Cuenta Salvador Massip, profesor de matemáticas durante cuatro décadas y primer director del Institut Sant Pere i Sant Pau, que el primer equipo del instituto comenzó a trabajar un 1 de julio de 1998. No tenían ni oficina así que el Institut Comte de Rius les dejó un laboratorio de Física y Química. También les prestaron dinero para comprar material porque el presupuesto inicial era de lo más escueto.
Aquel verano comenzó una carrera a contrarreloj para que los primeros alumnos iniciaran las clases el curso 98/99. Este 2023/24 se cumplen 25 años, tal como anuncia una pancarta en la fachada del centro.
El instituto arrancó en barracones «¡Y qué barracones!», explica Masip. No se podía salir al patio en días de viento por miedo a que volaran las placas del techo. Todavía recuerda que se llevó una buena bronca del inspector de educación de turno por dejar pasar a las cámaras de televisión para que vieran cómo había quedado todo después de un temporal.
Cada año se iba colocando un barracón más a medida que iban pasando de curso los alumnos. «Las instalaciones no respondieron pero los profesores sí, había mucha ilusión», recuerda Masip.

La sede definitiva
Frederic Barceló se convirtió en director en 2001. Es licenciado en Filosofía y letras y trabajó 39 años como profesor de instituto. Fue testigo, igual que Masip, de la lucha de los vecinos para que el instituto tuviera una sede definitiva. Estos días, de hecho, en las paredes de la planta baja hay una exposición fotográfica sobre la historia del instituto. Buena parte está dedicada a la lucha vecinal. Hubo cortes de carreteras, manifestaciones, huelga de alumnos...
Todo hasta que en octubre de 2003 se inauguraba, por fin, la primera fase del edificio actual. Barceló recuerda los nervios y el protocolo de seguridad. La placa la descubrió el entonces President de la Generalitat, Jordi Pujol. El alcalde era Joan Miquel Nadal.

Barceló trabajó para cultivar las relaciones humanas dentro de la escuela y con el barrio «era el momento de hacer piña». Le alegra cuando se encuentra por la calle a alguno de aquellos alumnos que pasaba mucho por su despacho y le suelta eso de «profe, tenía razón».
Marcados por la pandemia
Cuando Barceló se jubiló le sustituyó Anna Carlos, licenciada en ciencias exactas y profesora de la URV. Fue directora hasta el curso pasado y este año ha vuelto a su trabajo como docente.
En sus nueve años de mandato recuerda muchos momentos intensos, pero en especial el 1 de Octubre de 2017 cuando en el instituto había sensibilidades políticas muy distintas. Las administraciones daban mandatos contradictorios. Decidió que si había que asumir alguna responsabilidad legal ella se ofrecería como responsable única.
El segundo momento que más la marcó fue la pandemia. Recita aquella frase en la que se anunciaba que los alumnos se confinarían durante 14 días y que suscitó una explosión de júbilo entre algunos alumnos que no sabían lo que venía.
Después del confinamiento tocaba el regreso a la ‘nueva normalidad’. «Me convertí en una gestora del CAT Salut que confinaba y desconfiaba clases, tomaba temperaturas, ordenaba pruebas...»
Y en este curso comenzó su andadura como directora del centro (que hoy tiene unos 600 alumnos) Magda Murillo. Licenciada en Bellas Artes, dice con humor que «como directora todavía llevo la L» y que en un instituto grande como este «cada semana es un huracán» aunque el suyo es un trabajo de equipo.
Cree que estos 25 años son una oportunidad única para que los alumnos vean todas las luchas que los han traído hasta aquí «pueden estar orgullosos», dice.