Solidarios Nosotros

Los jóvenes tienen, al parecer, otros objetivos que nada tienen que ver con los sociales tan defendidos por los integrantes de Los solidarios o Nosotros
 

09 febrero 2022 10:40 | Actualizado a 09 febrero 2022 10:56
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Todo este periodo que llevamos, cerca de dos años, bajo las garras de un ente más que microscópico, se puede denominar ultramicroscópico, ha dado para mucho y hemos visto de todos los colores. Creo que la gente está más que saturada de los discursos, de los engaños, de los aprendices de biología, virología, epidemiología, que con tanta logia se creen que pueden ser hasta masones (lamento el chiste, pero uno está hasta la coronilla de tanto predicador) así estamos acabando la mayoría, más destorotados que aprendidos. Lo malo de todo es que no aprendemos nunca. Puede que con un poco de suerte y se cumplen los augurios que nos ha lanzado Bill Gates, que dice van a venir más pandemias, acabaremos siendo doctos en «bichología». Lo que significa que esto va para largo y hay que planificarse.

Cómo uno ya pinta canas y no está para ir de botellones, ni a fiestas con aglomeraciones y piensa más en la tranquilidad y sobre todo en no pillar el «bicho», por si acaso le toca el más virulento, me dedico a cosas más solitarias y que más me agradan. Habiendo decidido no profundizar en temas médicos, ya que como hemos podido apreciar con esta pandemia y he mencionado antes, hay muchos que saben un montón, aunque sea de oídas, no vale la pena. A resultas, me he abocado a otra gran pasión que es la historia. Así, a lo largo de este extenso tiempo de permanencia en la pandemia y de estar retenido en casa, he tenido el gran placer de leer, sobre todo sobre la historia de este país en el siglo XX, que es un periodo muy interesante. Periodo que marcó mucho y que nos ha marcado el tiempo presente.

Quiero rescatar la fecha del 8 de marzo de 1921 y lo ocurrido en Madrid hacia el declinar del día. Tres jóvenes realizaban un magnicidio. El presidente del Consejo de Ministros caía bajo las balas que salieron de las pistolas de estos tres anarquistas catalanes subidos a una moto Indian con sidecar. Ramón Casanellas el conductor, de 24 años, nacido en Barcelona, que luego huiría a Rusia y pocos años después moriría de accidente de moto; Luis Nicolau, ubicado en el sillín trasero, de 28 años, también de Barcelona que huyó a Alemania, siendo extraditado, ingresado en la cárcel de Dueso y que murió durante la guerra civil; Pedro Mateu, nacido en Valls, de 23 años, ubicado en el sidecar, cogido preso y condenado a cadena perpetua, saliendo cuando se instauró la II República, sin amagar nunca su participación en el asesinato, además diciendo «se ha hecho justicia». Un comando que se desplazó a la capital motivados por la instauración de la ley de fugas y por el nombramiento de Martínez Anido como gobernador de Barcelona y gran favorecedor de la guerra sucia contra el anarquismo. Curiosamente este hecho es muy parecido al narrado por Noah Gordon en su novela La Bodega, en la que relata a un grupo de jóvenes catalanes concienciados para matar al general Joan Prim se desplazan a Madrid.

Ahora es difícil de entender esta acción debido a que estamos inmersos en un mundo tecnificado y profundamente capitalizado vivimos, pero para aquel tiempo era más que razonable. La historia puede que se inicie cuando Giuseppe Fanelli, un ingeniero italiano discípulo y admirador de Bakunin llega a Madrid en 1868. Fruto de la grave situación político-social que existía, las ideas anarquistas preconizadas se asentaron y germinaron, sobre todo en la gente del campo andaluz y en los trabajadores de la zona industrial catalana, ambas duramente azuzados por la burguesía. Tanto fue así que bajo la batuta de Anselmo Lorenzo fructifican de manera desmesurada, llegando a agruparse entre otras asociaciones en la CNT la fuerza sindical mayoritaria con más de un millón de afiliados hacia principios del siglo pasado.

Luchas, robos, detecciones, muertes y sobre todo una dictadura hacen aparecer importantes líderes obreros, entre los que se deben destacar a los denominados en Francia «los tres mosqueteros», Durruti, Ascaso y García Oliver (nacido en Reus), autores de constituir junto a otros libertarios el grupo «los Solidarios», que posteriormente pasarían a llamarse «Nosotros» con un afán de realizar un sueño imposible. Imposible por las luchas internas, un levantamiento contra el poder establecido y la internacionalización de la guerra civil que hicieron que los anarcosindicalistas vieran sus proyectos evaporados.

Aunque siempre se ha dicho que hay que tener sueños imposibles. Ahora son diferentes, puede que el principal sea llegar al final de esta maldita pandemia que nos abruma. Sin embargo, los tiempos y los jóvenes tienen, al parecer, otros objetivos que nada tienen que ver con los sociales tan defendidos por los integrantes de Los solidarios o Nosotros. En la actualidad parece ser, por lo observado en los actos de la pandemia, que lo que tendrían que levantar el futuro dicen: ¿solidarios nosotros?, ni de coña. Primero yo, luego mis intereses, mis juergas y los demás que se las compongan. Por lo que se puede deducir que en el siglo que estamos la manera de priorizar es totalmente diferente a la de antaño. Es lo que hay y de seguir con lo que preconizan algunos políticos, es lo que va a venir.

Lo tendremos que acatar. Aunque siempre nos quedará la historia, lo escrito y lo realizado. Para ejemplo, tenemos lo escrito por Hans Magnus Enzensberger en El corto verano de la anarquía que los sueños libertarios fueron «una de las aventuras más fascinantes del siglo XX». Pero también hay que tener muy en cuenta lo que dijo Emilienne Morin, la compañera de Buenaventura Durruti «pero lo pasado ya pasó. No se hace dos veces la misma revolución».

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