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    La solución del problema

    01 septiembre 2023 18:25 | Actualizado a 02 septiembre 2023 20:00
    Josep Moya-Angeler
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    Leopoldo Calvo Sotelo llegó tarde a un consejo de ministros y preguntó a Pío Cabanillas, su colega de la derecha: «¿Cómo está el patio?». El gallego contestó: «No hay patio». (Calvo Sotelo así lo confesó en sus memorias). Se podría escribir un libro, o una docena, sobre esta respuesta. Es el mejor retrato que se ha hecho de la España actual. Yo me inclino por explicarlo con la pintada que corre por ahí sobre el tema: «Lo que le pasa a España es que la solución está en manos del problema».

    Vistas así las cosas, con el sentido de la realidad de estas dos anécdotas, ¿alguien se atreve a dar consejos, hacer pronósticos o pontificar teorías sobre la Península? Mi viejo lema anti-consejos que reza «Deja que la gente se equivoque sola» no sirve para este caso. Porque sería dar una patada a los gobernantes en nuestro propio culo. El problema es de todos. Todos, con nuestros antepasados al frente, somos el problema. No miremos a otro lado. Aunque, como dijo un veterano periodista, somos el problema, pero «algunos lo son más». Están al frente de la cosa pública y no hacen por despertar al país, sumido en machismos, trampas, picaresca, abusos y todos los pecados capitales.

    Todos, con nuestros antepasados al frente, somos el problema. Aunque, como dijo un veterano periodista, somos el problema, pero «algunos lo son más»

    Me adelanto a los que me pudieran criticar: ¡Claro que hay buena gente! Muchos. Muchísimos. Pero no los suficientes. Y no marcan el rumbo del país. Ante una masa abusadora, son débiles. Su bondad no permite ponerse a la altura porque para combatir al que da golpes bajos hay que dar también golpes bajos. No lo permite su bondad y hacen bien. ¿Y los pensadores, los filósofos, los que peinan canas y conocen por experiencia que seguimos por mal camino? Pues los han apartado de la carrera hacia el futuro, porque los que manejan las cosas sólo piensan en el poder y su apetecible mochila: el dinero. No es un tópico, pues en las últimas semanas la mayoría de nuevos alcaldes, concejales y consejeros de autonomías se han subido el sueldo de forma vergonzosa. No ocultan sus intenciones.

    Una manera positiva de ver las cosas es pensar que hay que construir una nueva sociedad. De acuerdo. Es trabajo de décadas. Pero, ¿quién se pone a hacerlo? Esta semana, ninguno de los máximos aspirantes al poder en España que se han reunido se han puesto de acuerdo en nada. La única idea que ha aflorado ha sido «déjame mandar a mí dos años y luego me voy». ¿Para qué dos años? ¿Qué cambiaría en un par de años? Nada. La estructura del Estado es tan gigantesca que no da tiempo para nada, excepto para poder decir «tuve el poder y eso para mí ya es suficiente». Y, luego, puertas giratorias.

    Una manera positiva de ver las cosas es pensar que hay que construir una nueva sociedad. De acuerdo. Es trabajo de décadas. Pero, ¿quién se pone a hacerlo?

    Estamos desnortados. Con gentes que añoran la dictadura de Franco. Con medios de comunicación –uno de los más influyentes es de la Iglesia– que jalean por un retorno al pasado. Aquel turbio y maloliente pasado. Gentes que no ven el porvenir como una promesa, y así entienden que aquel pasado les permitía vivir trampeando. Trampeando, ejerciendo la picaresca como expresión máxima de la inteligencia, no se llega a ninguna parte. Pero esto no lo entiende ni la Iglesia española, que debiera ser un foco de reflexión por una sociedad más prometedora, más justa y más madura.

    El poder nos arrastra a no abrir las puertas de un porvenir positivo. Y a mucha gente ya le está bien. Este es el verdadero problema. A los demás, nos sueltan el «por favor, no molesten» porque no es hora de inquietudes, a menos de que paguen por ellas.

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