Cada 14 de abril se celebra el día nacional de la República y ayer, como cada año, un centernar de personas se daba cita en la fosa común del cementerio de Tarragona. Nada presagiaba que la ceremonia fuese a ser muy distinta de las anteriores. Pero gracias a la decisión del arzobispo Joan Planellas, ayer se produjo uno de esos momentos en los que el pasado y el futuro se dan un fuerte apretón de manos, casi un abrazo. El Arzobispado de Tarragona –vía el Vicario general– pidió perdón por el papel jugado por la Iglesia católica durante la represión franquista (eso no es novedad, ya lo había hecho el anterior mitrado, Jaume Pujol), pero dijo algo nuevo: los archivos eclesiásticos se pondrán a disposición de los familaires de las víctimas de la represión y la iglesia tarraconense les acompañará activamente en el proceso para recuperar los restos que aún se encuentren en las fosas comunes de nuestros cementerios. A modo de ejemplo, en la mayor de las fosas comunes del camposanto de Tarragona nos esperan los restos de 797 personas.
Archivos a disposición de las familias de las víctimas y ayuda para recuperar los restos de las fosas comunes. La decisión es histórica
No es menos cierto que esta petición de perdón llega tarde, porque el perdón siempre llega tarde. Recordemos que España es, después de Camboya, el país con un mayor número de fosas comunes del mundo. Tampoco es menos cierto que la Iglesia debería ser el ejemplo a seguir como actor activo y no pasivo, de una reconciliación aún pendiente. Pero, en todo caso, la declaración de ayer es un paso indispensable en el camino de la justicia y de la reparación. El Arzobispo Planellas le ha tomado el pulso a la Historia y gracias a su decisión centenares de familias pueden empezar a imaginar que el abuelo, el tío, el hermano, la hermana, el sobrino, el padre, la madre..., encontrarán la sepultura que siempre merecieron.
Recuerden a Antígona: el derecho a ser enterrado es el más humano de los derechos.
