Llega la era de las nuevas costumbres

Empieza la fase 0 con algunas peluquerías, bares y tiendas abiertas. Con ella, la ciudad recupera su pulso

05 mayo 2020 07:15 | Actualizado a 05 mayo 2020 07:20
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

La ciudad va recuperando su pulso. Tarragona se despierta del confinamiento. Pero el miedo a contagiarse y la prudencia como consecuencia siguen marcando el ritmo de las calles. La mayoría de peluquerías subieron ayer la persiana, después de casi cincuenta días cerradas al público. La fase 0 de la desescalada del presidente Sánchez preveía también la apertura de bares y comercios de proximidad. Eso sí, con un control estricto del aforo para mantener la distancia social y con severas medidas higiénicas. Pese a la apertura de algunos comercios, a la ciudad todavía le queda para llegar a ser la Tarragona de siempre. Así lo comprobó ayer el Diari, tras un recorrido por las calles y plazas más céntricas de la capital.

Eran las diez en punto cuando entraba por la puerta de la peluquería La Saleta la clienta número 1 post confinamiento. Primero, manos bien limpias con el alcohol desinfectante de la entrada. Guantes y mascarilla siempre. Tanto clienta como peluquera. La capa y la toalla de plástico, de usar y tirar. El lavacabezas recubierto de film transparente. Al terminar, llega la operación desinfección: esterilizar tijeras y limpiar a conciencia sillones y tocadores. 

Jordina Cusidó es la propietaria de La Saleta, ubicada en la calle del Comte de Rius. El domingo por la tarde, todavía no tenía claro si abriría o no. Y es que el anuncio no se publicó al BOE hasta última hora, provocando mucha incertidumbre entre el colectivo. Tanto es así que algunas peluquerías no estaban preparadas para abrir ayer sus puertas y aprovecharon la jornada para dejar a punto sus locales. No era el caso de Cusidó, quien lo tenía todo listo y a punto. Las directrices eran claras: un cliente por peluquera y siempre con cita concertada. El teléfono de La Saleta no paraba de sonar.

Clientas que querían coger tanda. «Tenemos una lista de espera de 400 personas», explicaba Cusidó, quien añadía que «solo pedimos a los clientes mucha paciencia, que nadie se piense que nos olvidaremos de ellos». Ayer, eran dos las peluqueras que trabajaban. Si todo va bien, la previsión es incorporar la totalidad de la plantilla a partir de la semana que viene, para hacer turnos de mañana y tarde.

«Si alguien se prueba una pieza de ropa, la prenda es desinfectada y automáticamente queda en cuarentena», explica Neus Montcusí

A la otra punta de la ciudad, en la calle Colom, se encuentra la peluquería Raffel Pages. Su propietaria, Rosa Abenójar, explicaba que la vuelta a la «nueva normalidad» ha sido un tanto problemática y angustiosa. «Nadie nos decía cómo debíamos trabajar a partir de ahora», comentaba Abenójar, quien se quejaba de que «según contempla la normativa, cada estilista debe estar atendiendo solo a una persona. Pero claro, no nos resulta rentable, Mientras a una clienta le sube el color, podemos ir cortando el pelo a un hombre, por ejemplo».

Las peluquerías no eran los únicos locales con la persiana subida. En un principio, la fase 0 también marcaba que los bares y restaurantes podían estar abiertos al público. Eso sí, solo podían vender comida para llevar. Prohibido quedarse en el establecimiento consumiendo un café. Como ya se auguraba, fueron muy pocos los restauradores que ayer decidieron abrir. Llevan días avisando de que, con las condiciones marcadas por el gobierno, no les salen las cuentas. Su esperanza es activarse a partir del día 11, llenando el 50% de la capacidad de sus terrazas.
Quien ayer probó suerte fue Simone Iannelli, que regenta una cafetería en la calle Major.

Reestructuró el pequeño local para servir desayunos a los vecinos y trabajadores, a través de una especie de ventanilla, estilo a las que hay en las estaciones de trenes. Los clientes hacían cola para recoger su café y su cruasán. «Somos conscientes de que tenemos que empezar despacito. Poco a poco, volveremos a la normalidad», apuntaba Iannelli, mientras preparaba el café de Ana, propietaria de la peluquería que hay en la Baixada Misericòrdia. «Vivo cerca y cuando he visto la cafetería abierta he pensado que vendría aquí a recoger el desayuno», explica Ana, quien ayer aprovechó para dejar a punto su negocio.

Pocas tiendas abiertas

La pequeños comercios de la ciudad protagonizaron la sorpresa de la jornada. La mayoría de ellos estaban cerrados al público, aunque no era raro encontrarse con los trabajadores ultimando los detalles de la apertura. Lo tienen claro: abrirán la semana que viene, cuando ya no sea necesario atender a los clientes con cita previa. 

Magda es propietaria de una tienda de ropa y complementos de la calle del Comte de Rius. Ayer estaba subida en una escalera, limpiando los cristales de su negocio. «Hoy todavía no abrimos. A mis clientas les gusta pasearse por la tienda y ver el género antes de comprarlo. Soy consciente de que cuando abra, tendré más gastos que si tengo cerrado», explicaba Magda.

No opinaba igual Rosa Martí, el alma del Nina, la tienda de ropa de bebé de la calle Canyelles. Martí anunció hace unos días en Instagram que abriría pronto su negocio. «Hubo quien pidió enseguida cita para venir a comprar ropa. Y es que hay que tener en cuenta que hay parejas a punto de dar a luz a su bebé, y necesitan ropa de manera urgente», comentaba Martí, quien explicaba cómo se ha organizado. «Cada tres cuartos de hora atiendo a un cliente. Lo tengo controlado. Normalmente, sobran unos minutos, que aprovecho para desinfectar bien el mostrador», dice.

En esta misma línea se encuentra Neus Montcusí, propietaria de la tienda de ropa Madonna, ubicada en la Plaça de Ponent. «Hemos abierto por dos motivos. Primero, para entregar piezas que vendimos antes del confinamiento y que algunas son de manga larga. La segunda razón es para empezar a familiarizarnos con la nueva manera de hacer, tanto nosotras como las clientas», explica Montcusí. Al entrar a la tienda, es necesario desinfectarse las manos con el alcohol. Para tocar la ropa es imprescindible ponerse guantes. «Si alguien se emprueba alguna pieza de ropa, la prenda se desinfecta y automáticamente queda en cuarentena durante 48 horas, como mínimo», explica.

Las reglas del juego en las tiendas, peluquerías y bares, y la relación entre cliente y comerciante, cambian ahora radicalmente. Deberemos acostumbrarnos todos. 

El carillón, protagonista

Si en algún momento del recorrido se notó la aparente normalidad fue a las doce del mediodía, al entrar en la Plaça Corsini. El carillón abriéndose y el Amparito Roca sonando. Entre la larga cola de Correos, el ir y venir habitual del Mercat Central y la presencia de niños y jubilados, parecía un día normal de primavera. Sin lugar a dudas, para comerciantes y vecinos ayer era el principio del fin. Ven la luz al final del túnel, aunque les atemoriza la posibilidad de un rebrote. Ahora es momento de hacerse con las nuevas costumbres.

Comentarios
Multimedia Diari