La decencia, descrita como la «observación de las normas morales socialmente establecidas y las buenas costumbres». Es decente la mujer casada; la gente bien vestida —aquella que no enseña carne, casi siempre mujer, también—; la que dice la verdad o, al menos, calla lo que no queremos escuchar; quienes vuelven a casa después del trabajo; los que trabajan hasta que se les consume el tiempo, siempre de forma decente: limpiando nuestra basura, en la fábrica, en el ayuntamiento desde hace treinta y siete años. Todos ellos, todos ellos muy decentes.
La decencia está pasando de moda. Pero otra vez sigues ahí, mujer, en boca de todos los decentes e indecentes que juzgan a quién amas, cómo ganas tu dinero, de qué y cómo hablas, qué sueñas.
Entonces, ¿cuán decente eres?