Para entenderlo, hay que vivirlo. Así se refieren los serrallencs a su devoción por la Verge del Carme. Ayer, día grande en el barrio marinero de la ciudad, se celebró la tradicional procesión en honor a la patrona de los pescadores. Sentimientos encontrados, decían algunos, por el hecho de que, por primera vez, la imagen de la virgen no procesionaba por la mar. Por otro lado, se palpaba la alegría de celebrar esta festividad después de dos años haciéndolo a medio gas por la pandemia.
Así de emocionado estaba Jordi Bondia, uno de los responsables de los portants de la Verge del Carme. Tiene 55 años y hace 32 que lleva la imagen a hombros y descalzo. «Es una tradición familiar. Mis abuelos ya eran pescadores. Mi padre y yo hemos seguido con el oficio», explica. El grupo de portants está formado por treinta miembros. Años atrás, todos eran pescadores. Ahora, son hijos de pescadores y otros jóvenes vinculados al barrio. Bondia explica que no cierran la puerta a que puedan incorporarse mujeres. Para él, hay dos momentos muy especiales en la procesión de ayer. El primero, la entrada de la virgen a la iglesia de Sant Pere. «De rodillas, sufriendo y sintiendo la energía de la gente», describía Bondia. El otro instante memorable, solo es vivido por unos pocos privilegiados. Al llegar la virgen dentro de la iglesia, los portants le cantaron la salve. «La devoción hacia la virgen es un sentimiento difícil de explicar. Quien no lo tenga no se puede hacer llamar pescador», comentaba Bondia.
Otra de las protagonistas de la tarde de ayer fue Rita Fernández, una joven serrallenca de 23 años, castellera de la colla del barrio. Para ella, lo de ayer no es solo una procesión. «Es un día de reencuentro con la familia», decía. Y es que una de las tradiciones que no se pierde en el barrio es que, cada 16 de julio, Rita hace un pilar delante de la casa de su abuela, en la Plaça de Sant Magí. «Llevo haciéndolo desde el año 2013 y, para mi, es un momento muy especial. Es el pilar más emotivo de toda la temporada castellera», decía la joven. Su abuela, desde el balcón, no podía aguantar las lágrimas.
El momento álgido de la procesión llegaba cuando la virgen, llevada de rodillas por los portants, entraba a la iglesia, con los dos pilares de los Xiquets del Serrallo honorándola. Justo antes, la imagen pasaba por encima de la alfombra de papel que había en el suelo de la plaza. El tapiz era obra de unas diez mujeres del barrio, que hace más de 30 años que siguen la tradición. Una de ellas es Maria Pérez. «Empezamos a trabajar en ella a mediados de junio. Esta es nuestra manera de honorar a la patrona. Lo hacemos muy a gusto», decía Pérez. En la alfombra de este año se puede ver una imagen del edificio del antiguo Pòsit, además de tres ventanas: en una, la Verge del Carme y, en las otras dos, redes y peces. Está hecha con bolas de papel, y los pequeños detalles con Goma Eva. Una auténtica obra de arte.
El año que viene, más y mejor
No se sabe a ciencia cierta el motivo del porqué no hubo procesión marítima. Todo apunta a una falta de previsión por parte de la organización. En un primer momento, la Confraria de Pescadors había decidido eliminar esta parte del acto, por un tema de seguridad. Y, es que, siendo sábado, se esperaba una importante aglomeración de gente. No se equivocaban. Finalmente, algunos pescadores se animaron, y la burocracia también se acelero. Pese a ello, in extremis, decidieron no salir. Eso sí, la virgen siguió emocionando a los presentes. El barrio está convencido de que, el año que viene, la patrona volverá a desfilar por su hábitat natural: la mar.
