Tres generaciones y 77 años de historia en el Serrallo

El negocio, ubicado en los bajos de la Llotja de Pescadors, fue fundado por Manel Ortiz, el 15 de septiembre del 1945

25 marzo 2022 19:00 | Actualizado a 26 marzo 2022 12:32
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Si Manel Ortiz, impulsor de la mítica tienda Efectos Navales Ortiz del Serrallo, viera como su familia ha tirado adelante el negocio que él creó hace 77 años, se sentiría muy orgulloso. Sus hijas, su yerno y su nieto capitanean ahora la empresa, la única tienda exclusiva de efectos navales que existe en Tarragona. Actualmente, está ubicada en los bajos de la Confraria de Pescadors, y se ha convertido en un todo un símbolo para el barrio y una referencia en el sector.

La historia de Efectos Navales Ortiz se remonta al año 1945. Manel Ortiz Miró, un joven carpintero y serrallenc –de la familia de los Xufleros–, decidió dejar de construir muebles para abrir su propio negocio. En ese momento, la pesca estaba en pleno auge y decidió, con la ayuda de su padre, poner una tienda de efectos navales en el barrio. Se inauguró el 15 de septiembre de 1945, en un pequeño local de la calle Callao. En la tienda se vendía todo tipo de artículos relacionados con el mar y la pesca profesional. «Incluso ollas y paellas para hacer el ranxo en la barca», explica Josepa Ortiz, hija de Manel y actual propietaria. Al poco tiempo de abrir, el hermano de Manel también se unió a esta aventura.

El negocio fue creciendo poco a poco, hasta que llegó el boom de la electrónica. «En los años 70, la ley empezaba a obligar a las embarcaciones a equiparse con radares y con GPS», recuerda el yerno de Manel, Ferran Tomàs, ahora también al frente del negocio, quien explica como Efectos Navales Ortiz contaba con la exclusividad de algunas marcas, lo que consiguió que el negocio se consolidara en este ámbito. Cabe recordar que, en ese momento, en el Serrallo había hasta cuatro negocios como el de Ortiz.

Para Manel –fundador de la empresa, que falleció hace dos años–, la tienda era su vida. Prueba de ello es que hasta los 96 años estuvo en su despacho, al pie del cañón. En 2004, su hermano y él decidieron jubilarse, pero Manel no quería cerrar el negocio, así que les propuso continuar a sus dos hijas y al yerno, quienes lo dejaron todo –incluso sus trabajos– para cumplir con el deseo de su padre. «Lo hicimos porque también vimos que a nuestro hijo le gustaba este mundo. De este modo, estaba garantizada la continuidad», explica Tomàs. Y así ha sido: mientras Josepa lleva la contabilidad y los temas más administrativos, su marido y su hijo Oriol se encargan de la parte más comercial.

El cambio de timón coincidió en el tiempo con el traslado de la tienda. De la calle Callao, pasó a a la calle Sant Andreu y, en 2005, a los bajos de la Llotja de Pescadors, donde se encuentra hoy en día.

El revulsivo: el Port Tàrraco

El negocio siempre ha funcionado bien, pero lo cierto es que era necesario una modernización. «Queríamos levantar la tienda, adecuarla a los nuevos tiempos. Hemos invertido mucho dinero y, sobre todo, tiempo. Piensa que yo no sabía nada de la mar cuando entré aquí», confiesa Ferran Tomàs, quien tuvo que hacer un curso acelerado de efectos navales.

El negocio se ha centrado, a parte de la pesca profesional, en temas como el salvamento marítimo –desde chalecos de seguridad hasta radiobalisas– y también en náutica deportiva y otras empresas portuarias. Pero sí existe un revulsivo real para Efectos Navales Ortiz ha sido la llegada del Port Tàrraco, fuente de ingreso importante para la empresa. «Los meses de invierno eran siempre muy flojos para nosotros. Ahora, con el Port Tàrraco, son muchas las grandes embarcaciones que pasan sus revisiones para prepararse para la temporada», explica Josepa Ortiz.

Aguantar un negocio 77 años no es cualquier cosa. Según los propietarios, la clave de todo es dar un buen servicio y no engañar jamás al cliente con los precios. «Si lo haces así, tienes ganado al cliente», explica Tomàs. Efectos Navales Ortiz es uno de aquellos negocios donde se respira esperanza, saber hacer y mucho oficio. Lo más importante es que esta nueva generación ha conseguido ganarse la credibilidad que en su día tanto trabajo y esfuerzo le costó a su abuelo.

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