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    «No sé quien tenía más ganas de Seguici, los niños o los mayores»

    La Cercavila ha vuelto a levantar pasiones tanto entre los niños que la descubrían por primera vez, como Mara, de 14 meses, hasta Ana María de 94 años, que recordaba cómo se ha ido construyendo la fiesta

    22 septiembre 2022 23:40 | Actualizado a 23 septiembre 2022 12:17
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    Leo tiene tres años y grita: «¡fuego!, ¡fuego!» subido a hombros de su padre que le pide calma. No obstante el pequeño, con los ojos desorbitados, no consigue parar de chillar. Están en la Plaça de la Font y con el Ball de Diables acaba de arrancar la Cercavila de Santa Tecla. Cuando la pandemia nos dejó sin fiestas multitudinarias Leo era demasiado pequeño para enterarse, pero viéndolo es como si nada hubiera pasado.

    Algo parecido sucede con Sergi de 4 años. Su abuela graba con el móvil su reacción al ver pasar a los gigantes «baila como ellos», confiesa la mujer. De hecho el niño lleva la figura de uno debajo del brazo «las tiene todas». En su caso, además de las explicaciones de la escuela, los vídeos de YouTube han servido para mantener la fiesta muy viva en el recuerdo. Y muy cerca la madre de Mara, de 14 meses, que ni se inmuta con el ruido reconoce que «No sé quién tenía más ganas de ver al Seguici, si los niños o los mayores». Viendo las calles abarrotadas de gente no era fácil resolver la cuestión.

    Pequeños y expertos

    Eso sí, es un hecho que los niños eran de los más enterados de quién es quién en el Seguici Popular. La familia de Salomé, de 10 años, llegó hace siete de Colombia. Sus padres cuentan que les encanta la fiesta, que les hace mucha ilusión volver a ver el Seguici y los Castells, «pero en realidad la que más sabe y nos lo explica todo es ella; es la experta de la casa».

    Algunos padres reconocían que el asunto está suscitando más emoción de la esperada. Lo cuenta la madre de Eric, de 5 años, que explica que desde que comenzó Santa Tecla ha tenido que lavar la camiseta de las fiestas cada noche porque el niño se niega a quitársela.

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    Aunque ayer también había quien se encontraba con las fiestas por primera vez siendo adulto, como dos hombres de Suiza y Alemania que vinieron por trabajo a la ciudad «y nos encontramos con esta sorpresa». O un voluntario de Protección Civil, originario de Cádiz, que contaba que esta es su primera Santa Tecla y la pasaba así, a pie de calle; y tan contento.

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    Con las mismas ganas

    Y aunque en esta primera salida al completo del Seguici las familias con niños eran mayoría, no faltaban personas como Ana Maria, de 94 años, bien peinada y estratégicamente sentada en su andador en la Plaça del Forum. Vecina de la Part Alta de toda la vida, está recordando cómo se han ido recuperando todos los elementos año tras año. «Al principio solo salían los gigantes viejos», dice señalándolos. Está a la expectativa de ver el nuevo Ball de Titans del gremi de Marejants.

    Un rato antes Francesc Seritjol, al frente de la veintena de miembros del baile, explicaba que aunque hubo una presentación pública, la de ayer, uniéndose al Seguici, en medio de la multitud, era la auténtica prueba de fuego.

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    A juzgar por los comentarios que escuchamos en el punto donde les vimos bailar, en la calle Merceria, la de ayer fue una prueba superada: «Mira, tienen sardinas en la cabeza, y un pelícano, una langosta...» exclamaban dos niños mientras su madre preguntaba por el nombre del nuevo baile. Gemma, una vecina que se había ubicado allí expresamente para verlos decía que «me ha encantado, fui a la presentación en El Serrallo y me llamó la atención toda la investigación que hay detrás». Mientras un hombre se lamentaba, seguramente con razón, de que la gente no dejaba espacio al baile.

    Pero no solo los niños y los mayores tenían ganas de recuperar las fiestas, una decena de chicas adolescentes que se había reunido para la Cercavila reconocía que estaban nerviosas porque en las últimas fiestas antes de la pandemia tenían once años, se sentían unas niñas y este, que ya tienen catorce, su expectativa era ver hasta qué hora convencían a sus padres que las dejaran quedarse en la empalmada. «A ver qué nos dicen, de verdad que tenemos muchísima ilusión», confesaban... Un rato más tarde las vimos pescando los caramelos que les lanzaba la Cucafera. No sabemos hasta qué hora las dejaron.

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