Patria

'Escribí a favor de las víctimas de ETA en su individualidad, no como números de estadística'

19 mayo 2017 15:55 | Actualizado a 21 mayo 2017 14:18
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A todos los que superamos los 50 nos quedan en la memoria las tristes secuencias de la violencia en el País Vasco. En particular, en los 80, la banda terrorista ETA se ensañó sin distinción de civiles y uniformados. Hasta que el pueblo dijo ‘basta’ después de la salvajada del concejal Miguel Ángel Blanco.

Pero quizás no había habido desde la irrupción de Bernardo Atxaga en 1988, con Obabakoak (Los de Obaba), Premio Nacional de Narrativa, otra como la actual de Fernando Aramburu con Patria. Si en Atxaga se unen fantasía y realidad para hilar una serie de conexiones personales, en Aramburu se describe con todo realismo la vida en un pueblo de Guipúzcoa cercano a Donosti.

Es sencillamente un camino por la vida de dos familias, derivada en sus varios miembros, en el que vemos con claridad y sin tremendismos ni elucubraciones hipócritas, qué ocurrió en esas localidades de Euskadi desde 1980 hasta la fecha. Pero no es simplemente describir hechos, sino que la novela de Aramburu está llena de hallazgos de estilo, con frases comunes cortadas a propósito para que lector se una al efecto; también recoge unos personajes, tan reales, que parece que les hemos visto por la calle. Hay un grupo de mujeres, descritas con mano maestra, desde la pobre Bittori, cuyo mejor remedio es hablar en el cementerio de Polloe junto a la tumba de su marido (el Txato), a su amiga de toda la vida, Miren, abertzale hasta las cachas. Luego sus hijos y yernos: Arantxa, Ainhoa, Nerea, Xabier, Guillermo…

Están especialmente tratados el marido de Miren, el pasivo y conformista Joxian, siempre en la taberna Pagoeta, Xabier(el inconformista) y el etarra Joxe Mari.

No es una obra densa, de difícil lectura, a pesar de que se cruzan reiteradamente las vidas (no hay milagros) de los personajes, incluso con el sacerdote del pueblo, don Serapio, arquetipo de la ambigüedad, por- que quiere llegar a todo su rebaño, pero la realidad, más tozuda que él, le impide quedar bien con todos…

Es un retrato magnífico que se lee de un tirón, o casi, porque son muchas páginas. Pero es una historia que el autor ha recogido de sus mismas calles, con las personas que él ha conocido, y de los relatos y lecturas que ha recibido, además de las notas informativas de TV y los periódicos (Egin y El Pueblo Vasco, opuestos entre sí).

Para todo el que quiera saber algo próximo a lo ocurrido y entender lo que pasó en aquel rincón de la Península, sin maniqueísmos ni alambiques, esta novela es de indiscutible necesidad.

Ya casi al final, hay una conferencia en la que un escritor (sin duda, trasunto del autor de la novela ) dice: «El escritor se pregunta a continuación por qué no ingresó de joven en ETA […]. A fin de cuentas, yo también fui un adolescente vasco y estuve expuesto como tantos chavales de mi época a la propaganda favorecedora del terrorismo y a la doctrina en que éste se fundamenta. Pues bien, he pensado muchas veces al respecto y creo haber encontrado la respuesta […].

»Escribí, pues, en contra del sufrimiento inferido por unos hombres a otros, procurando mostrar en qué consiste dicho sufrimiento y, por descontado, quien lo generó y qué consecuencias físicas y psíquicas acarrea a las víctimas supervivientes […] escribí en contra del crimen perpetrado con excusa política, en nombre de una patria donde un puñado de gente armada, con el vergonzoso apoyo de una parte de la sociedad, decide quién pertenece a dicha patria y quién debe abandonarla o desaparecer. Escribí sin odio contra el lenguaje del odio y contra la desmemoria y el olvido tramado por quienes tratan de inventarse una historia al servicio de su proyecto y sus convicciones totalitarias […] pero también escribí, desde el estímulo de ofrecer algo positivo a mis semejantes, a favor de la literatura y el arte, por tanto a favor de lo bueno y noble que alberga el ser humano. Y a favor de las víctimas de ETA en su individual humanidad, no como meros números de una estadística».

Ongi etorri (bienvenidos) a todos los limpios de corazón que quieran entrar en el corazón de los hechos.

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