El ICIQ ultima dos nuevas spin-off en Tarragona

Prevén constituirse como empresas entre este año y el segundo semestre de 2020

16 septiembre 2019 12:10 | Actualizado a 16 septiembre 2019 12:46
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Dos nuevas spin-off han emprendido la cuenta atrás en el Institut Català d’Investigació Química (ICIQ), el centro de investigación de financiación pública (un 40% de los 16 millones de euros de presupuesto con los que contó el año pasado procedieron de la Generalitat de Catalunya, mientras el restante 60% vino de ayudas competitivas, muchas de ellas de la Unión Europea, y de proyectos de carácter industrial) emplazado en la avinguda Països Catalans de Tarragona.

Se sumarán, entre lo que queda de este año y el segundo semestre del año que viene, a la exitosa trayectoria de Orchestra Scientific -hasta ahora la única spin-off que ha alumbrado este centro de investigación básica-, que el pasado mes de julio se incorporó al programa de aceleración de empresas ‘Fondo de Emprendedores’ de Repsol.

La primera de estas dos nuevas spin-off surge del área de fotosíntesis artificial y gira en torno a un prototipo de fotorreactor con aplicaciones en el sector farmacéutico, que debería tener una versión comercializable como equipamiento de laboratorio en un par de meses.

Este proyecto, que se constituirá como empresa startup antes de finalizar el año (y cuyo nombre definitivo se encuentra hoy en fase de registro de marca) surge de los esfuerzos de cinco de los dieciocho grupos de investigación que actualmente trabajan en el ICIQ. Tendrá como socios fundadores a Miquel Àngel Pericàs (director del ICIQ), Julio Lloret, Rubén Martín, Paolo Melchiorre, José Luís León, Juan José Pla y Esther Alza, además del ICIQ e ICREA.

Esther Alza, hoy responsable de la unidad de desarrollo tecnológico Ertflow en el ICIQ, ocupará previsiblemente el cargo de CEO en esta nueva empresa startup, que pretende fabricar y comercializar, en una primera fase, equipos de laboratorio con precios de venta de entre 2.000 y 4.000 euros. En contacto ya «con ingenierías para la fase de industrialización y producción», calcula que «para arrancar, necesitaremos entre 50.000 y 100.000 euros de financiación, que buscaremos tanto de forma propia como externa».

Primeros en Europa

Confían en vender «entre 50 y 100 equipos a lo largo del próximo año 2020», alcanzando una facturación de 200.000 euros en su primer ejercicio y manteniendo un crecimiento de sus ventas en torno a un 30% anual. Son los primeros en Europa que han logrado un prototipo comercializable de equipo para reacciones fotoquímicas.

Solo los laboratorios Merck, de la mano de la Universidad de Princeton, cuentan con «un producto comercial similar, pero con capacidades inferiores», explica Julio Lloret, investigador ICREA e investigador del proyecto europeo A-Leaf, además de socio fundador de esta startup que, según relata, «en un futuro irá sacando al mercado más productos para ir transfiriendo tecnología desde los grupos del ICIQ».

En este sentido, Miquel Àngel Pericàs, director del ICIQ y socio fundador también en este proyecto de spin-off, destaca que «somos una institución muy competente en las áreas de fotosíntesis artificial y en la activación de dióxido de carbono y de moléculas pequeñas (las materias primas de origen fósil)», lo cual «sitúa al ICIQ en una posición privilegiada, ya que son dos áreas en las que existen aplicaciones industriales de gran importancia y, sobre todo, que poseen profundas implicaciones sobre la sostenibilidad de nuestro modo de vida».

Farmacéuticas ‘de bolsillo’

Precisamente del grupo de investigación del ICIQ que lidera Miquel Àngel Pericàs es de donde surge el segundo proyecto de spin-off -que pretende convertirse en empresa startup durante el segundo semestre del año que viene-, hoy en fase de preincubación con la unidad de desarrollo tecnológico Ertflow, dedicada a prestar servicios a empresas de química fina y farmacéutica en el área de la química en flujo continuo (flow, en inglés).

Si bien la química en flujo continuo es, según relata Esther Alza, responsable de Ertflow, «muy utilizada en la petroquímica», se usa «muy poco en química fina y farma». Aplicar tecnologías de flujo continuo puede permitir, por ejemplo, «montar fábricas de productos farmacéuticos que te ocupan la esquina de una habitación», en lugar de utilizar, como hasta ahora, inmensos reactores, mucho más costosos, menos eficientes y con riesgos en seguridad (básicamente, los reactores pueden estallar, así que a mayor dimensión mayor impacto del potencial incidente).

De nuevo en este caso «no hay ninguna otra empresa en Europa especializada en servicios flow», explica Alza, aunque sí en los EEUU, donde tras invertir Novartis más de 10 millones de euros en el MIT (Massachusetts Institute of Technology) han salido de ese centro de investigación dos spin-off que trabajan exclusivamente prestando servicios de química en flujo continuo. Entre sus clientes potenciales están la NASA y el Pentágono. Una fábrica de medicamentos ‘de bolsillo’ es útil lo mismo en el espacio que en un submarino nuclear.

‘Joint venture’

Sobre este segundo proyecto de spin-off del ICIQ, Esther Alza reconoce que, «a pesar de que estamos desarrollando prototipos de reactores en flujo, el modelo de negocio de esta spin-off es la prestación de servicios flow».

Algo que, a la hora de invertir en un proyecto, el capital riesgo suele encontrar menos atractivo que un prototipo tangible, y que «cuesta mucho» de ‘vender’ «en incubadoras o aceleradoras, porque no estás pidiendo 50.000 euros para un prototipo, sino medio millón, por lo bajo, para montar un laboratorio».

O eso, o cerrar «una joint venture con alguna farmacéutica» que sepa de qué va el negocio (igual que Novartis ha hecho con el MIT) y que invierta lo que hay que invertir. En eso andan.

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