Desafíos para el 8-M

A retos históricos como la brecha salarial o la violencia machista se suman frentes como una economía feminista, la necesidad de políticas de cuidados o la visibilidad de las científicas

07 marzo 2022 19:38 | Actualizado a 13 marzo 2022 20:44
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Son muchos los desafíos que se ponen encima de la mesa para este 8-M. Los dibujamos uno a uno.

Ellos copan el 70% de los sueldos altos

El aumento del salario mínimo ha reducido mínimamente la brecha salarial. Ellas cobran 5.095 euros menos que ellos al año en Tarragona. La brecha se redujo en 393 euros en la provincia, un 7,1%, en 2020, según los datos de la Agencia Tributaria recién publicados, los primeros que recogen los efectos de la pandemia. A pesar de ese retroceso, la desigualdad persiste: a este ritmo Tarragona tardará 43 años en eliminar la brecha, según lo progresado de 2006 a 2020. Por aquel entonces, la diferencia aún era mayor, de 6.748 euros. 

Cualquier umbral o franja que se analice en Tarragona muestra los desfases entre géneros. Los sueldos altos –a partir de unos 60.000 euros, unas cuatro veces y media el SMI–, están copados por un 71% de hombres. Por tanto, solo tres de cada diez de esos salarios elevados son de mujeres. 

Como más bajo es el tramo de sueldo, más elevado es el porcentaje de mujeres trabajadoras que se incluyen en él. Un ejemplo: el 54,2% de los que cobran el salario más bajo (6.650 euros al cabo del año) son mujeres en Tarragona. Es el 53,4% en el caso de las personas que perciben entre 6.650 y 13.300 euros. A partir de ahí, va disminuyendo la proporción de mujeres, mientras que los hombres copan los mejores salarios y se llevan la mayor parte del pastel de los buenos sueldos. 

En el umbral más privilegiado, el de los que perciben más de 133.000 euros anuales, se ve el abismo: solo el 12% son mujeres, por un inapelable 88% de hombres que ostentan esas retribuciones. En esa cohorte, las mujeres ocupadas deberían ser el 76% más para lograr la equiparación. La desproporción más acentuada llega cuando se alcanza la jubilación. A partir de los 65 años los hombres tarraconenses cobran un 131% más que las mujeres. 

Educar contra el sexismo

Ante una cierta regresión detectada en los últimos tiempos, es vital insitir en la educación no sexista. Educar en la igualdad ya desde edades tempranas es imprescindible para poner una base sólida que contrarreste prejuicios que puedan aparecer en el futuro. «Se trata de educar en la diversidad», dice Sylvie Pérez, profesora de los estudios de Psicologia i Ciències de l’Educació en la UOC. 

Desde la primeras etapas educativas, «hay que hablar de la aceptación de las diferencias y de no padecer una situación de inferioridad por el hecho de ser mujer». Sylvie Pérez pone el acento en diversas cuestiones, como verbalizar ante los más pequeños las situaciones cotidianas en las que una mujer es considerada inferior; desterrar la visión de debilidad que en muchos espacios se ofrece de la mujer; lograr que los adultos actúen como referentes de los menores en este aspecto y que sean un ejemplo, y empoderar a las profesoras, ya que la inmensa mayoría de docentes son mujeres y «eso contribuye a hacer que la educación parezca una cosa solo de ellas y a perpetuar roles de género». 

En cuanto a la educación superior también hay retos inmediatos. Pastora Martínez Samper, vicerrectora de globalización en la UOC, añade que «es imprescindible introducir esta mirada en el diseño y la implementación de la docencia, para no transmitir a nuestro estudiante un conocimiento androcéntrico que perpetúe y reproduzca estereotipos de género que creen desigualdad». «Hay que transmitir la idea de que el conocimiento académico es para ellas, habla de ellas y puede ser producido por ellas», añade la responsable universitaria.

Contra la brecha digital de género

La brecha salarial es aún un asunto pendiente en la agenda feminista. Uno de los muchos factores que la acentúan es la brecha digital de género, es decir, un acceso desigual en las tecnologías de la comunicación y la información. «Tendríamos que hablar de brechas digitales y no de brecha», opina Maria Olivella, coordinadora de la Unitat d’Igualtat de la UOC. «Por un lado, el uso de la tecnología desde pequeños es desigual por el tipo de juegos a los que juegan niños y niñas.

