Los sátrapas y dictadores, además de carecer de escrúpulos y de no conocer límites en las medidas de represión para tratar de lograr que todo, absolutamente todo, quede bajo su control y puedan así, a fuerza de inculcar miedo y terror en la población, conservar su poder, tienden a convertirse en seres o entes patéticos y ridículos que, si no fuera por las trágicas consecuencias de sus actos y sus decisiones, merecerían lástima.
Lamentablemente, sobran los ejemplos. El régimen de Irán lleva meses proporcionándolos. Uno de los últimos conocidos es la condena a más de veinte años de cárcel por «fomento de la impureza y la indecencia, montaje y colusión contra la seguridad nacional y propaganda contra el régimen» a Amir Mohammad Ahmadi y Astiaj Haguigui, una pareja de blogueros de 22 y 21 años, respectivamente, que cometieron el terrible e imperdonable delito de bailar en la calle.
Especialmente grave fue la afrenta protagonizada por ella: no solo bailó en la calle, sino que lo hizo sin velo y con un hombre, lo que tienen prohibidísimo las mujeres iraníes, incluso si se trata de una pareja de prometidos, como es el caso que nos ocupa. Sí, ya saben que en ese país –y en otros cercanos– la mujer no es considerada una persona con derechos plenos. ¡Qué triste debe de ser vivir en un lugar donde está prohibido bailar! Sí, qué triste todo.
