Estraperlo. Dicho de comercializar ilegalmente, de manera clandestina. Esto es lo que ocurre, desde hace mucho tiempo, en las inmediaciones de la Confraria de Pescadors de Tarragona, en El Serrallo. Vecinos y fuentes policiales aseguran que existe un mercado negro de pescado. Según explican –desde el anonimato– algunos agentes de la Policia Portuària, el modus operandi es el mismo desde hace años. Al acabar la jornada, los marineros ceden los cubos de pescado a unas personas que se encargan de comercializarlo, sin pasar por ningún tipo de control. Ambos se reparten los beneficios.
Según explican los vecinos, este mercado negro existe desde hace mucho tiempo y «siempre se ha hecho la vista gorda». Teniendo en cuenta la mala situación que atraviesa el sector, esta es la manera de que los marineros puedan sacarse un sueldo extra, aunque pequeño. La policía asegura que tiene fichadas alrededor de unas quince personas que se dedican a ello.
La manera de proceder es casi siempre la misma. El patrón de la embarcación, como es tradición, da al marinero lo que se conoce en el argot pescador como su parte de pelut. Lo que sería un poco de pescado para cenar. Pero en algunas ocasiones, este género no llega a las casas de los pescadores y se queda por el camino. Fuera de las instalaciones de la Confraria, les están esperando unos individuos para que les cedan el pescado. Estos se dedican a comercializarlo de manera ilegal. Sin pasar por la subasta ni por ningún tipo de regulación ni control higiénico. Las ventas se efectúan por el entorno del barrio marinero y, en algunas ocasiones, el género ha llegado a la Part Alta o a otras zonas del territorio, como Constantí o Ponent.
Los agentes aseguran que el mercado negro va por épocas, dependiendo de las capturas de pescado. Parece ser que, durante las últimas semanas, se ha registrado un aumento de este fenómeno. Sin ir más lejos, el pasado viernes, día de Sant Jordi, la Portuària retuvo una persona que llevaba cubos de pescado y que intentaba esconderlos en el parque infantil que hay justo enfrente de la Confraria. El hombre iba indocumentado y no hablaba ni catalán ni castellano. Los Mossos d’Esquadra trasladaron al joven a la comisaría de Campclar para iniciar los trámites de identificación. Por su lado, los responsables de seguridad del Port le requisaron las cajas de pescado, una báscula y dinero. Según fuentes de la Autoridad Portuària, en el informe de los hechos consta que el género decomisado se ofreció a entidades sociales de la ciudad, pero al cabo de unas horas, sin que ninguna asociación se pronunciará, se consideró no apto para el consumo humano y fue eliminado.
Esconden los cubos
«Cuando nos ven, esconden rápidamente los cubos llenos de pescado», explica un agente de la Policia Portuària, quien prefiere mantenerse en el anonimato. Algunos de los contrabandistas tienen toda una infraestructura creada. «En el maletero del coche tienen preparadas cajas de estas de porexpan, para que el pescado se mantenga en buenas condiciones», explica un vecino, quien añade que «la mayoría de ellos tienen clientes fijos en calles como Jaume I y Pere Martell».
Los precios pueden oscilar entre 3 y 6 euros el kilo de sardina o boquerón. Los beneficios se reparten, según explica la policía, entre el marinero y el contrabandista.
Los responsables de seguridad del Port aseguran al Diari que desde la Autoritat Portuària velan para que «se cumplan las normas legales y de salubridad en cuanto a la venta de pescado fresco». Además, el Port explica que «se han llevado a cabo esfuerzos para disponer de medidas disuasorias que eviten la venta de pescado fuera de las instalaciones». Se refieren a las vallas perimetrales de gran altura, al sistema de control de accesos y a las actuaciones conjuntas con los Mossos para inspeccionar el aparcamiento y el entorno de las instalaciones. Los responsables de la Confraria de Pescadors de Tarragona, por su lado, no se han pronunciado sobre el asunto.
No les queda más remedio
El Diari ha intentado hablar con patrones de algunas de las embarcaciones del cerco, pero estos prefieren no decir nada al respecto. Les da miedo que, al conocerse la noticia, haya un aumento de inspecciones y, teniendo en cuenta la situación por la que está pasando el colectivo, sería un problema añadido.
Y es que la realidad es que el sector atraviesa ahora el peor momento de los últimos años. Entre 2018 y 2020 la flota ha visto caer las capturas de pescado azul un 64% y la facturación, un 61%. Este año la situación no remonta y hay semanas que algunas barcas se quedan en números rojos. Los pescadores echan la culpa a la superpoblación de atunes, que se alimentan de especies como el boquerón y la sardina. Por ello, exigen medidas urgentes para reducir la presencia de esta especie y dar el impulso necesario a las pocas embarcaciones que quedan.
El escenario es tan grave que muchos marineros se ven obligados a hacer esta especie de contrabando para poder vivir de una manera digna. El desanimo se ha apoderado de ellos. Cabe recordar que el sector de la pesca del cerco se reincorporó al trabajo a mediados de febrero, tras dos meses de parada biológica. La mayoría de vecinos del barrio son empáticos con la situación y entienden a la perfección que ocurra el contrabando. «Es normal que pase esto. No les queda más remedio. Si las administraciones fueran más consideradas y ayudarán al sector, no haría falta hacer estraperlo», explica un vecino.