Un vilasecano en el corazón de la Antártida

El biólogo Rafa Martín viajó seis semanas al continente helado con un grupo de científicos de la Universitat de Barcelona

14 junio 2017 11:38 | Actualizado a 14 junio 2017 11:51
Se lee en minutos
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

La Antártida es uno de los pocos rincones del planeta que se mantienen ajenos a la huella humana. Una naturaleza virgen e inexplorada que se convierte en el laboratorio perfecto para investigaciones científicas. Eso es lo que condujo al vilasecano Rafa Martín a viajar durante seis semanas al continente antártico como componente de un proyecto de investigación de la Universitat de Barcelona (UB). 

Este joven científico de 28 años es especialista en biodiversidad y más concretamente en el mundo de las algas. Actualmente está haciendo el doctorado en biodiversidad vegetal marina en la UB. El verano pasado llevó a cabo dos campañas de investigación a lo largo de la costa del País Vasco, pero ahora ha tenido la oportunidad de llevar su investigación a la otra punta del planeta.

Formó parte de un grupo de siete científicos, dirigidos por la investigadora Conxita Ávila. Todos ellos convivían en la base militar Gabriel de Castilla que el ejercito español tiene en la Isla Decepción, al noroeste de la península Antártica. Se trata de una isla volcánica cuyo cráter es actualmente una gran bahía, lo que la convierte en un perfecto banco de pruebas, según relata Rafa Martín: «Puedes estudiar lo que está viviendo fuera de la isla con lo que está viviendo dentro, donde el volcán provoca que el agua sea más caliente y más ácida. Es un escenario muy parecido a lo que puede pasar en los mares con el cambio climático».

Estudia posibles usos de las algas marinas en la industria o la farmacología

Para llegar a su destino el trayecto duró más de una semana a bordo del buque Hespérides de la Armada Española. Una vez en la base de Isla Decepción, los científicos no se libraban de la rutina militar. Cada día amanecían con el toque de diana a las ocho de la mañana y hacían vida comunal con una veintena de militares.

Aunque el viaje lo hicieron entre enero y marzo, el verano austral, las condiciones que se encontraron eran extremas, con una sensación térmica que alcanzaba los 20 grados bajo cero y rachas de viento superiores a los 100 km/h. «Al principio lo pasas mal, pero es increíble cómo el cuerpo se va acostumbrando al frío y con el tiempo lo sufres menos», asegura.

Durante su estancia pudo recoger muestras de diferentes organismos para  estudiarlas ‘in situ’ en el laboratorio que tenían en la isla o bien preparar el material para trasladarlo a España. 

Uno de los pilares de su investigación son los estudios de ecología química, que consisten en extraer productos naturales de las algas que puedan tener aplicaciones en campos como la industria o la farmacología. «Hicimos cultivos de bacterias y algunas de las algas que analicé tenían infinidad y otras casi ninguna. Esas algas están produciendo un producto antibiótico genial y ahora toca investigar si se le puede dar usos en la medicina», detalla.

Comentarios
Multimedia Diari