Aquel día Alaska y Mario Vaquerizo pasaban por El Vendrell. Llegaron al restaurante Molí de Cal Tof. Su propietario, Baltasar Julià, estaba en la cocina y no supo de la presencia de los artistas en la primera planta del local.
«Me avisaron de que arriba había dos personas que comían los calçots con cuchillo y tenedor», recuerda Julià. Así que subió y allí vio a los artistas, cubiertos en mano, devorando los calçots sin pelar. «Les expliqué cómo se comían. Entonces les gustaron. Porque tal y como lo hacían les parecían un poco amargos».
Es una de tantas anécdotas y de personajes que han pasado por el histórico restaurante de El Vendrell que ha permitido, además de satisfacer paladares, dar a conocer a la localidad. Porque el Molí de Cal Tof era de aquellos locales que permiten identificar a un pueblo.
Pero el Molí ha puesto fin a 40 años de historia gastronómica del Penedès. Baltasar Julià ya tenía pensado jubilarse. «¿Este año? ¿el próximo? Era una idea que rondaba en la cabeza». La situación de pandemia lo ha precipitado todo. Cerró por la alarma sanitaria y ya no abrirá.
La situación sanitaria «y la incertidumbre. Nadie sabe qué pasará», explica Baltasar Julià. Así que el Molí de Cal Tof que abrieron Baltasar y su mujer Encarna Martínez en 1979 apaga las brasas de esa emblemática chimenea central. Son muchos los que están llamando para reservar mesa y se enteran por teléfono.
Xató
Se acabaron el xató, los caracoles a la llauna, la esqueixada, las calçotadas, y tantas especialidades hechas en las parrillas del local, unas antiguas cuadras del molino harinero que había enfrente hace casi un siglo.
El Molí de Cal Tof ha formado parte de la historia de El Vendrell que comenzó con el abuelo de Julià con un bar en la Rambla que llamó Comerç, pero que enseguida fue conocido como Cal Tof. El abuelo se llamaba Tòful, pero tenía problemas de dicción y al decir si nombre repetía tof, tof... De ahí el apodo.
Cuando Baltasar y su esposa decidieron abrir el restaurante donde ha estado 40 años el abuelo dijo que le haría ilusión que mantuviese el nombre de Cal Tof. Y allí ha escrito la carta gastronómica de El Vendrell. Hasta ahora.
Seguirá la cafetería que impulsó en un local anexo. Sobre el futuro del histórico edificio no hay nada decidido. Ahora toca digerir el cierre de una vida de 40 años. «Cuando me llaman los clientes todavía me hacen llorar», reconoce Baltasar Julià.
Porque es extraño no ver humear la chimenea del local. Ahora toca ordenar recuerdos y revisar fotos. Pero las brasas de la memoria tardan en apagarse.