Antonia Martínez Soler camina con su andador por la Plaça Mercadal de Reus. Lo hace lentamente y se detiene cuando escucha la pregunta de si vive en un edificio sin ascensor. Su rostro rápidamente refleja sorpresa y lanza una respuesta concisa y firme: «Yo vivía en un piso sin ascensor y me tuve que ir a otro cuando le cortaron las piernas a mi marido». Su testimonio refleja un problema de miles de personas que tienen que convivir con la falta de un elevador en su edificio o que incluso han tenido que dejar toda una vida atrás para poder acceder a un hogar en el que salir a la calle no sea un imposible.
Martínez cuenta el porqué de su cambio del que hace ya un pequeño tiempo: «En mi antiguo edificio no se podía poner un ascensor, así que tuvimos que alquilar mi antiguo piso e irnos a otro de alquiler. Dejé toda una vida atrás, solo pude llevarme la cama y la lavadora. Me da mucha pena porque ahora mi antigua casa la tengo alquilada, pero no puedo ir a verla y no sé cómo estará. Solo me consuela que con lo que me van pagando, pago mi piso de ahora». Sus palabras reflejan rabia, pena e impotencia y aprovecha para denunciar una situación que ella ha vivido y siguen viviendo muchos de sus conocidos: «Cuando uno es joven compra el piso y no piensa en que no tiene ascensor, pero con el paso de los años se da cuenta de que las personas mayores no pueden vivir en un edificio sin ascensor».
Precisamente Meritxell es una joven que acaba de mudarse al Carrer d’En Vilar de Reus y le quita hierro a la falta de ascensor en su edificio por el simple motivo de que la salud y los años todavía le respetan: «Yo acabo de mudarme y la verdad que no tengo problema. Es verdad que cuando voy cargada es algo molesto, pero no me supone un gran problema».
Cuando uno es joven compra el piso y no piensa en que no tiene ascensor, pero con el paso de los años se da cuenta de que las personas mayores no pueden vivir en un edificio sin ascensor
En la misma línea sigue Nerea Mas, aunque en su caso vive en un cuarto sin ascensor en un edificio de la Plaça Mercadal: «Cada día subo unos 50 escalones y sobre todo cuando hay que subir la compra se hace bastante duro». No obstante, la reusense reconoce que a nivel económico compensa realizar ese esfuerzo: «Cuando mi pareja y yo decidimos alquilar el piso lo tuvimos en cuenta y tiramos para adelante porque el precio era bueno y la zona también».
La primera conclusión que se extrae leyendo estos testimonios es evidente, los jóvenes conviven con más facilidad con la falta de ascensores que los mayores. Hay dos motivos que lo explican de manera breve: a nivel físico les supone un menor esfuerzo y a nivel económico les permite ahorrar unos euros que en tiempos de incertidumbre e inflación, bienvenidos son.
¿Cuántos edificios sin ascensor hay en la provincia de Tarragona?
Probablemente les sorprenda la respuesta porque el porcentaje se dispara hasta el 16% si tenemos en cuenta los edificios de 10 o más viviendas. Si desgranamos estos datos quizás todo se entiende un poco más: el 36% de los edificios construidos antes del 1971; la cifra baja hasta el 19% si se tienen en cuenta los edificios construidos entre el 1971 y el 1990 y todavía desciende hasta números irrisorios hasta el 3% si se numeran los edificios construidos a partir del 1990.
Lógicamente hay una pregunta que asalta al tratar esta problématica y es la siguiente: ¿Es obligatorio tener ascensor en los edificios en España? La respuesta es sí, aunque depende de una serie de variantes. La ley vigente dice que una comunidad de propietarios tiene la obligación de instalar un ascensor cuando una persona con discapacidad, movilidad reducida o mayor de 70 años resida, trabaje o sea voluntaria en el edificio.
¿Y por qué hay edificios que no cuentan con ascensor en estos momentos a pesar de que hay personas que necesitan uno? La mayoría responden a edificios antiguos que no han podido instalar uno por cuestiones económicas, un ascensor puede costar desde 30.000 euros hasta superar los 100.000 euros, y en otros casos es por una cuestión física, ya que un ascensor se puede instalar en el interior del edificio, en el exterior o en el patio de luces, pero no siempre se cuenta con el espacio necesario para ello.
Reyes es una vecina que relata como en un edificio de la Plaça del Castell en Reus tuvo que instalar un ascensor para que su madre pudiera bajar y subir a la calle sin problemas: «Mi madre vivía en el cuarto que es la planta más alta y era imposible para ella poder subir y bajar porque encima eran escalones muy altos de estos antiguos. Era eso o irnos, pero no íbamos a marcharnos porque el edificio era entero nuestro».
De aquello ya hace unos cuantos años, pero no olvida lo que supuso a nivel de esfuerzos para la familia: «Tuvimos que hacer las mil y una tanto a nivel económico como a la hora de instalar el ascensor porque no había espacio».
Reus es un ejemplo de municipio de la provincia en el que existen muchos edificios sin ascensor. Apenas ha bastado caminar media hora por el centro para encontrar muchos testimonios y muchos edificios sin elevador.
Los vecinos jóvenes asumen el reto porque económicamente les beneficia, mientras que los mayores huyen si pueden porque sino el simple hecho de bajar a la calle se convierte en un imposible y el peligro de generar un aislamento social y que su salud merme aumenta. Son las consecuencias de una herencia de edificios que en su momento pensaron en que los años pasan.