La inspectora Indira Ramos tendrá que enfrentarse, junto al inspector Iván Moreno, a un caso que les unirá o les separará para siempre. Su equipo está ahora compuesto por la subinspectora María Ortega, por una agente Lucía Navarro más taciturna de lo habitual tras su rehabilitación y por Jotadé, un oficial de origen gitano de métodos poco ortodoxos pero efectivos que pondrá patas arriba la vida de sus compañeros. Deberán investigar el hallazgo de varios cadáveres en un solar en construcción. Nada parece unir a las víctimas y solo revolviendo en su pasado podrán entender por qué los han ido matando uno a uno. Indira es la tercera y, a priori, última entrega de la inspectora de Santiago Díaz, un thriller publicado por Reservoir Books. Los dos anteriores son El buen padre y Las otras niñas.
¿Por qué sorprende tanto que una investigadora sea honesta?
Es la gran paradoja de este tipo de personajes, lo que nos hace enfrentarnos a la realidad que vivimos. Alguien excesivamente honesto, que diga las verdades a la cara, que siempre vaya con la verdad por delante a veces incomoda. Para integrarse un poco en la sociedad hay que decir la típica mentirijilla piadosa que hace que no caigas mal a los demás, que puedas moverte entre muchas aguas sin herir a nadie. Entonces, esa característica tan especial de Indira hace que cause rechazo, especialmente, entre sus compañeros.
¿El tema de los gérmenes es anterior o posterior a la pandemia?
Cuando trabajo me gusta hacer una biografía muy amplia de los personajes que después me ayuda a la hora de escribir la novela, a lanzarlos a las historias que tienen que protagonizar. Escribí esa biografía en el verano de 2019 y estaba muy ilusionado con ese personaje, que va con mascarilla y guantes por la vida. Y cuando llegó la pandemia se me cayó el alma al suelo. Posteriormente, me di cuenta de que era beneficioso ya que lo que conseguíamos con esto era que la gente comprendiese un poco más a Indira. Los que la rodean no porque ella es la rara, la que tiene miedo a los gérmenes, a cosas que no vemos. Pero los lectores, como estábamos viviendo todo eso, quizás sí que la comprendieron un poco más. Entonces, el susto inicial no me lo quitó nadie, pero a la larga yo creo que ha jugado a favor del personaje.
¿De verdad cierra la trilogía?
El final es bastante cerrado, aunque hay un personaje nuevo, Jotadé, que es un policía gitano que ha tenido mucho éxito y que todavía tiene muchas cosas que contar. Ahora estoy trabajando en un thriller histórico y después escribiré, al menos, una entrega protagonizada por Jotadé.

También los gitanos son racistas...
El racismo es bidireccional. Los payos tenemos reticencias muy injustas. Los malos son siempre los que llaman la atención, como en todas partes, pero entre ellos hay gente trabajadora, honrada, que se gana la vida y lo que ocurre es que pagan justos por pecadores. Pero es que entre ellos también hay racismo y esto me lo ha dicho un lector mío gitano. Ellos no hacen por integrarse y nosotros muchas veces no dejamos que se integren.
Se ha metido en su mundo.
Me apetecía retratarlo. Me parece que el mundo gitano está muy poco explotado en obras de ficción. Tienen muchas cosas buenas a la hora de contar una historia: el colorido de su contexto, ese respeto por los mayores, las familias unidas que son un bloque. Pero después tienen cosas muy malas, cosas que se han quedado obsoletas y que también hay que tratar. Jotadé y su familia nadan entre esos dos mundos. Lo que le ocurre es que es el bicho raro entre su comunidad porque es policía y siente ese rechazo. Y también es un bicho raro en la comisaría porque es gitano. Él intenta integrar esos mundos aunque no siempre le resulta sencillo.
Bajos fondos, violencia de género... ¿Qué justicia hay para los más desamparados?
En la vida real pensamos que no tienen suficiente justicia, que la ordinaria va muy lenta, que no siempre pagan los malos, que los que más dinero tienen disponen de mejores abogados y al final tienen más posibilidades de salir indemnes, pero lo bueno que tiene la ficción es que todo eso lo puedes revertir, puedes hacer que los malos paguen y que las cosas salgan bien. Tienes la posibilidad de tomarte la justicia por tu mano. En la vida real no es así.
Entonces habla de venganza.
O justicia. Es la fina línea entre ambas. No obstante, en la vida real nadie aplaudiría que hubiera un justiciero o una justiciera que fuera matando por ahí a los malvados. Aunque mi primera novela trata precisamente de eso, en la vida real sería muy cuestionable, habría un debate muy amplio, pero en la ficción todos aplaudimos que haya alguien que mate a los malos. En este tipo de novelas se puede hacer un poco más de justicia que lo que hace la vida real.
¿A la sociedad actual le falta empatía?
Sí. En determinados momentos tenemos mucha información por redes sociales, podemos asomarnos a muchas ventanas en el mundo y siempre sentimos empatía, pero es momentánea muchas veces. Es decir, vemos algo que nos afecta, pero durante cinco minutos porque después seguimos con nuestras cosas en la vida y tratamos de no involucrarnos. A veces nos falta empatía, pero también es cierto que las personas son capaces de sorprendernos muchas veces. Y a través de este tipo de novelas se puede concienciar a la gente de muchas cosas.