También afecta a las redes sociales: hay redes como Twitter que generan dinámicas de polarización, cosa que hace que sean menos amables para la mujer que para el hombre, porque las mujeres viven más en la cooperación que en la individualidad. Finalmente, porque la tecnología implica emplear tiempo, y muchas mujeres no disponen porque tienen que cuidar a otras personas», afirma. Frente a estas brechas, Olivella también reconoce que «el anonimato en las redes permite a las mujeres participar en espacios de debate de hombres o denunciar casos de acoso». No todo es negativo en la digitalización, pero Olivella reconoce que «no deja de ser una nueva alfabetización y, por las circunstancias que las rodean, las mujeres han llegado más tarde».

Para superar esta brecha, es clave aplicar la perspectiva de género en las tecnologías. Tal como admite Susanna Tesconi, profesora de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC, trabajar sin perspectiva de género excluye una parte de las personas. Privar la tecnología de este factor hace que se fabriquen productos no inclusivos. Dos ejemplos: dispositivos para el tamaño de las manos del hombre o webs que reproducen lenguaje sexista. 

Nueve denuncias al día por violencia

Durante el año pasado se produjeron tres muertes de mujeres víctimas de violencia machista en Tarragona, según los últimos datos de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género. En 2020 no hubo ningún fallecimiento mientras que la cifra de 2021 es la mayor en nueve años. Hay que regresar hasta 2012 para ver un dato mayor (cuatro). Entre 2003 y 2021 un total de 31 mujeres en Tarragona han muerto asesinadas por este tipo de agresiones. En Catalunya la cifra es de 178 personas y en España son 1.126. En los últimos nueve años, tres hijos han quedado huérfanos en Tarragona a consecuencia de estos sucesos. Tal aluvión de datos muestra que este tipo de violencia sigue siendo una lacra. 

Otro frente de ese problema se libra en los juzgados. Ahí los datos del observatorio del Consejo General del Poder Judicial también son elocuentes. En el tercer trimestre del año pasado hubo 841 denuncias, a razón de nueve al día. Es casi un 7% más en relación con el mismo periodo del año anterior, 2020.

Llama la atención el vínculo que se establece entre la víctima y el agresor. En el 49% de los casos, prácticamente la mitad, el denunciado es un ex, de forma que la relación, ya sea matrimonial o simplemente afectiva, estaba rota. En el 51% restante de las situaciones, la relación sí existía.

Otras cifras indican cómo es la casuística del maltrato en Tarragona: el 62% son españolas y el 38%, extranjeras. En el 74,6% de los casos la denuncia la pone la víctima ante la policía. En un 9,8% de las situaciones la denuncia viene por una intervención directa de los agentes y en otro 9,8% por un parte directo de lesiones en el juzgado.

Techo de cristal: solo hay un 17% de alcaldesas en Tarragona

Hay mejora, pero insuficiente. Ejemplos como los de Meritxell Roigé, alcaldesa de Tortosa, y Dolors Farré, su homóloga de Valls, en los que ellas gobiernan algunas de las ciudades más importantes de la provincia, son los más escasos. El techo de cristal sigue lastrando la progresión de la mujer en la administración pública y, en concreto, en la política. Tarragona cuenta con 31 alcaldesas del total de 184 municipios. Es el 17% del total. Es un dato inferior al del cómputo en Catatalunya, donde solo un 23,1% de las poblaciones tienen alcaldesa, por lo que el poder municipal sigue copado mayoritariamente por los hombres.

En casi el 57% de los pueblos y ciudades de Catalunya nunca ha habido una mujer en la alcaldía. En algunos ámbitos se ha logrado avanzar. El Parlament de Catalunya tiene actualmente 63 diputadas y 70 diputados. Ellas representan, por tanto, el 47,4% de los escaños. El déficit es palpable también a nivel supramunicipal. «El 65,4% de los cargos en las diputaciones provinciales están ocupados por hombres, mientras que el 34,6% lo están por mujeres», dice el análisis del Institut Català de les Dones.

