudí hizo una propuesta que incluía también el paseo homónimo, se trataba de «un croquis que cambiaba completamente el estilo del templo del siglo XVII», añade.

    Esos bocetos de lo que no llegó a ser fueron reemplazados en 1911 por la obra de Pere Caselles, que no suponía tanto «obstáculo» para los vecinos.

    Contrariamente, el arquitecto intervino en la capilla del Colegio de Jesús y María, en la calle Méndez Núñez de Tarragona. «Es una de sus obras menos conocidas, pero también es una referencia» apunta Anton Pàmies, porque, además, fue una casualidad derivada del internamiento de su sobrina en dicho centro.

    Un sello inconfundible

    Barcelona es prácticamente la capital de Gaudí, gracias a ese ‘trencadís’ tan conocido y fotogénico que decora numerosos edificios que son, desde hace décadas, un icono de la ciudad y la cultura barcelonesa. Si se analiza al detalle, más allá de la experimentación natural que aprehendió de niño, el oficio familiar marcó claramente su estilo arquitectónico.

    Giralt-Miracle señala que la profesión de calderero «le ayudó a dominar las manualidades y controlar los materiales, además de estimular su capacidad para comprender el espacio y todo lo relacionado con los volúmenes».

    Otro aspecto que constituye el sello del reusense es la simbología, especialmente, la religiosidad con la que se había criado. «Que muchos de sus inmuebles estén coronados por cruces de cuatro bracos no deja de ser un signo explícito de su voluntad de acabar sus obras con el emblema más característico del cristianismo», describe el historiador.

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