La violinista de Tarragona con un siglo y cuarto de historia en sus manos

Inés Issel, de 17 años, asombra con su talento y virtuosismo: ya ha ganado catorce primeros premios nacionales e internacionales. Toca un violín italiano de 1890

14 abril 2018 16:46 | Actualizado a 14 abril 2018 16:50
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«La perfección en la música no existe», asegura la violinista tarraconense Inés Issel. Ella, como mínimo, la ha rozado: acaba de ganar dos premios internacionales en Polonia con la máxima puntuación posible del jurado. Dos actuaciones de 10. O, como se dice en argot especializado, dos Grand Prix. Por encima de esa calificación no hay nada. El primero lo logró en la ciudad de Legnica, con una interpretación magistral de Capricho de Paganini; y el segundo en Poznan por su Fantasía de Telemann. Como premio, en 2019 tocará en directo con una orquesta sinfónica polaca.

Inés, que acaba de cumplir 17 años, tiene en su palmarés catorce primeros premios en competiciones nacionales e internacionales. Asombra desde que tenía 4 años, pero no le convence el apelativo de niña prodigio. «Tener talento es importante, pero sin trabajo y constancia no se consigue nada», dice. 

Su virtuosismo y su violín forman un equipo imparable. Toca un Enrico Rocca (lutier genovés) de 1890. Su valor económico y sentimental es incalculable. «Es una pieza única, no hay otro igual en el mundo, como un cuadro de Velázquez». Está asegurado a todo riesgo por si acaso.

En este siglo y cuarto, ha pasado por diferentes manos y ciudades. Inés fue a recogerlo a Londres. «No sé cuál es su historia, pero yo ya formo parte de ella», comenta. 

El instrumento no es suyo, se lo ha prestado por «un tiempo indefinido» su mecenas, el empresario de La Selva del Camp Juan Enrique Carreres, que la escuchó en un recital y se quedó prendado de su maestría.

La tarraconense es alumna de la Escuela Superior de Música Reina Sofía de Madrid desde que tenía 11 años (sólo tenía 10 cuando aprobó los exámenes de acceso). Se convirtió en su estudiante más joven. «Cuando entré, todos mis compañeros tenían entre 18 y 26 años», recuerda.

Este centro privado es el equivalente a la universidad para los músicos. De hecho, la titulación es un grado (otrora licenciatura). Inés es discípula del reputado profesor ruso Zakhar Bron y disfruta de sendas becas de las fundaciones Puig y Albéniz. 

Alumna de su madre

Por las tardes dedica al menos cinco horas a la música; y por las mañanas, como cualquier chica de su edad, estudia bachillerato en un instituto. «Es sacrificado, pero estoy muy feliz», afirma. Apenas tiene tiempo libre para practicar otras de sus pasiones: el piano, el ballet y la natación. Vive con su madre, Iwona Burzyñska, en pleno centro de Madrid. Ella es su mentora. Iwona fue profesora en los conservatorios de Tarragona y Barcelona y empezó a dar clases a su hija cuando solo tenía 4 años. «El piano y el ballet clásico (obtuvo el grado II en la Royal Academy of Dance de Londres) se me daban bien, pero a mí lo que me gustaba de verdad era tocar el violín», cuenta Inés.

Su sueño es recorrerse el mundo acompañando a orquestas sinfónicas. A ser posible, las de Berlín, Chicago y Londres. Calcula que en un par o tres años habrá concluido su formación y ya podrá ‘volar’. De momento, ha tocado con las filarmónicas de Barcelona y Sevilla, la Amadeus de la Radio Polaca o las sinfónicas de Praga y Santa Cecilia de Madrid; en escenarios de prestigio, como el Auditorio Nacional de Madrid, el Mozarteum de Salzburgo o el European Music Centre K. Penderecki de Cracovia. Y ha participado en numerosos festivales en España, Austria, Polonia, Holanda y Suecia. Ya firma autógrafos a su público.

En sus planes más inmediatos destaca el Concierto para Violín y Orquesta de J. Sibelius que interpretará en el Auditorio Nacional de Madrid con la agrupación de la Escuela Reina Sofía.

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