«Esta situación nos afecta muchísimo. Una huelga hace que no tengamos alimentos para pienso. Se tienen que marcar unos servicios mínimos, porque nos perjudica a nosotros y al propio consumidor», explica Pere Guinovart, propietario de una granja porcina en Alcover (Alt Camp) con unos 1.500 animales.
Él, coordinador de Unió de Pagesos, está en vilo: «Está bien defender el derecho de huelga, pero que piensen que detrás de todo hay una ganadería en una mala situación, esto afecta a todo el sector agroalimentario». Ellos son la última parte de la cadena. Francesc Sendrós, propietario de una granja de alrededor de 90.000 pollos en Alcover, se muestra «muy preocupado, ya que si no nos llega pienso será muy grave, porque lo necesitamos cada día, y habría una gran mortalidad de animales».
Antes de llegar a ellos está el eslabón de los productores de pienso. Marcel Ferré, director regional de Nanta en la fábrica entre Tarragona y Reus, da la voz de alerta. «Tememos un desabastecimiento que nos lleve a la ruptura de stock. Nos preocupa no poder cumplir con la demanda de clientes a los que tenemos que servir. Esperemos no llegar a ese punto. Para nosotros una semana así ya sería tremendo, es una situación muy incómoda. Ya notamos un servicio más lento».
Indirectamente también el transporte es víctima, como indica Josep Lluís Aymat, director de la Federació Empresarial d’Auto-Transports de la Província de Tarragona (FEAT): «Hemos ido a reunirnos con el presidente del Port. Entendemos que se tienen que hacer negociaciones y cuanto antes mejor. Esta situación nos perjudica a todo el transporte y a la propia economía. Hay líneas que históricamente venían y se podrían perder. Estamos muy preocupados. Esperemos que las cosas se arreglen para no cronificar algo que tendría efectos devastadores».