Los gilipollas

La mirada

26 octubre 2022 19:18 | Actualizado a 27 octubre 2022 07:00
Lluís Amiguet
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Paso la mañana intercambiando experiencias empresariales con el ‘padre del Ipod’ y diseñador del ‘iphone’ y de otros grandes inventos que han cambiado nuestras vidas, Tony Fadell. Pero lo que no ha cambiado durante su larga trayectoria de ingeniero, inventor y emprendedor en Silicon Valley es –cita textual– «el porcentaje de gilipollas que te encuentras cada día». La Universidad de San Diego, apunta, cifra en un 12% el de personas con rasgos psicopáticos que ocupan altos cargos en las grandes empresas. Barrunto –sin más baremo que mi propia experiencia– que el de nuestras empresas, administraciones y partidos políticos no es inferior.

1-En la taxonomía gilipollesca española (y, ça va de soit, catalana: no empecemos con gilipolleces) la subespecie reina es sin duda la del gilipollas gilipollas: es quien inflige daño a sus colegas, familiares y conocidos, porque amigos ya no le quedan, sin obtener a cambio beneficio alguno. Tal vez solo la fugaz compensación de sentirse poderoso haciendo daño, que siempre es más fácil que hacer el bien, y sobre todo más gratificante a corto plazo. Los distinguirá porque nadie quiere sentarse a su lado en una fiesta, pero hay que aguantarlos en el trabajo que consiguieron gracias a otro gilipollas gilipollas que lo enchufó.

2-Gilipollas Políticos: viven del esfuerzo y talento ajeno para los éxitos que «hemos conseguido» y de los errores que «han cometido». Nunca arriesgan, y por tanto, nunca pierden; pero tampoco aportan nada a la organización aparte de calentar una silla: ¿Cómo evitan ser despedidos? Son habilísimos creando coaliciones de interés con otros gilipollas políticos con los que enseguida se juntan los críe Dios o el demonio.

3-Gilipollas Controladores: se distinguen porque les molesta toda buena idea que no sea suya y se sienten amenazados por el talento de quienes las tienen. Son maestros en evitar que quien trabaja y sabe cómo progresar no lo consiga. Y no dejan de ser cada día mejores en esa habilidad que perfeccionan hasta que acaban liquidando la propia organización que parasitan... Y a por la siguiente.

4-Gilipollas con una Misión: Saben que lo son a menudo, pero se sienten legitimados para serlo por el aura purificadora de su destino manifiesto como liberadores de países, lenguas, sexos, minorías, barrios o cuñados gorrones de Antequera. Da igual la misión: hay que salvar a las focas o acabar con las especies invasoras de gurrumino. El caso es que no son ellos; son la misión y por el camino se van embolsando las comisiones, subvenciones y lo que caiga. Y, además, hay que agradecérselo o eres enemigo a derribar de la causa. Y por ende, de la entera humanidad.

Los gilipollas de toda especie pueden actuar de forma agresiva y exhibida: gritan, te señalan, te odian y quieren que se note para intimidarte y dominarte; o pasivo agresiva: te sonríen, asienten, te dan la razón cuando les miras y cuando no, te clavan los puñales de la insidia, el chisme o la falsedad por la espalda.

¿Cómo defenderse de los gilipollas? Puedes matarlos de cariño dejándolos totalmente despistados; pasar de ellos; intentar sortearlos o enfrentarte desde el primer día a sus asechanzas: señalarles la pared y decir que acabaréis a bofetadas, colgando vuestros atributos allí. Y que los tuyos serán los más grandes. Eso, cuenta Fadell, le dijo uno de sus primeros jefes en Apple.

Al final, Fadell y yo convenimos en que también hemos sido gilipollas alguna vez; tal vez más; tal vez muchas; quizá demasiadas... Seguro, pero ya hemos sido castigados por ello, porque la primera víctima del gilipollas es él mismo.

Lluís Amiguet es autor y cocreador de ‘La Contra’ de ‘La Vanguardia’ desde que se creó en enero de 1998. Comenzó a ejercer como periodista en el ‘Diari’ y en Ser Tarragona. Su último libro es ‘Homo rebellis: Claves de la ciencia para la aventura de la vida’.

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