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    Antònia Font, un vendaval íntimo

    La banda de Mallorca pone en pie por segunda noche consecutiva a un Teatre Fortuny de Reus entregado a la causa

    10 marzo 2024 21:29 | Actualizado a 11 marzo 2024 07:00
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    Ni siquiera saben qué harán cuando agoten la nómina de conciertos pendientes de esta gira interminable por teatros y auditorios. De nuevo, un tour bañado de éxito, porque si algo distingue a los Antònia Font es su capacidad para seducir al público. De la generación que sea.

    Después de un paréntesis con muchos interrogantes en el aire, los de Palma de Mallorca regresaron espoleados por el séquito de fans que les había encumbrado en el pasado, aunque no imaginaron que existía un numeroso grupo de gente que se iba a sumar a la causa. En el Teatre Fortuny de Reus, este fin de semana, se demostró de nuevo que la vigencia de la banda se conserva en salud. Los dos shows resultaron un vendaval emocional íntimo, entre la euforia y la destreza. Dos conciertos de calidad musical superior, alejados del ruido de los grandes recintos y arropados en la delicadeza del pop.

    Josep Maria, su mujer y sus dos hijas, madrugaron para ocupar la localidad en la platea. Desde Vilabella aprovecharon para acudir a una cita obligada en masa y consolidar aquello que se ha transmitido de generación en generación. «Mientras veníamos para Reus hemos escuchado el disco Lamparetes»·, recalcó Josep Maria. «Las pequeñas, poco a poco, se han aficionado al grupo. A mí y a mi mujer nos gusta desde hace mucho tiempo», reflejó.

    Familias enteras

    No se trata del único caso de sagas familiares enteras en el show. Raquel, natural de Tarragona, disfrutó de Antònia Font con su padre y sus otras dos hermanas. «Compartimos esta admiración por la banda juntos y creo que es algo muy bonito. Hace tiempo que tenemos la entrada», reflexionó minutos antes del delirio.

    Entre otras cosas, porque el espectáculo de los mallorquines contó con un ritmo ascendente. Arrancó bajo con el control de los detalles y algunos de sus temas más tranquilos como Cançó de llum u Oh la la para luego dar espacio a mensajes más optimistas como Us estim a tots iguals, el primer himno que el público entonó con entusiasmo. Fue como romper el hielo, como arrancar la vergüenza de los cuerpos.

    El contexto de cercanía que provoca una actuación de estas características no sólo propone un sonido más limpio, también una relación estrecha entre el gentío y los artistas.

    Pau Debon, la voz de los Antònia Font, se atrevió a pasear en varias ocasiones por la platea. Para él, la calma se sostiene un par de canciones, luego se hace indispensable el movimiento, la alegría, tal y como reza uno de los grandes hits de la banda. Lo dejaron para el bis, ya con los y las entusiastas levantados de los asientos y las gargantas medio afónicas de cantar y soltar felicidad.

    «Hace más de 25 años tocamos en un teatro similar a este, en Palma de Mallorca. Éramos muy pequeños todavía. Me han comparado el Fortuny con el Liceu estos días», contó Debon, en uno de los respiros entre canción y canción. En la presentación del grupo, hubo ovación cerrada para el guitarra, Joan Miquel Oliver.

    Tres temas definitorios, elegidos para la apoteosis, cerraron el show y confirmaron un fin de semana de halagos insaciables para Antònia Font. Islas Baleares, Calgary y Viure sense tú, coronaron una velada para la enciclopedia de recuerdos musicales. Incluso ofrecieron un broche de oro para la primera década del Festival Accents, que se aseguró el tiro cuando programó a los de Palma de Mallorca en su cartel.

    Ahora mismo, pocas bandas desprenden esa avalancha de sentimientos como Antònia Font. En estadios o en teatros. Da lo mismo.

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