Seis de cada diez tarraconenses se niega a beber del grifo

El agua del grifo de la ciudad pasa por exhaustivos controles sanitarios. Una norma estatal que entrará en vigor el año que viene aumenta los análisis y obligará a dar más información al consumidor

20 abril 2022 05:20 | Actualizado a 20 abril 2022 05:23
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El agua del grifo es más barata, contamina menos y pasa más controles sanitarios que la de botella, pero los tarraconenses no terminan de reconciliarse con ella. Así se desprende de las consultas realizadas anualmente por Ematsa. El año pasado un 13% de los encuestados decía beber agua del grifo directamente, un 25% bebía agua del grifo filtrada y un 61%, embotellada. La cifra apenas ha variado en los últimos diez años.

No obstante, como se trata de una muestra de consumidores relativamente pequeña, la empresa acaba de lanzar una encuesta más detallada en su página web con la que espera poder llegar a más consumidores para tratar de conocer mejor sus hábitos y preferencias. Paralelamente han organizado un panel de cata porque, reconocen, en la percepción también influyen aspectos subjetivos.

Recientemente, además, han firmado un convenio con la URV para realizar un estudio de las características físico-químicas y organolépticas del agua de grifo.

Dónde vives y qué agua tomas

Pero más allá del sabor, lo que está claro, señalan, son las garantías sanitarias. De hecho, la ley actual exige controlar una cincuentena de parámetros periódicamente.

Daniel Milan, gerente de Ematsa, explica que en Tarragona se toman muestras en diferentes puntos del ciclo: en la captación, si el agua se compra al CAT, en los depósitos, en la propia red de distribución...

Aunque muchos consumidores no lo saben, los resultados de esos análisis son públicos y pueden consultarse en la propia web de la empresa de aguas. Basta con introducir la zona de la ciudad donde se vive para acceder a los análisis de laboratorio. No se trata de una información precisamente sencilla de entender para un consumidor medio, pero, a semejanza de lo que pasa con un análisis de sangre, también se colocan los valores de referencia. Los datos también se pueden consultar en la web del Sistema de Información Nacional de Agua de Consumo, SINAC.

Nueva ley, más controles

Todo esto, además, tendrá una vuelta de tuerca próximamente, ya que está previsto que en el segundo semestre de este año se apruebe el real decreto ley que regula las aguas de consumo humano y que entrará en vigor en enero del año que viene. Se trata de una norma estatal para adaptarse a la legislación europea. Uno de los objetivos claros es aumentar la confianza de los consumidores.

Entre las novedades que aparecen en el borrador del decreto está aumentar los parámetros que se analizan. Se incluyen, por ejemplo, algunas PFAS (sustancias perfluoroalquiladas) sustancias químicas producidas por el hombre que se fabrican y usan en gran variedad de industrias en todo el mundo: desde textiles a productos domésticos y que están en el punto de mira porque se acumulan en el organismo.

También se analizarán otros indicadores que estarán en una ‘watch list’ (lista de observación) para ver cómo es su comportamiento aunque no se establece un valor normal.

En este sentido, Milan señala que Ematsa ya se ha adelantado en el análisis de algunos de estos parámetros. Algunos se comenzaron a medir en 2011.

También se realizan análisis en las fuentes públicas de agua de boca y en algunos edificios públicos, aunque la normativa obligará a hacer un análisis en todos, desde pabellones deportivos a guarderías u hospitales.

El decreto insiste, además, en la transperencia y la información. A los consumidores se les debe ofrecer periódicamente la información de los análisis de laboratorio, pero también datos como el consumo medio de un hogar en su misma red de distribución, el tratamiento que se usa para potabilizar el agua, el origen de donde viene (manantial, pozo, lago, canal...) o las fugas que hay en la red.

A los consumidores se les debe asesorar, además, sobre cómo reducir el consumo, los detalles del contenido de su factura e, incluso, dar un resumen y estadísticas de las quejas de los consumidores. Se trata, reconoce Milan, de una cantidad ingente de información que habrá que conseguir la manera de suministrar porque en la factura, el medio de información habitual, es «materialmente imposible».

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