El pasado viernes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, compareció ante los medios para presentar su tradicional balance del curso político antes del parón de las vacaciones y de que arranque en septiembre la fase final de la legislatura. Entre la larga lista de puntos que explicó en la comparecencia destacó un momento que no pasó desapercibido para nadie. En una parte de la intervención, en la que Sánchez enumeraba algunas de las propuestas que elevará a Bruselas como topar el precio de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y desacoplar el precio del gas del de la luz, sorprendió a los periodistas presentes en la sala con estas declaraciones: «No llevo corbata, eso significa que todos podemos ahorrar desde el punto de vista energético y se lo he pedido a todos los ministros y a todos los responsables públicos. Y al sector privado, en la medida de lo posible, que cuando no sea necesario no utilicen la corbata y así todos ahorraremos» apuntó.
Fue en ese momento en el que muchos nos fijamos en que él mismo prescindió de ella en esta aparición pública, así como Félix Bolaños que también apareció sin corbata. De todo el contenido de la hora de comparecencia, este fue el titular que más recorrido tuvo. Incluso cadenas internacionales como la mismísima CNN se fijaron en este curioso anuncio.
La explicación teórica es que al no llevar tantas prendas, especialmente una ajustada al cuello, la sensación térmica corporal es mucho menor, lo que permite no malgastar energía en los edificios. Pongamos un ejemplo. En una oficina en la que todos sus empleados usen la corbata el aire acondicionado se tendrá que poner a mayor potencia para conseguir un cierto alivio de sus trabajadores. Ese es el motivo por el cual la corbata se puede convertir en el símbolo de la lucha a favor del ahorro energético.
El PP por su lado ha decidido criticar estas palabras y ha puesto en duda el verdadero plan de ahorro energético. «Después de pedir a los ciudadanos quitarse la corbata para ahorrar energía, luego se ha montado en un helicóptero para recorrer los 25,8 kilómetros que unen el Palacio de la Moncloa y la base aérea de Torrejón, quemando 180 kilos de queroseno», destacaron.
En España la propuesta ha levantado ampollas en la patronal de las tiendas de moda Acotex que ven esta recomendación como «ridícula» e «intolerable» y que puede suponer una peligrosa acción que puede «provocar el cierre de negocios y la pérdida de puestos de trabajo» de empresas textiles se dedican a la fabricación y venta de complementos masculinos.
Lo que está claro es que este no es un asunto nuevo. Y lo vemos revisando la hemeroteca. Una medida similar ya la propuso en julio de 2011 el exministro de Industria Miguel Sebastián, cuando subió a la tribuna del Congreso de los Diputados sin corbata. Sebastián justificó este gesto desde la tribuna apelando a la necesidad de hacer un esfuerzo con la temperatura de los edificios para «no despilfarrar» energía. Eso sí, en ese momento recibió una soberana «bronca» del entonces presidente del Congreso, José Bono en la que hizo una defensa de esta prenda ya que ayudaba a mantener «la disciplina del vestido» en el hemiciclo.
Curiosamente Sebastián se basó en una acción de protesta realizada en junio de 2005 cuando los entonces miembros del Gobierno japonés se presentaron en sus despachos sin corbata ni chaqueta. Lo hicieron como gesto de ahorro de energía a la población para cumplir el protocolo de Kioto, y mantuvieron esta vestimenta durante todo el verano.
Y no sólo en España o Japón. En Francia también están revolucionados actualmente con la corbata, pero por otro motivo. La mayoría de los parlamentarios de izquierda, especialmente los de La Francia Insumisa (LFI), el partido de Jean-Luc Mélenchon, no usan corbata por motivos estéticos. Y obviamente esto ha provocado controversia. Marine Le Pen ha dicho que nada de ir sin corbata en la Asamblea Nacional. «Nosotros no venimos aquí con chancletas y camisas de flores», les regañó tras ver que en los últimos meses muchos diputados iban a las sesiones con ropa «demasiado informal».
Lo que sí es cierto es que la ropa más casual se está imponiendo cada vez más en encuentros políticos, reuniones entre empresarios o en juntas de accionistas. De esto saben mucho en Silicon Valley. Tal vez ellos iniciaron sin saberlo, como Steve Jobs con su vestuario minimalista, una revolución más allá de lo digital.