En el análisis por diputaciones, la de Tarragona «es la que tiene menor presencia de mujeres diputadas, con un 22,7%», según el Institut. Sí que hay un total equilibrio en cuanto a vicepresidencias –dos hombres y dos mujeres–, lo que se añade a que la presidencia la ostenta una mujer, Noemí Llauradó. 

Introducir los cuidados en la política social y económica

No se pueden entender los desequilibrios laborales sin el factor de los cuidados. Las trabajadoras domésticas han sido uno de los roles esenciales más expuestos en la pandemia. Lidia Arroyo, investigadora del grupo IN3 y profesora en la UOC, incide en la desigualdad de género que implica el hecho de que los cuidados estén ligados a la mujer, con los riesgos de salud y brecha salarial que conlleva.

Pero también hay que cambiar la perspectiva que dice que están vinculados al ámbito familiar. «Cuidar a los otros es un trabajo: no tiene que ver solo con las relaciones privadas», apunta la profesora Mayo Fuster. Hace falta una reforma laboral que tenga en cuenta las cargas del trabajo de cura y reproductivo, esenciales para la economía.

«La economía clásica asume que no necesitamos atenciones. La economía actual no tiene en cuenta la condición humana de la vulnerabilidad», añade. Y se plantea otra cuestión: integrar a los hombres en esas labores. «¿Por qué los hombres no estudian mayoritariamente enfermería, por ejemplo? No hay que poner el énfasis solo en el hecho de que las mujeres no sean cuidadoras, sino que hay que trabajar para que los hombres también lo sean», explica la profesora Maria Olivella.

Más visibilidad y protagonismo para las mujeres científicas

La ciencia, decisiva en controlar la pandemia, lucha por una reivindicación que también incluya a las mujeres. El Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia promueve el acceso pleno e igualitario en un campo tradicionalmente ocupado por hombres. Maria Olivella, coordinadora de la Unitat d’Igualtat en la UOC, cree que, en cuanto a visibilización, «el momento actual es el más fuerte y el conocimiento está más alineado».

Pero el hecho de salir de los roles de género o de las áreas de conocimiento históricamente ocupadas por la mujer sigue siendo muy castigado. «Te dicen que no encontrarás pareja, que sufrirás mucho... Es un discurso implantado no solo en familias, amigos y conocidos, sino también en los relatos televisivos. Es presente y lo repetimos constantemente». Reflejar referentes de conocimiento femeninos es clave, con gestos aparentemente tan insignificantes como denominar a una investigadora por el nombre y no por las iniciales.

Un 55,7% de los matriculados universitarios son mujeres pero, como indica Olivella, «continuamos relegadas en un segundo plano». «Hace falta un cambio de paradigma. Estamos ante un problema sistémico de discriminación de la mujer», apunta.

Una economía feminista al servicio de la vida

Desde los 60, cuando se acuñó el término economía feminista, se han dado algunos pasos: la visibilización de la brecha salarial; una nueva perspectiva de la economía más orientada a la sostenibilidad de la vida que al provecho privado; el vínculo entre la economía productiva y reproductiva; la crisis de los cuidados y su distribución desigual entre géneros, o la crítica a una economía tradicional ligada al neoliberalismo.

Mayo Fuster Morell, directora de la Cátedra Barcelona-UOC en Economía Digital, considera que hay un asunto pendiente: superar la falta de conexión entre políticas sociales y de igualdad y políticas económicas. «Estamos diseñando la economía de este siglo y no se aplica perspectiva de género o no se encuentra a la mujer en ninguna parte», afirma. Las políticas europeas sí que impulsan la igualdad, pero desde una perspectiva paliativa y como políticas sociales, si bien no como políticas económicas.

Lo mismo se puede atribuir a las políticas locales. «No atacamos las causas del modelo económico que provocan la desigualdad», añade. La incorporación de políticas de género transforma el sistema. «La economía feminista está al servicio de la vida, al contrario que el modelo tradicional, que se guía por el provecho en lugar de perseguir la sostenibilidad», explica Fuster. Otro de los objetivos es regular la situación laboral de las trabajadoras domésticas: «No es aceptable que sean las únicas profesionales sin derecho al paro».

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