Como es sabido, los griegos se aproximan a una grave encrucijada: si el primer ministro del país, Antonis Samaras, perteneciente al partido conservador Nueva Democracia, no consigue suficiente apoyo parlamentario –al menos 180 votos los 300 escaños– para su candidato a la presidencia del país, Stavros Dimas tendrá que convocar elecciones generales anticipadas, probablemente para el último domingo de enero o primero de febrero. Y si se mantienen las actuales tendencias, ganará Syriza, con el 34 al 38% de votos según las encuestas y fuertes posibilidades de obtener la mayoría absoluta gracias al peculiar sistema electoral griego.
Si tal cosa sucede, el líder de Syriza planteará el fin de las medidas de austeridad y la renegociación de la deuda. Y ya se han anunciado los males que acarreará al país semejante proceder: según Goldman Sachs, el mismo banco de inversiones que ayudó hace años a las autoridades griegas a maquillar las cuentas, el BCE podría llegar a imponer un ‘corralito’ sobre los depósitos bancarios. Una tragedia para las clases medias.
Y si las cosas son así, ¿cómo es posible que Syriza coseche tantos apoyos? La respuesta que dan los sociólogos políticos es clara: porque hay mucha gente en Grecia que no tiene nada que perder. Nosotros, por cierto, tenemos casi cinco millones de parados, muchos subempleados y sus familias que están en esta situación.