La paridad en el mundo de la cultura es una necesidad y un derecho que se tiene que acompañar de una necesaria perspectiva de género en las programaciones culturales y de un cambio en el talante interno de las instituciones y de las organizaciones. Esta es una de las conclusiones del Informe anual sobre el estado de la cultura y de las artes correspondiente al año 2022, publicado por el Consell Nacional de la Cultura i les Arts (CoNCA).
En este contexto, el Teatre Tarragona acogió ayer la jornada La perspectiva de gènere en la cultura con el fin de invitar a la reflexión a través de la experiencia profesional y personal de cuatro mujeres referentes en el sector: Anna Cabó, M. Àngels Cabré, Elina Norandi y Patrícia Soley-Beltran. El encuentro también sirvió para tomar nota de diferentes propuestas que se incorporarán al Pla Estratègic Tarragona Cultura.
Hay mujeres con dificultades para programar sus obras
Como punto de partida, M. Àngels Cabré, directora del Observatori Cultural de Gènere (OCG), reconoce que «la cultura no es un negocio, es un derecho fundamental; y como tal, es una pieza fundamental de la sociedad y no puede estar sesgada». Bajo este paraguas, en su opinión, «la perspectiva de género es necesaria para tener una cultura que nos represente a todos y no solo a una parte de la sociedad».
Por su parte, la consultora de género, Patrícia Soley-Beltran, recuerda que «los sesgos de género son inconscientes, por lo que se debe poner blanco sobre negro, empíricamente, para demostrar que lo que parece que está bien no lo está», a lo que Anna Cabó, fundadora de la empresa Lagroc Solutions y formadora en la incorporación de la perspectiva de género dentro de las programaciones culturales municipales, añade que «es necesario un diagnóstico sobre cuál es la situación de la cultura en un territorio, para saber qué se hace y qué no, qué funciona y qué no, ya que a día de hoy escasean datos segregados por género».
La perspectiva de género es necesaria para tener una cultura que nos represente a todos
Desequilibrio
Así, Patrícia Soley-Beltran señala que «a pesar de que las mujeres son las principales consumidoras de cultura, en la industria existe un desequilibrio, en tanto que las mujeres tienen menos oportunidades, se infravalora su trabajo, la brecha salarial persiste, etc.».
Por su parte, Anna Cabó indica que «todavía hay muchas mujeres que tienen dificultades para que se programen sus obras teatrales, compositoras que no estrenan sus piezas musicales, pintoras a las que les cuesta llegar a los museos, etc.». En el ámbito artístico, Elina Norandi, historiadora y crítica de arte, advierte que «llevamos siglos de historia en la que solo nos fijábamos en una parte de la producción artística, la realizada por hombres, perdiéndonos todo lo que han realizado las mujeres».
El encuentro sirvió para tomar nota de propuestas que se incorporarán al Pla Estratègic Tarragona Cultura.
En cuanto a las causas de este desequilibrio, Patrícia Soley-Beltran considera que «es una cuestión de mentalidad social, en tanto que entre quienes ocupan cargos de responsabilidad todavía hay quien piensa que aquello que hacen las mujeres es para mujeres y lo que hacen los hombres es para todo el mundo».
Los agentes culturales deben estar formados en teoría feminista y del género
Paridad e igualdad
Por todo ello, M. Àngels Cabré explica que «la lucha por la igualdad se puede alcanzar de muchas maneras y una de ellas es la paridad de género a través de cuotas que garanticen la representación de las mujeres».
¿La presencia de mujeres en puestos de responsabilidad y decisión es una solución? A esta cuestión, Anna Cabó responde que «en general, cuando las mujeres ocupan cargos de responsabilidad se percibe un cambio, pero no es suficiente, es decir, es necesario que estas mujeres sean feministas y que tengan perspectiva de género».
Otro instrumento, «es fomentar la educación en valores igualitarios, lo que significa concienciación». «Tenemos una realidad desigual, pero no todo el mundo la ve, porque no ha sido educado para ello», asegura M. Àngels Cabré. Una tarea que no solo le corresponde al ámbito educativo, sino que también deben promover las instituciones culturales. «A día de hoy, ningún equipamiento público puede permitirse no tener en cuenta la igualdad de género de la misma manera que no tener en consideración la diversidad. Se debe programar desde la diversidad y la igualdad de género», defiende la directora del Observatori Cultural de Gènere.
En consecuencia, Patrícia Soley-Beltran remarca que «cada vez más, la perspectiva de género se considera con intersección a otros ejes de desigualdad, lo que se llama perspectiva interseccional, un enfoque que subraya también cuestiones como el estatus social, la etnia, la edad, etc.».
Es un proceso civilizador en busca de la igualdad de todos los seres humanos
Formación
De esta manera, otro de los pilares es la formación. «A día de hoy no ha existido una formación ni en perspectiva de género ni en igualdad, es ahora cuando algunas instituciones empiezan a llamar a agentes de género», afirma M. Àngels Cabré, mientras que Elina Norandi considera que «los agentes culturales y los gestores deberían estar más formados en teoría feminista en general y en teoría del género en particular, ya que de lo contrario corremos el peligro de repetir los mismos modelos y metodologías patriarcales».
Y pensando en las futuras generaciones, para la también profesora de Historia del Arte, «es importante que las alumnas tengan modelos y referentes, es decir, que sepan que antes que ellas han existido otras mujeres artistas que se han encontrado con los mismos interrogantes a la hora de crear; mientras que los alumnos deben conocer que la creatividad y la obra femenina es igual de interesante y sugerente, por lo que se debe respetar y tener en cuenta».
De esta manera, aportando nuevas miradas, en palabras de Patrícia Soley-Beltran, «conseguimos encontrar nuevos ángulos que, por un lado, servirán para innovar los equipamientos culturales, y, por otro lado, para dar elementos de crítica a los espectadores, ya que no se trata de decirles que deben pensar, sino de tratarlos como lo que son, seres inteligentes con una curiosidad por su entorno y por sí mismos. El camino nunca termina, porque es un proceso civilizador en busca de la igualdad de todos los seres humanos».
