'El comercio de la calle Unió está sufriendo una muerte lenta'

Ha pasado de ser un eje comercial de primer orden a sumar dieciséis locales vacíos. Los que permanecen dejan el tramo inferior para aproximarse a la Rambla

19 mayo 2017 16:08 | Actualizado a 21 mayo 2017 14:08
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En lo que va de año Mango y La Tienda de Lolín han bajado su persiana en la calle Unió. Dos franquicias que han abandonado el que había sido uno de los principales ejes comerciales de Tarragona. En el mismo periodo ha abierto La Boutique del tacón, Lucasa y una peluquería que se ha movido del final de la calle, para ocupar uno de los locales más próximos a la Rambla Nova.

La vía, uno de los ejes históricamente indiscutibles de la vida comercial y ciudadana de Tarragona, muestra una imagen de ‘degradación’ con evidentes síntomas de empeoramiento a medida que uno va bajando por ella. El tramo hasta la calle Reding registra aún cierto movimiento. Sin embargo, en la distancia entre este cruce y Gasòmetre puede leerse más de una decena de carteles con un ‘se alquila’ o ‘liquidación’.

Entre los que resisten está la Confitería y Pastelería Palau, un establecimiento histórico fundado en 1928 y que regenta Josep Roquet. Reconoce que en estos momentos la calle Unió «no es atractiva». «Como comerciante la gracia está en especializarse. Si el cliente viene a tu casa es porque está buscando una cosa concreta, aunque esto tiene una parte contraria, que es el precio», reflexiona. Si bien este había sido toda la vida el eje de las zapaterías y la confección, a día de hoy es discutible la calidad de algunos de los establecimientos que están abiertos. Por lo que las tiendas de toda la vida han perdido peso considerablemente.

Además de la Pastelería Palau, de los históricos tan solo queda la Óptica Budesca y la Farmàcia Sanromà. De una etapa posterior, Les Mitges, que llegó a la calle Unió de forma provisional, mientras se recuperaba del incendio que calcinó su anterior tienda y ya no se movió más. De hecho, la mayoría de los establecimientos que siguen ni tan siquiera estaban abiertos cuando empezó este milenio. «La crisis y el cambio de hábitos de consumo está claro que han tenido una importante incidencia. Está claro que ahora mismo uno de los principales problemas es que hay mucha rotación. Están seis meses o un año, cierran y al cabo de unos meses vuelve a alquilarse de nuevo», describe Roquet.

Consultado en algunos de los portales inmobiliarios puede comprobarse que un local de unos cien metros cuadrados en esta calle cuesta unos mil euros de alquiler, y se enfila rápidamente a los 1.500 euros cuando la superficie es ligeramente superior. Habitualmente la fianza que hay que depositar corresponde a unos tres meses de alquiler, por lo que algunos de los negocios que se establecen ni siquiera superan el periodo crítico de todo inicio. «Hay uno que llegó hace cuatro o cinco meses y ya está pensando en irse», argumenta Vera Pelle.

Pelle es la encargada de la tienda de colchones Distar. Recientemente ésta se ha movido del número 42 al 10. De esta forma queda más cerca de la Rambla. «En la parte de abajo cada vez hay más negocios cerrados. Al menos aquí hay más tráfico de gente, porque lo que es el tramo que toca a la calle Apodaca está fatal. La calle Unió y su comercio está sufriendo una muerte lenta», considera esta vendedora. No puede evitar comparar la situación con la capital del Baix Camp. «Aquí no está centralizado; en Reus todo lo que buscas lo tienes a mano. En cambio aquí incluso el Carnaval, que era lo único que teníamos en la Rambla, nos lo sacaron».

 

Una mejora suspendida

Tarraco Goldfish es uno de los establecimientos casi más antiguos que se mantiene en esta parte de abajo. Llegó hace cuatro años, después de moverse desde la calle Reding. Marta Porqueras está detrás del mostrador haciendo cuentas. «Cada vez nos aprietan más con los impuestos y esto está todos los días así de vacío», argumenta. En el interior de la tienda decenas de acuarios con los peces de diferentes variedades y tamaños, cientos de botes de comida y todo tipo de productos para la atención de estos animales. Pese a que algunos de sus antiguos vecinos ha apostado por moverse unos metros más arriba, Porqueras no considera esta posibilidad. «Movilizar todo esto es muy complicado, el segundo mes consecutivo con números rojos lo que tendremos que hacer es cerrar», manifiesta. Una opción que hasta el momento no se ha planteado. Y es que Porqueras se muestra poco optimista de cara a la tracción que supondrá la apertura del nuevo Mercat Central. «La gente de abajo no sube», argumenta.

La semana pasada, en una entrevista sobre los locales vacíos que acumulan las principales calles del centro de Tarragona, el presidente de la ViaT, Salvador Minguella, pedía una actuación «urgente», tanto en materia urbanística como de promoción comercial, para evitar que esta calle se siga degradando. «Deben mejorarse los arcenes y que sea más fácil poder pasear», argumentaba.

La estética anticuada y un urbanismo obsoleto centran también las críticas de los comerciantes y vecinos. De hecho, el Ayuntamiento de Tarragona llegó a hacer un plan para impulsar un lavado de cara considerable.

El proyecto se anunció hace más de cuatro años y consistía en la reforma de la calle Unió y adyacentes, así como de la Mitja Lluna. Sin embargo, la promesa sigue en el cajón. Al parecer, se ha mantenido en ‘stand by’ a la espera de acabar primero las obras del Mercat Central para posteriormente acometer las de esta zona.

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